Dibujo de Niyaz Karim
La nueva estación, al igual que las nuevas fuerzas espaciales, será la primera línea de defensa de Rusia contra las crecientes amenazas llegadas desde el Pentágono, que planea utilizar el ABM (escudo antimisiles) de Europa cerca de las fronteras rusas.
Los pocos avances entre Rusia y EEUU en la batalla por este programa están destruyendo poco a poco el
sistema de seguridad colectivo global, un logro que se consiguió a base de décadas de esfuerzo.
Desde
que EE UU se retiró unilateralmente del tratado ABM de 1972, los
acuerdos más básicos de control armamentístico han sufrido ataques
continuos.
El Departamento de Estado de EEUU anunció hace poco
que el país ya no estaba obligado a cumplir sus compromisos con Rusia
bajo el Tratado de las Fuerzas Armadas Convencionales en Europa
(FACE).
Rusia por su lado anunció que se retiraría del Tratado de Reducción de
Armas Ofensivas y Estratégicas (START) y amenazó con renunciar a los
planes de desarme si EEUU seguía construyendo el antimisiles en Europa.
Los
acuerdos de control armamentístico, ya de por sí precarios, descansan
sobre el entendimiento acerca del ABM. Si este último bastión fracasa,
el mundo quedará indefenso ante la amenaza de los misiles nucleares.
Los
misiles balísticos de medio y corto alcance siempre se han considerado
armas nucleares estratégicas. Son estos misiles – los Pershing-2
americanos del occidente de Europa, y los Pioneer SS-20 soviéticos,
emplazados en el este de Europa y en el Lejano Oriente - los que
ofrecieron una masa crítica que a mediados de la década de 1980 pudo
haber desencadenado un verdadero conflicto nuclear entre las dos
potencias.
¿Qué gana Rusia reanudando la fabricación de esta
clase de misiles y convirtiendo su utilización en una posibilidad? A
pesar de las numerosas declaraciones, en especial de Yuri Salomonov,
director del Instituto de Tecnología Térmica de Moscú, que afirman que
la industria rusa dispone de todo lo necesario para construir este
armamento, lo cierto es que no es creíble, como tampoco que se puedan
conseguir los recursos necesarios para restablecer la cadena de
producción completa.
Los aspectos militares del problema son
primordiales. 2011 queda muy lejos del año 1985. Rusia ha perdido la
mayor parte de su territorio de operaciones, mientras que EEUU lo ha
ampliado. Rusia tendrá que buscar zonas de despliegue en la diminuta
parte europea del país.
EEUU ni siquiera necesita volver a
fabricar los Pershing, le basta con recrear bases de tierra baratas de
los misiles crucero estándar Tomahawk, que están permitidos, y
equiparlas con ojivas nucleares. Si consideramos que EEUU tiene
capacidad para construir 500 misiles crucero al año, no es difícil
imaginar la amenaza que supone.
La idea de una defensa antimisiles
necesita
de una respuesta de la otra parte. Pero no
debería ser una réplica desigual
. La situación puede cambiar si Rusia contrarresta el escudo antimisiles
con unas defensas adecuadas. Según las autoridades, estas defensas se
harán realidad para las recién creadas Fuerzas de Defensa Aeroespacial.
El autor es observador político-militar de RIA Novosti
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