Rara avis exquisitus

Yuri Olesha. Fuente: Editorial Mercurio

Yuri Olesha. Fuente: Editorial Mercurio

¿Por qué surgió al final de la NEP una literatura tan irónica y divertida? ¿Podemos describir el terror stalinista como una reacción contra ese “zeitgeist” bullicioso?

Los años veinte en Rusia fueron una época de cambios radicales, lo que conlleva grandes esperanzas y también fracasos de tal inmensidad. La reinvención absoluta del sujeto, de la sociedad, del modelo productivo e incluso de la forma de soñar creó un terreno propicio para la paradoja y el absurdo que los autores rusos –como no- interpretaron con humor e ironía.

“Las doce sillas” de Ilf y Petrov, “Chevengur” de Platonov, “La caballería roja” de Isaac Babel, “Corazón de perro” de Bulgákov y “Envídia” de Yuri Olesha son los más logrados ejemplos del poder literario de la sátira, descendientes directos de Gógol, Goncharov o Saltykov-Shchedrin.

Portada de Envidia de la Editorial Acantilado, traducido por Marta Rebón colaboradora y traductora habitual de Rusia Hoy


Todas estas obras comparten una aguda observación de su entorno, el gusto por la narración breve y concisa, y la reproducción del lenguaje cotidiano en marcos escénicos cargados de lirismo. No obstante, y a pesar de lo que sería a priori previsible, dicha literatura no aparece cargada de análisis psicológicos ni despliega cinismo alguno, siendo la novela que nos ocupa (Envidia) la más afectada de esos ingredientes.

El protagonista de esta obra es Nikolai Kavalerov, personaje corrosivo y destructivo a través del cual el autor parece presentar el viejo orden social y moral. Los otros protagonistas serían Andrei Bábichev, considerado ciudadano ejemplar y orgulloso director de una fábrica de alimentos que aspira a producir las mejores salchichas soviéticas, y su hermano Iván, decadente charlatán.

Aparentemente la novela se desarrolla sobre varias dicotomías (viejo/nuevo orden; trabajo/alcohol; orgullo/bajeza moral; comunismo/capitalismo), sin embargo, la historia evoluciona de una forma inesperada, y si bien parece evidente cuál es la buena y la mala en la primera parte, el autor parece desdecirse en la segunda, dando más voz a lo que es presentado como un desvarío de borrachines pero crea ambigüedad por su carácter expositivo.

Un ejemplo de ello puede ser el discurso de la almohada de Iván: “¡Camaradas! Os quieren privar del patrimonio supremo: vuestro hogar. Los caballos de la revolución, precipitándose por vuestra escalera de servicio, aplastando a vuestros niños y vuestros gatos, rompiendo vuestras queridas baldosas y ladrillos, irrumpirán en vuestra cocina. ¡Mujeres! Vuestro orgullo y vuestra gloria -el hogar- están en peligro. ¡Madres y esposas! ¡Los elefantes de la revolución quieren aplastar vuestra cocina!… os quiere convertir en vagabundos que deambulen por los campos salvajes de la historia”.

Así, de una novela que puede parecer un alegato a favor del nuevo régimen, el autor consigue crear un rompecabezas con gran poder de sugerencia y varias interpretaciones subyacentes.

“Envidia” (1927) está considerada como la obra maestra de Yuri Olesha, autor que también publicó otras novelas como “La lista de las recompensas” y “Los tres gordinflones” (editada en España por Siruela), además de varias colecciones de relatos cortos y poemarios.

No obstante, la obra de Olesha que más repercusión tuvo en la época fue “Los tres gordinflones”, que fue representada por el teatro del arte de Stanislavsky, convertida en ópera e interpretada en el cine y en la radio.

Yuri Olesha nació en Elizavetgrad (hoy Ucrania) en 1899, aunque sus padres de mudaron a Odessa en 1902. Allí conocería a Isaac Babel, Ilya Ilf, Valentin Kataev y Sigismund Krzhizhanovsky, un grupo descrito como la escuela de escritores de Odessa.

En 1919 se alistó voluntario al ejército rojo, y en 1922 se mudó a Moscú, donde inicialmente trabajó como periodista colaborando con el diario Gudok (donde también publicaban Bulgákov, Babel, Kataev e Ilf y Petrov). En los años del terror stalinista se pasó a los relatos cortos, que conseguía publicar con creciente dificultad. Murió de un paro cardíaco en 1960 y la traducción de sus obras han propiciado un oportuno redescubrimiento del autor.

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