El invierno en Rusia

La ciudad de Sochi se extiende a lo largo de casi 150 kilómetros por toda la costa noreste del Mar Negro. Este centro vacacional de clima subtropical se hizo famoso en la década de 1930, cuando Stalin mandó construir su dacha y la proclamó ciudad bal

La ciudad de Sochi se extiende a lo largo de casi 150 kilómetros por toda la costa noreste del Mar Negro. Este centro vacacional de clima subtropical se hizo famoso en la década de 1930, cuando Stalin mandó construir su dacha y la proclamó ciudad bal

¿Cómo se las arregla la población para sobrevivir al frío descarnado?

Rusia es para muchos sinónimo de frío, y con razón. Aunque el país se extiende desde las regiones polares hasta las zonas subtropicales de la costa del Mar Muerto, donde la temperatura media en enero se sitúa en torno a los 15°C. Así ocurre en Sochi, que comparte latitud con la ciudad francesa de Niza. Los habitantes de Sochi son la envidia de los rusos de otras regiones. Por el contrario, los 470 habitantes de la pequeña localidad de Oimiakón (Yakutia) tuvieron que soportar hace dos años una temperatura de 72°C bajo cero.


El invierno condiciona todos los ámbitos de la vida, algo que los rusos aceptan con resignación. La vida se transforma en la estación fría. Cambian los modos de entretenimiento y el esfuerzo se centra en adaptar hogares y carreteras para sobrevivir al frío. 

Los conductores se preparan para combatir el duro invierno 

Problemas y costes económicos

  El frío plantea enormes dificultades tanto a los servicios de limpieza como a los propietarios de automóviles. En Moscú hay 200 plantas que pueden procesar hasta 300 toneladas de nieve al día y convertirlas en agua. Su mantenimiento ronda los 12 millones de euros. Los coches cuentan con un sistema para arrancar a temperaturas bajo cero

Cuando en Rusia llega el crudo invierno, llega de verdad y complica el día a día a los moscovitas. En noviembre de 2010, en el plazo de 24 horas, las temperaturas se desplomaron desde los cero grados a los 20 grados bajo cero. Hace dos años, el invierno fue aún más duro: los termómetros registraron una media de temperatura de 28 grados bajo cero. En Moscú el invierno dura alrededor de cuatro meses. En ese periodo nieva aproximadamente 50 días. Cada noche caen hasta 40 centímetros de nieve. Esta situación se convierte en un auténtico desafío para que los quitanieves de la ciudad puedan cumplir con su trabajo.


“Entre tres y cinco centímetros de nieve, el trabajo de retirada no supone ningún problema, para nosotros resulta una situación que está dentro de la normalidad”, comenta Piotr Biriukov, director de la Sección Económica de la ciudad de Moscú que es el organismo encargado de coordinar el servicio de las máquinas quitanieves.


La situación se complica cuando se producen nevadas intensas y se prolongan durante días. Entonces las máquinas trabajan a destajo, con salidas cada diez minutos. Una de estas máquinas limpia alrededor de 12 kilómetros de nieve cada hora. El servicio tiene además asignada la tarea de detectar los baches que se forman en la calzada y notificarlos al Servicio de Obras Públicas.


Las quitanieves desplazan la nieve acumulada hacia los arcenes de las carreteras donde los volquetes se encargan de cargala y transportarla a una de las 200 plantas de deshielo que existen en Moscú. Cada una de estas plantas puede convertir en agua hasta 300 toneladas de nieve al día. El mantenimiento de la flota de máquinas quitanieves le cuesta a la ciudad más de 12 millones de euros al año.


Igual de costoso resulta el invierno a los automovilistas rusos. “¿Tienes webasta
?”, es la pregunta más frecuente que hacen los vigilantes de los aparcamientos a los propietarios de los vehículos cuando éstos tienen la intención de estacionar su coche al raso toda la noche. Con esto los aparcacoches se refieren a la calefacción estacionaria de la marca alemana Webasto, sin la que resulta imposible arrancar en frío a una temperatura de 35 grados bajo cero.
Es obligatorio que todos los neumáticos de invierno estén provistos de clavos. A eso hay que añadir ingentes cantidades de agua para el limpiaparabrisas. En un día de invierno, el consumo medio se sitúa en torno a los cinco litros. El líquido se puede adquirir en latas en cualquier esquina de la ciudad, aunque los conductores instalan en sus automóviles un depósito adicional para no llevarse sorpresas desagradables.  


Un día de invierno en Moscú: una flota de máquinas quitanieves limpia las calles de la capital. 


 Rompehielos en el Océano Glacial Ártico

Con 150 metros de eslora y 75.000 CV. Se cuentan entre los barcos más grandes y potentes del mundo. Desde 1957, nueve rompehielos rusos despejan el Paso del Noreste –la ruta marítima entre Europa y Japón– para que los buques de mercancías puedan surcar sus aguas. En 1977 el Arktika fue la primera embarcación que alcanzó el Polo Norte.



Un barco rompehielo realiza su trabajo en el Ártico
Los aviones se descongelan antes de despegar. 

Bañarse en aguas heladas a 20 grados bajo cero 

El día más importante en la vida de una auténtica morsh (morsa en ruso) es el 19 de enero. Las morsas son aquellos rusos que están convencidos de que bañarse con regularidad en agujeros practicados en el hielo fortalece el cuerpo y el alma. Para los cristianos ortodoxos rusos, el 19 de enero es el día en que fue bautizado Jesucristo.



Dos bañistas en Krasnoyarsknojarsk

 
Cada año, en torno a la medianoche de ese día señalado, varias decenas de morsas –que en Moscú llegan a alcanzar los miles– esperan a que los sacerdotes bendigan los ríos y lagos para zambullirse en sus gélidas aguas. Contrariamente a lo que pudiera pensarse, ni siquiera hace dos inviernos –cuando las temperaturas en Moscú cayeron por debajo de los 20 grados bajo cero– se produjeron accidentes graves. Hay que conocer las reglas: zambullirse tres veces, secarse bien y luego abrigarse, o aún mejor: meterse en la banya (sauna).


En la estación fría, mientras los niños prefieren descender en trineo y patinar sobre hielo, los adultos se escapan al bosque a practicar esquí de fondo. En la pista todos son iguales, el adinerado hombre de negocios y el jubilado. No es raro que aquí sea el anciano, con sus tablas de madera de la época soviética, quien con indiferencia deje atrás a los jóvenes con sus esquís de fibra de vidrio.


A los rusos que huyen del mundanal ruido se les puede encontrar en lagos helados. Con herramientas para atravesar el hielo, se abren paso hasta el agua. Luego, bien abrigados para soportar las bajas temperaturas y a ser posible al amparo de una tienda de campaña, aguardan durante horas ante unos agujeros de 20 centímetros de diámetro con la esperanza de que algún pez despierte de su letargo invernal y decida morder el anzuelo. Cualquier intento de entablar conversación con estos pescadores será del todo inútil. 

Moda: preparados para el frío 


Vareshki: las manoplas fueron introducidas en Rusia por los varegos, de ahí el nombre de ‘vareshki’. Mantienen las manos calientes y a las abuelas les encanta tejerlas de lana para sus nietos. 


Valenki : forradas de lana de oveja, las ‘valenki’ protegen de temperaturas inferiores a 30 grados bajo cero. Sin embargo, tienen el defecto de que no son impermeables y no tienen suela, por lo que se llevan con chanclos. Cada año en Rusia se fabrican 4,5 millones de estas botas forradas.

Ushanka : esta gorra con orejeras flexibles es el símbolo por antonomasia de los rusos. Hoy en día existen ‘ushankas’ para todos los gustos. Los más sencillos son los fabricados en piel sintética pero también los hay de piel de conejo o marta cibelina.

El descenso en trineo es un deporte popular. 

Un calor asfixiante en casa 

“Me voy a la ‘bania’. ¿Te ocupas de alimentar la ‘pechka’ y el ‘samovar’?”, hace tan solo 50 años era una frase muy típica. La ‘bania’ es la sauna; la ‘pechka’, una gran estufa de piedra que podía encontrarse en cualquier cabaña de madera; y el ‘samovar’ es una enorme tetera.



El tradicional samovar con la típica cabaña de madera de fondo


El desarrollo urbanístico ha hecho desaparecer las tradiciones. La planificación urbana de la época soviética les dio el golpe de gracia. En la Rusia actual solo existe la calefacción central. Ya no es posible encontrar reguladores individuales en los radiadores. Para lograr un ambiente agradable en una estancia es preciso abrir las ventanas a pesar de que afuera haga un frío glacial. Las viviendas están excesivamente caldeadas y la sequedad del aire que provoca la calefacción constituye un problema a escala nacional que ha hecho ricos a los fabricantes de humidificadores de aire. Un estudio de campo llevado a cabo por Bosch y Siemens en Rusia, ha demostrado que sería posible ahorrar hasta un 80% del gasto de calefacción mediante el empleo de modernas tecnologías de climatización y aislamiento. Pese a ello, el único modelo posible es el de la calefacción central donde el agua se precalienta en centrales eléctricas y se bombea luego a los hogares. Los trabajos de mantenimiento de este sistema provocan que se corte el servicio de agua caliente durante semanas en verano. 


Chimeneas en las centrales eléctricas de Kémerovo.

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