Los grafitis rusos

Foto de Jan Lieske

Foto de Jan Lieske

La ciudad está llena de firmas y "trazos” de pintores que se dan a la tarea de apropiarse de un trocito de espacio de la ciudad. ¿Qué tienen de especial los grafitis en Rusia?

Los primeros grafitis llegaron a la URSS a finales de los años ochenta, como parte integrante de los así llamados «4 elementos del hip-hop». Los tres restantes son el breakdance, el DJing y el rap. Durante mucho tiempo estas tendencias artísticas se desarrollaron también conjuntamente. A finales de los noventa y principios de la década del 2000, se produjo en Rusia una pequeña revolución hip hop: de repente dejó de ser un movimiento underground y se puso de moda, aunque todavía no ha quedado anticuado.


Muchos grafiteros, que empezaban a pintar entonces, recuerdan con nostalgia aquellos tiempos. Tanto la información como la pintura había que «conseguirlas»: con esta palabra, probablemente, se pueden describir todos los procesos culturales y subculturales que tuvieron lugar en Rusia en aquel tiempo.


Esta revolución en la conciencia de masas se produjo hace cerca de cinco años, cuando los grafitis, de improviso, se convirtieron en un fenómeno realmente popular. Los jóvenes comenzaron a dedicarse activamente a pintar sobre toda superficie accesible. E incluso en la conciencia de la gente de a pie los grafitis dejaron de ser simplemente unos «pintarrajos».


Uno de estos precursores presenta su trabajo en la exposición anual Faces & Laces, que este año celebra su quinta edición. El proyecto está dedicado a la moda urbana actual, a las subculturas, a la comunicación visual y al arte contemporáneo alternativo. La cultura moderna une estas tendencias y se complementan por separado una a otra de modo activo y crean periódicamente un nuevo vector de desarrollo, que FACES & LACES se esfuerza en documentar cada vez más con mayor verosimilitud.

 

Real Deal


Hemos fijado un encuentro con los componentes del grupo CHO, el grupo más activo que hay en Moscú en el panorama actual, a medianoche, en el centro de la capital, en el animado cruce cerca de la estación de metro Chistie Prudi. Los cuatro chivos no se distinguen en absoluto de la muchedumbre.


Como objetivo para esta noche han elegido una construcción técnica en cierto modo vinculada a la red de metro de Moscú. Antes de ponerse manos a la obra, pasamos por una cafetería próxima para que nos hablen un poco de sí mismos.


¿Cómo surgió la idea de CHO?

 

P: Una vez hace tres años fui a pintar con una amiga sirviéndonos de unos rodillos y me invitó a seguir pintando en grupo. Fue justamente aquel verano en que las autoridades municipales repartían pintura entre los artistas para decorar las caldererías. Nos pasamos todo el verano pintando caras. Ganamos cierto reconocimiento general. La gente decía: «Oh, algo nuevo, por fin no hay letras». Cuando nos quedamos sin espráis, fuimos a Leroy Merlin y compramos las pinturas y las brochas más baratas. En primavera robábamos la pintura a los tayikos, que restauraban el terreno o volvían a pintar las entradas. Luego conocimos a otro grupo, se disolvió y fue creciendo cada vez más y más. En total, ahora somos nueve.

 

Ya.: El título del vídeo «Toque de queda», que ahora acabamos de grabar, surgió de un viaje a Barcelona. Uno de los componentes del grupo, que antes servía en el destacamento de paracaidistas, bebió más de la cuenta e iba por la calle de noche y gritaba «Toque de queda», de modo que las chicas huían en desbandada y chillaban mientras se escondían en los rincones. Cada noche salía y gritaba «Toque de queda».

 

Р: Acabábamos de llegar. ¡Llevábamos sólo 2 horas en Barcelona, y ya había gastado todos sus rotuladores y gritaba «Toque de queda!»


I: Y nosotros, que estábamos en el balcón, comprendimos que era un título redondo para el vídeo.

 

P: El nombre CHO surgió cuando pintábamos esas caras alienadas y, a decir verdad, hicimos muchas bromas al respecto, allí todas las caras expresivas decían: «Bueno, ¿y a ti qué te pasa? ¿Qué diantre estás mirando?». De ahí viene esta serie.

 

¿La historia más loca vinculada a las pintadas?


Hace un año los reuní a todos en mi casa. En nuestro grupo todavía tenemos un B-Boy, el año pasado representó a Moscú en la «Batalla de las tres capitales», los muchachos comenzaron a desarrollar sus «battles» en mi apartamento. Todo ello acompañado de música muy alta y golpes contra el suelo, luego comenzaron a rapear, después todos se unieron, se levantaba una densa cortina de humo, la cerveza fluía a mares… Y de repente oigo el timbre. Nadie viene a llamar nunca a mi puerta. Entiendo que pasa algo fuera de lo normal, quito la música, todos se calman y voy a echar un vistazo. Había allí tres policías, alguien los había llamado. Esperaron.

 

Llamo a nuestro camarógrafo. Una vez tuvimos que pintar un túnel, que habían construido hacía poco. Nos reunimos todo el grupo y cada uno debía hacer el trozo asignado. Habíamos empinado el codo de lo lindo. Fuimos andando, éramos más de diez personas. Lo llevamos todo a peso durante la caminata. Llegamos finalmente al lugar, ninguno de nosotros apenas lográbamos tenernos en pie, el operario coloca la cámara y comenzamos a trabajar. De repente aparecen unos vagabundos y se ponen a dar voces. Se acercan a los muchachos y comienzan a discutir algo con ellos. Después comenzaron a volar botellas hacia nosotros.

 

S: Pintaba de perfil y me di cuenta de que se acercaban a nosotros unos trabajadores sin darse prisa. Empecé a decirles a todos que alguien venía.

 

P: No entiendo de dónde han salido. S. se aproxima por la izquierda y dice: «¡Ya están muy cerca!». Me vuelvo a la izquierda y veo cómo todos corren hacia mí por una estrecha balaustrada. Y sólo me queda hacer los reflejos. Pienso: «¿qué diantres?». Se acerca a mí corriendo un trabajador, me resbalo y caigo de bruces contra la calzada. Me atrapa. Trato de zafarme, pero no puedo. Grito: «¡Chavales!», y la siguiente escena ya era que el más delgado de nosotros se levanta contra el trabajador y le pega contra el casco con una bolsa de redecilla llena con unos espráis casi vacíos. Luego huimos de la policía y los guardias: ¡empezó toda una cacería contra nosotros!

 

I: Ya no pudimos seguir llevando la motocicleta, la llevábamos con la locomotora de empuje, detrás de nosotros corrían aquellos tipos. Entramos en un estrecho callejón sin salida, yo daba vueltas y pasé rápidamente entre ellos.

 

P: Esto no es todo, me doy cuenta de que he perdido mi tarjeta social y doy media la vuelta. Hacia mí avanza el mismo trabajador con casco, ambos caminamos tranquilamente y nos separamos sin prisas. Allí los agentes de seguridad nos buscan mientras nosotros buscamos la tarjeta.

 

Uno de los chicos tenía el coche tuneado, un Subaru Impreza, y cuando estaban metiendo todo el equipo de vídeo en el maletero, se encienden unos faros y se acercan a nosotros unos maderos para hacernos una pregunta: «Bueno, muchachos, ¿qué tenemos por aquí?». En resumen, los chicos se los quitaron de encima diciéndoles que iban a grabar persecuciones en circuitos cerrados por Jodinka. Gracias a Dios, que no les dio por mirar las cintas. Tenía la documentación del coche en casa. Cuando la traje ya habían tenido tiempo de hacerse amigos, todos reconocieron que su coche molaba.

 

¿Qué relación mantenéis con otros grupos?


S: Ahora acaba de comenzar todo, hemos salido a escena y sólo ahora podrá surgir una relación. En general, hay bastante gente y grupos que nos apoyan.

 

¿Qué son para vosotros los grafitis?


S: Para mí los grafitis son una obra, arte urbano, porque mi vida transcurre en la calle.


Con qué os sentís más identificados: ¿con los grafitis o el street art?

 

S: Con el street art. En cada ocasión hacemos la idea que nos viene a la cabeza, sin seguir un plan determinado.

 

Pasamos al lugar de la acción: los participantes empiezan a prepararse para pintar. Llegan espráis de 600 mililitros, se ponen máscaras para ocultar los rostros y guantes para, en caso de que se presenten los policías, tener las manos limpias.

 

En primer lugar los chicos se interesaron por nuestra forma física, después de advertirnos de que es posible que nos tocara echar a correr. Y así fue: apenas se habían puesto a hacer los contornos y empezado a «rellenar» la imagen, alguien se percató de que en el cruce se había parado un coche de policía.


No se sabe si era una patrulla rutinaria o alguien había llamado a la policía (los viandantes al otro lado de la calle habían comentado algo así como «Bueno, ¿quién va a llamar a la policía?», sin ganas de hacer algo por sí mismos). Echaron a todos los grafiteros, que arrancaron a correr al patio. Al cabo de diez minutos, sin embargo, volvieron y «acabaron la pared».


El 1 de diciembre, en el cine Iliuzión, situado en uno de los rascacielos de Stalin, tuvo lugar el estreno de su vídeo. Por todo el cine colgaban letreros: «No hacer pintadas». Cinco años atrás alguien habría dejado su pintada. Se obedeció la orden: o bien el lugar influyó (es uno de los tres cines de Moscú donde se muestra cine clásico) o bien todos se volvieron adultos.


Fotos de Jan Lieske


La adrenalina. El entusiasmo. Esto es probablemente la respuesta principal a la pregunta siguiente: qué empuja a la juventud a pasarse las noches pintando en las calles, poniendo en riesgo su integridad física. El arte y las ideas dejan huella. Sólo les queda una cosa: obtener reconocimiento mundial.

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