Tres gallinas para el ministro

Foto de Reuters

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El movimiento estudiantil en Rusia es mucho menos activo y numeroso que en los países latinoamericanos o europeos. Las protestas se pueden contar con los dedos de una mano. Además, la mayoría de las manifestaciones pasan prácticamente desapercibidas ya que no cuentan con más de 10-30 participantes y evidentemente no logran cumplir sus objetivos. Sin embargo, a lo largo del último año los estudiantes de dos universidades de Moscú han conseguido ganar duras batallas contra las autoridades.

En verano fue despedido el rector de la Universidad de Investigación de Medicina de Pirogov, Nikolái Volódin, acusado de corrupción y de abuso de poder. Cuando terminaron los exámenes de ingreso los estudiantes que no habían logrado acceder a la universidad, se dieron cuenta de que algunos aspirantes con notas más bajas que ellos eran admitidos. Fue entonces cuando el programador Víktor Simak descubrió el fraude. Resultó que el 75% de los estudiantes admitidos no exisitán. Sus nombres y resultados eran falsos. Así, utilizando el truco de las “almas muertas” (como en la célebre novela de Gógol), las autoridades de la universidad pretendían asegurar el ingreso de 626 personas que no lo conseguirían por sus propio esfuerzo. Tras destapar el fraude, la primera en reaccionar fue la ministra de Sanidad y Desarrollo Social, Tatiana Gólikova, que tomó la decisión de despedir al rector. Su decisión fue apoyada por el ministro de Educación, Andréi Fúrsenko. Además, se abrió una causa penal contra el rector y los demás involucrados.

Reformas en la escuela superior rusa

  Las reformas educativas en Rusia duran ya más de una década, pero aún así siguen levantando polémica. Los principales cambios están vinculados con la integración de la escuela superior en el Proceso de Bolonia, el examen EEU (Examen Estatal Unificado) obligatorio para tener el título de secundaria y cuya nota determina el ingreso en la universidad, las nuevas formas de financiación de las universidades, etc.

Otro caso significativo tuvo lugar en la Universidad Estatal de Periodismo de Moscú. Hace más de dos años, los estudiantes de esta prestigioso centro emprendieron una lucha contra los abusos de poder de las autoridades. Los jóvenes protestaban contra el aumento del precio de las matrículas, el despido de algunos profesores y la reducción de sus sueldos. Pero sus voces caían en saco roto. Finalmente, durante la primavera de este año los estudiantes, apoyados por la Unión de Estudiantes de Rusia (una organización no gubernamental que defiende los derechos de los estudiantes), lograron reunir a 300 personas en un mítin cuyo lema principal era el despido del rector. Esta vez su demanda fue satisfecha: el rector Alexánder Tsiganenko tuvo que abandonar su puesto.

Sin ningún resultado


Lamentablemente estos casos son una excepción. Casi podríamos decir que se trata de los únicos ejemplos de lucha estudiantil eficaz de la última década. Según Alexéi Karpujin, vicedirector de la Unión de Estudiantes de Rusia, los jóvenes suelen ser bastante pasivos y son muy pocos los que emprenden una lucha para defender sus derechos. Además de no traer ningún resultado conlleva el riesgo de expulsión.

En noviembre, los estudiantes de la Universidad Estatal de Moscú Lomonósov, una de las principales escuelas superiores del país, realizaron varias protestas pacíficas contra la actividad política del jefe del Consejo estudiantil, Andréi Adriánov. Hacía poco Adriánov se había presentado como candidato a diputado de la Duma Estatal (Cámara Baja del Parlamento) y solicitó la entrada de los miembros del Consejo Estudiantil de la universidad en el partido Rusia Unida sin consultarlo con ellos previamente. Indignados por haberse visto involucrados en un “juego político contra su voluntad”, los estudiantes decidieron manifestarse.

El 19 de noviembre, unos cuarenta jóvenes se reunieron en el centro de Moscú con carteles con los siguientes lemas: “Universidad libre de policía”, “Entraremos en su partido. Cobramos poco”, etc.

Pero poco tiempo después, fueron detenidos por los agentes ya que no habían obtenido el permiso de las autoridades de la capital para organizar una protesta. En el conflicto intervino el propio rector, que evitó que a los estudiantes se les obligara a cumplir algún tipo de sanción administrativa. Pero los jóvenes no se calmaron y una semana más tarde volvieron a reunirse, esta vez tras obtener el permiso necesario. Tampoco consiguieron nada.

Una de las protestas más famosas y polémicas de la Universidad Lomonósov tuvo lugar hace cuatro años. Los estudiantes de la facultad de ciencias sociales llevaban meses protestando contra el bajo nivel de enseñanza en la facultad. Tras la repentina expulsión de los activistas tuvieron que callarse o acarrear con las posibles consecuencias.

La impotencia y desesperación por no poder cambiar las cosas conduce a los estudiantes más atrevidos a acciones extravagantes, aunque carentes de sentido.

El 17 de noviembre, diez jóvenes entraron en el ministerio de Educación y Ciencia ubicado en el centro de Moscú. Al cruzar la puerta, sacaron tres gallinas de una bolsa y soltaron a los animales. La guardia se quedó boquiabierta. Los jóvenes sacaron un cartel que decía: “La política educativa es para morise de risa” (la traducción literal sería: “La política educativa es para que se rían las gallinas”). Los estudiantes protestaban contra las reformas educativas y la corrupción en las universidades y además denuciaban la falta de la responsabilidad del ministro. Poco después fueron detenidos y trasladados a comisaría por “infracción de normas administrativas en la organización de una manifestación”. Posteriormente, los manifestantes presentaron una demanda judicial denunciando la actitud de la policía.

En septiembre de este año, los mismos activistas llevaron al ministerio seis cochinillos en señal de protesta contra la reducción de las becas universitarias. El resultado fue el mismo: acabaron en comisaría.

Miedo a las represalias


Según Alexéi Krapujin, los estudiantes tienen muchos motivos para salir a la calle: “Sube el precio de los estudios, se reducen las becas estatales, crece la corrupción en las universidades, las nuevas reformas educativas van en contra de la ciencia y la educación superior”. Pero ¿por qué la juventud se queda de brazos cruzados?    

El politólogo y director del Centro de la Información Política, Alexéi Mujin, cree que el movimiento estudiantil en Rusia no ha desaparecido, sino que simplemente se ha trasladado de las calles al ciberespacio, donde los jóvenes se sienten más libres y seguros. “Los estudiantes se ven amenazados, comenta Mujin. “No salen a las calles porque tenen miedo a represalias, ya que corren riesgo de ser expulsados de la universidad. Aunque la legislación actual no contiene ninguna norma que permita expulsar a los estudiantes por motivos políticos, existen precedentes en la vida real. La mayoría de los estudiantes desconoce sus derechos. Además, su estatus no está bien definido jurídicamente, por lo tanto, el estudiante ruso es muy vulnerable, y resulta muy fácil manipularle”, agrega el politólogo.

La directora del Centro de Estudios Juveniles de la Escuela Superior de Economía de San Petersburgo, Elena Omélchenko, añade que los estudiantes han dejado de creer en que su actividad pueda cambiar algo. “Reunir a un grupo numeroso en estas circunstancias es imposible. Pero los manifestantes de un grupo pequeño corren mucho más riesgo. Por lo tanto, los movimientos estudiantiles no van a ser masivos. No vamos a tener un Occupy Wall Street ruso. Aunque en Internet irán surgiendo movimientos alternativos”, comentó Omélchenko.


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