El Centro Español se encuentra en un
espacioso local frente a la céntrica estación de metro moscovita Kuznetski Most
que en 1965 fue cedido por las autoridades soviéticas al Partido Comunista
Español (PCE).
"Los viernes nos reunimos los varones, nos hacemos nuestra comida, nos
tomamos un trago, brindamos por lo que sea, jugamos a las cartas y pasamos un buen rato. Los martes se reúnen las mujeres", apuntó.
Miles de personas de todas las edades subieron desde la década de 1960 la
empinada escalinata de la tercera planta del edificio del centro para reunirse
con la comunidad española, aprender su idioma y su cultura y combatir la
nostalgia por la patria perdida.
El local incluye un salón de actos, donde se imparten clases de español, baile
y coros, un bar que recuerda a las tradicionales tascas españolas con numerosos
objetos con genuino sabor español y varias mesas para jugar a las cartas y al
dominó.
Parada obligatoria para todos los presidentes españoles, desde Felipe González,
el Centro Español tiene centenares de socios, pero son muy pocos los que pagan
la cuota anual, que asciende a 2.000 rublos (50 euros).
"No es mucho, pero en Rusia todo es caro. La vivienda es muy cara y la ropa
también. Muchos 'niños de la guerra' reciben la prestación española, pero la
dedican a ayudar a sus familiares", señala.
Mansilla, de 85 años, ha convocado una asamblea extraordinaria de socios para
el 3 de diciembre para abordar la crítica situación financiera de la
institución, que dejó de recibir el 1 de enero pasado la subvención del Imserso
(Instituto de Mayores y Servicios Sociales).
"Plantearé la necesidad de aumentar las cuotas hasta los 5.000 rublos (125
euros). Somos capaces de recaudar hasta 10.000 euros entre cuotas, ayudas y
algunos ahorros, pero necesitamos otros 30.000 para afrontar los gastos",
explica.
El alquiler del piso asciende a casi 12.000 euros anuales, a lo que se suman
los altísimos gastos de comunidad y la retribución del personal.
"El Imserso nos dice que no cumplimos con los criterios, pero tampoco nos
explican en qué consisten. Debían venir al centro en las fiestas, cuando se
reúnen más de cien personas. El centro está vivo", responde.
Mansilla considera que es "mentira" el argumento del Imserso, que en
2010 concedió al centro una subvención de 4.900 euros, que no contribuyan a la
divulgación de la lengua y la cultura españolas.
"Tenemos tres ciclos de lengua española, dos de flamenco y un coro.
Además, no se puede comparar el coste de la vida y las condiciones que existen
en Rusia con las de Argentina o México", replica.
Este "niño de la guerra", que nació en 1926 en el Rastro de Madrid,
asegura que se han dirigido al Príncipe de Asturias, al Defensor del Pueblo y a
empresarios en busca de ayuda, pero por ahora sin demasiada suerte.
"Parece que a nadie le importa, pero a nosotros sí nos importa. Nosotros
vivimos gracias al centro. Es el que se interesa por nuestras vidas. Todos los
privilegios que hemos recibido, desde la ciudadanía a las prestaciones, las
obtuvimos gracias al centro", señaló.
Mansilla, uno de los 3.000 "niños de la guerra" civil española
acogidos en su día por la URSS,
explica que para empezar habría que contratar a personas que se dediquen a
gestionar el centro, ya que él y varios de sus ayudantes son mayores de edad
que no cobran nada por su trabajo.
"Cada vez quedamos menos 'niños de la guerra', pero estamos todos muy
unidos al centro. En Moscú quedan unos 70. El que menos tiene llega ya a los 79
años y el que más supera los 90. Nos cuesta andar y nos falla la memoria",
comenta.
Mansilla reconoce que el Imserso siempre se ha portado muy bien con los
"niños de la guerra", que "todos los años pueden descansar
gratis durante quince días a España".
"Le aconsejé al Gobierno español que comprara el local, ya que hemos
invertido mucho dinero en el centro, pero no me hicieron caso. Si nos echan, se
perderá todo. Si el centro desaparece, desaparecerán también los 'niños de la
guerra'", comentó.
Mansilla insiste en que para los "niños" que no quieren dejar este
país por que "han echado raíces y tienen a sus hijos y nietos en
Rusia", el centro es como "un pedazo de nuestra patria en Rusia,
instalada en el centro de Moscú".
"Queremos seguir siendo españoles", sentencia el niño del Rastro que
desembarcó en 1937 en "el paraíso del proletariado", como describía
su padre a la URSS. EFE
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