Rusos y budistas

La tercera parte de la población de Kalmukia fue deportada durante la época de Stalin. Actualmente, los habitantes de esta región siguen recurriendo a sus raíces para encontrar respuestas al pasado, al presente y al futuro.

“¡Haz que se cumplan todos nuestros deseos! ¡Líbranos de todo sufrimiento, peligro, enfermedad y tristeza! ¡Haz que la paz y la felicidad dominen la Tierra!”



Más de 2.000 budistas recitan este mantra arrodillados en alfombras ante el templo de la Morada de Oro del Buda en la ciudad de Elistá, capital de la república de Kalmukia, una de las tres regiones budistas de Rusia. Repiten las plegarias pronunciadas por el líder budista local, Telo Tulku Rimpoche. Finalmente, cuando se inicia la meditación el silencio reina en la plaza.


A medida que la noche empieza a caer, se encienden miles de velas. Los monjes provenientes de Tíbet, Tailandia y Estados Unidos, así como de las regiones rusas de Buriatia y Tuvá, bendicen a aquellos que se han desplazado desde diferentes puntos de la región y desde las vecinas regiones del sur de Rusia. Juntos sueltan velas en pequeños globos aerostáticos que iluminan el oscuro cielo nocturno.

Esta ceremonia constituye una ofrenda de luz a Buda y se presentó a los fieles rusos por primera vez el mes pasado, al inicio del foro internacional “El budismo: filosofía de la no violencia y la compasión”, celebrado en la ciudad de Elistá.


A pesar de las objeciones por parte de China, un grupo de treinta monjes tibetanos del Monasterio Gyudmed, designados por el Dalái Lama, llegó a esta república para bendecir un templo y las diecisiete esculturas de científicos budistas tibetanos que se encuentran en su interior.

En la ceremonia, los globos y las velas formaron un camino de luz en la noche cerrada. “Este es nuestro camino blanco”, susurra alguien entre la multitud.

“Que tengas un camino blanco”, así reza el saludo más sincero que tradicionalmente utilizan los habitantes de Kalmukia.

La verdad es que es un deseo bastante modesto para los habitantes de esta empobrecida región, atrapada en la plana y arenosa estepa. La población de Kalmukia supera los 300.000 habitantes y ha optado por recuperar la filosofía y la cultura tradicionales del budismo tibetano. Esta religión fue adoptada por sus antepasados, las tribus oirates de Mongolia, en el siglo XIII y trasladada al imperio ruso cuando los oirates migraron allí en el año 1609.

Sin embargo, durante la represión estalinista, en los años treinta del siglo pasado, estas tradiciones fueron violentamente destruidas junto con todas las casas de oración, templos y reliquias sagradas. Los calmucos soportaron diecisiete años de exilio en Siberia.

Hoy en día Kalmukia es la segunda región más pobre de Rusia, solamente por encima de Ingushetia. El presidente Medvédev visitó la república el pasado mes de marzo y describió la situación como “difícil”. La tasa de desempleo en la región es del 15 %, el doble que el promedio a nivel nacional.

El budismo es una religión que predica la tolerancia y la benevolencia, por lo que los calmucos han aprendido a lidiar con sus durísimas circunstancias. “Hemos vivido tiempos peores”, expresa Evdokia Kutsáieva, una mujer de 84 años que recuerda las deportaciones de Stalin con lágrimas en los ojos. “Una noche, en octubre de 1943, colocaron a toda la población de la república en unos vagones sucios y nos enviaron a Siberia. Miles murieron en el camino. Recuerdo los cuerpos apilados en las plataformas”.

Hasta finales de los años 80, para Kutsáieva y su familia era peligroso encender una vela al Buda, por no hablar de soltar al cielo globos aerostáticos. Para su alegría, las autoridades han construido 55 nuevas casas de oración budistas y treinta templos en los últimos diez años.

“Hoy en día, esto es todo lo que nos queda para lograr que la gente se sienta feliz y en paz”, afirmó Alexánder Neméiev, comerciante local, mientras señala la estatua dorada de Buda ubicada en el templo que él construyó para su aldea, Ulduchini. Lo hizo hace dos años y le costó aproximadamente 30.000 euros. Recientemente, cerca de 100 budistas se acercaron a rezar junto a los monjes tibetanos que estaban de visita en la república.

Pero no todas las personas de la aldea participaron de la ceremonia religiosa. “El templo no me brinda la comida que necesito para mis dos hijos”, cuenta Jondor, un electricista viudo de 47 años que no quiso dar su apellido. Está orgulloso de ser una de las dos personas que poseen un trabajo a tiempo completo en Ulduchini. “Históricamente los calmucos han soportado los problemas”, afirmó, y agregó que “afrontar las dificultades es parte de nuestra tradición”, lo que podría extenderse a una gran cantidad de personas en Rusia.

Los hijos de Jondor, Aveyash y Naguila, de catorce y trece años respectivamente, expresaron que su sueño era abandonar Kalmukia, quizás para continuar sus estudios en Moscú o San Petersburgo. A su padre no le preocupa este objetivo, dado que, según dijo, no ve futuro para ellos en esta república federal de Rusia.

Los líderes budistas calmucos afirman que sus esfuerzos no se limitan a la reconstrucción de templos, actividad que recibe el apoyo del Gobierno. El objetivo consiste es recuperar la mentalidad y cultura budistas en la región, así como los valores seculares básicos de los seres humanos, tales como la compasión, el amor, la generosidad y el perdón.

Según Telo Tulku Rimpoche, los calmucos, desolados tras dos décadas de crisis económicas y sociales, cuando se acercan al templo principal de la República, o Primer Hurul, repiten frases del tipo “mi alma está dañada; por favor, ayúdeme". El monje agrega que, “en cierto sentido, actuamos como un centro espiritual y psicológico en donde se brinda esperanza, apoyo moral y orientación espiritual a la población".

El multimillonario Kirsán Iliumzhínov, presidente de Kalmukia hasta 2010, estuvo presente en las ceremonias que se celebraron hace poco. El polémico exmandatario expresó que las enseñanzas del budismo que él apoyó durante su gestión, salvaron a Kalmukia de verse involucrada en la espiral de violencia terrorista que azota a las vecinas repúblicas del Cáucaso Norte.

Según Zhironkina, “la filosofía pacífica y generosa del budismo es una solución para los habitantes de Kalmukia, sobre todo dentro del caos y de la dura realidad que les toca vivir".

Como un ave Fénix

Los budistas calmucos fueron severamente reprimidos durante la época del Gran Terror de Stalin, en los años 30 del siglo XX. Todas las religiones fueron perseguidas durante el régimen soviético, pero el budismo sufrió un desmantelamiento casi absoluto. Hacia 1941 se habían cerrado, o incluso destruido, todos los monasterios y templos budistas y los más destacados miembros de la élite religiosa (monjes de alto rango y expertos en la doctrina budista) habían sido ejecutados o desaparecieron en campos de concentración. En 1943 hubo una nueva ola de represión, cuando alrededor de un tercio de los calmucos fue desplazado de sus hogares y deportado a Siberia.

3 datos sobre el budismo

1. El budismo es la religión principal en las repúblicas de Buriatia, Kalmukia, Tuvá y Altái, así como en las regiones de Zabaikalie e Irkutsk (todas ellas ubicadas en Siberia, a excepción de Kalmykia). El budismo surgió en Rusia en el sigo XVII y en 1764 fue aceptado oficialmente como una de las religiones del Estado.

2. De acuerdo con datos del último censo realizado en Rusia, en la actualidad residen cerca de 1.400.000 budistas en el país, equivalente al 1 % de la población total.

3. En 1979, el Dalái Lama realizó su primera visita a la Unión Soviética. En 1994 fue recibido con entusiasmo en la visita que realizó a las tres repúblicas budista. Sin embargo, a medida que el comercio entre Rusia y China fue creciendo en importancia la situación fue cambiando. Desde el año 2004 Rusia no concede visados al Dalái Lama.

Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.

Esta página web utiliza cookies. Haz click aquí para más información.

Aceptar cookies