Sin embargo, si uno lee atentamente dicho informe se dará cuenta de que el objetivo de sostener los intereses nacionales de la Federación Rusa en la Antártida no es incompatible con la cooperación internacional, el desarrollo científico y el mantenimiento de la región como zona de paz, que son los principales fines del Tratado de 1959. El informe ruso contempla la protección ambiental y hace hincapié en el respeto a las normativas vigentes, refiriéndose específicamente al Protocolo de Madrid.
Actualmente, la Federación Rusa se caracteriza por poseer una política exterior de expansión y crecimiento con el fin de proteger sus intereses nacionales en todo el mundo, intentando cumplir con su rol de potencia re-emergente. En este sentido, vemos como Rusia ha sabido instalarse dentro del grupo de los BRICS (junto a Brasil, India, China y Sudáfrica) y en el G-20, además del reciente anuncio de su ingreso en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Si bien opta por jugar dentro de las instituciones, tal como hacen los demás países emergentes, Rusia establece sus objetivos de forma más precisa y directa. En la Antártida, esta característica no tiene excepción y en general puede sonar “más dura” debido al frágil ambiente que predomina en la región.
Un buen tiempo en Antártida (el avion ruso Il-76 en el fondo)
Rusia tiene una larga historia de participación en el continente helado. Aunque en épocas de la crisis y disolución de la Unión Soviética su actividad decayó significativamente, en el año 2008 se reabrieron dos estaciones científicas cuyo objetivo es el de estudiar las reservas energéticas de la zona, mostrándose en el escenario internacional con intereses renovados que vuelven a reflejar políticas activas sobre el territorio antártico.
En octubre del año pasado el primer ministro ruso Vladímir Putin había expresado su voluntad de ampliar la presencia en el continente antártico. "Queremos aumentar la presencia de las expediciones científicas rusas en el continente helado, modernizar nuestras estaciones polares y nuestra flota de investigación científica y, además, participar activamente en proyectos polares internacionales", sostuvo Putin.
La ventisca en Antártida
En esa misma oportunidad, Valeri Martischenko, Subdirector del Departamento de Medio Ambiente del Servicio Federal ruso de Meteorología, explicó que el proyecto “incluye medidas para fortalecer y realizar los intereses de Rusia en el Antártico”, tales como la construcción de cinco buques nuevos para realizar expediciones e investigaciones científicas hasta el año 2030, entre muchos otros objetivos.
Lo que llama la atención entonces, probablemente sea la crudeza con la que Rusia plantea sus estrategias a mediano y largo plazo, haciendo hincapié en el concepto de “interés nacional”, lo que genera ciertas rispideces en la diplomacia internacional. Pero esta es una característica ya clásica de los documentos oficiales rusos, por lo que ni el resto de los Estados, ni los medios de comunicación internacionales deberían temerle.
Por otra parte, China también es considerada un riesgo para la estabilidad del continente helado, ya que es otro de los países cuya actividad antártica se encuentra permanentemente en aumento. De hecho, un documento publicado en Australia, elaborado por el Lowy Institute for International Policy, destacó la eventual amenaza china denunciando el nacionalismo que caracteriza la instalación de sus bases. Entre otros ejemplos, este informe destacaba el hecho de que una de las bases exhibía un cartel en su entrada en donde se leía “Bienvenido a China”, a pesar de encontrarse en el territorio reclamado por Australia. De esta forma, el documento advierte también sobre el futuro del Tratado e insta al desarrollo de políticas más efectivas por parte del gobierno australiano.
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Si bien hoy no juegan en un primer plano las disputas territoriales y se pretende avanzar con un fin común como el de la exploración científica y el estudio de los efectos del cambio climático, al poseer recursos naturales únicos la Antártida se convierte en una zona de especulación constante para todos los países del sistema internacional.
Mientras la investigación siga dedicándose a la exploración científica y no a la explotación comercial de sus recursos, el régimen antártico será exitoso. Caso contrario, se afectaría gravemente la estabilidad internacional y nuestro entorno natural. Sin embargo, a pesar de la voluntad de algunos medios de comunicación por anunciar estas catástrofes, es muy poco probable que dicho escenario suceda, al menos en el corto plazo.
El Tratado Antártico
En el año 1959, en plena Guerra Fría, se decidió impulsar la firma del Tratado Antártico para preservar al continente blanco como una zona de paz y ciencia y dejarlo fuera de toda posible confrontación militar Este - Oeste. Para esto, se interrumpió la posibilidad de realizar cualquier tipo de pretensión territorial en el continente. Los reclamos que habían realizado Argentina, Chile, Australia, Nueva Zelanda, Francia, Noruega y Gran Bretaña fueron preservados y protegidos a partir de 1961, cuando el pacto fue ratificado por todos los países firmantes. Tanto la Federación Rusa como los Estados Unidos no han realizado reclamaciones territoriales específicas a la hora de firmar el Tratado, pero sí se reservaron el derecho de hacerlo en caso de que, eventualmente, los demás países así lo hicieran.
En general, se considera que el Tratado Antártico es uno de los instrumentos internacionales más exitosos de la historia del último siglo, ya que cumple cabalmente todos sus objetivos que consisten en la no militarización del continente, su utilización con fines pacíficos y la promoción de la cooperación internacional en la investigación científica. Hasta el momento son 48 países los países que se han adherido al Tratado.
El Tratado Antártico se encuentra abierto a la comunidad internacional, permitiendo el ingreso y la instalación de bases científicas a todos los países del mundo. En este contexto, se entiende que países como Ucrania, India, China o Polonia, entre muchos otros, tengan sus respectivas bases científicas operando en el continente antártico. Sin embargo, siguen siendo las grandes potencias quienes logran un mayor desarrollo y mejores condiciones de accesibilidad: Estados Unidos posee una de sus bases científicas en el Polo Sur geográfico, mientras que Francia, en 1955, instaló una base en el polo magnético, en Tierra Adela. Rusia, por su parte, logró colocar la base Vostok a más de 3.000 metros de altura, siendo la de mayor altura en el continente hasta el año 2009, cuando China la superó con su base Kunlun, en el Domo A, a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar.
Este año, en particular, fue muy importante para la política internacional en la Antártida debido a la conmemoración de una serie de aniversarios, entre los que se destacan el Centenario de la expedición que llegó por primera vez al Polo Sur, dirigida por el noruego Roald Amundsen; los 50 años de la entrada en vigor del Tratado Antártico y los 20 años de la apertura a la firma del Protocolo de Madrid. Este protocolo tiene como objetivo proteger “el medio ambiente antártico y los ecosistemas dependientes y asociados, así como del valor intrínseco de la Antártida, incluyendo sus valores de vida silvestre y estéticos y su valor como área para la realización de todas las actividades que se desarrollen en el área del Tratado Antártico”, tal como establece el Artículo 3°, inciso 1° del acuerdo.
En este contexto, la XXXIV Reunión Consultiva del Tratado Antártico (RCTA) adoptó la “Declaración sobre la Cooperación Antártica en ocasión del 50° aniversario de la entrada en vigor del Tratado Antártico”, conocida como la Declaración de Buenos Aires. El objetivo de este documento consiste, entre otras cosas, en convocar a los Estados Parte del Tratado que no tienen status consultivo o que no son parte en el Protocolo de Madrid a formar parte del mismo.
Lic. Sergio G. Caplan es Director del Observatorio Polar del Centro Argentino de Estudios Internacionales e Investigador del Instituto Universitario Naval
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