Durante doscientos años el Cinturón no salió de los límites del Monte Athos, en Grecia, donde se guarda, en el monasterio de Vatopedi, así que la reliquia nunca antes estuvo en Rusia.
Moscú es el último punto del viaje por Rusia del Cinturón, pues con anterioridad el cinturón se exhibió en catorce ciudades del país y fue recibido en todas partes por una multitud de miles de creyentes. Según la leyenda, el Cinturón ayuda a las mujeres que no pueden concebir. La entrada a Athos está rigurosamente prohibida a todas las mujeres, y no es de extrañar que haya tanta gente deseosa de inclinar la cabeza ante la reliquia sagrada. Para tocar el arcón donde yace el pedazo de cinturón, tejido con tela de camello por la propia mano de la Madre de Dios, los creyentes viajan desde los arrabales de Moscú e incluso desde ciudades lejanas. Llegar al templo no es en absoluto sencillo: los miles de fervientes guardan cola durante cerca de siete horas. Durante ese tiempo la gente se dedica a leer oraciones, a relacionarse entre sí y con los sacerdotes que prestan su apoyo a los que aguardan. Fuimos al templo para saber qué piensa la gente, a pie de cola, y las emociones que esperan obtener de su encuentro con el objeto sagrado.
Anna, 26 años: «Llevo ya dos horas haciendo cola para ver el Cinturón de la Virgen y no sé cuántas horas más tendré que esperar. Pero nos ofrecen para beber té, nos dejan meternos en los autobuses para entrar en calor, así que el estado de ánimo es extraordinariamente positivo, ya que he venido aquí no sólo para venerar la reliquia, sino también para pedir ayuda a fin de engendrar un niño».
María, 53 años: «Trabajo en el monasterio Donskoi. Soy una persona muy creyente y no es la primera vez que me encuentro en colas tan largas. Pero, después de todo, vamos al encuentro de la Madre de Dios, ¿cómo podemos temer las horas de frío, de espera o cualquier otra cosa?
Svetlana, 29 años: «He dado a luz a un niño, pero he venido a rezar por otro. Estoy dispuesta a hacer cola tanto cuanto haga falta, voy bien abrigada. En general, la organización del evento es muy buena, así que no creo que dejen que nos helemos de frío».
Anatoli Vasílevich, 65 años: «Hace mucho supe por la prensa y por la televisión que exhibirían el Cinturón en Moscú y ya entonces decidí que sin duda vendría a venerarlo. Yo, como los demás que están aquí, con toda probabilidad, albergo unas expectativas muy íntimas de este contacto con el objeto sagrado».
Elena, 30 años: «He venido aquí con mi marido, tenemos un objetivo concreto, vamos a pedir ayuda a María para tener un niño. Sería estupendo si trajeran el Cinturón más a menudo aquí ».
Tamara, de 53 años: «Soy de Ucrania, pero trabajo como ama de casa y niñera en Moscú. Estoy muy contenta de que se nos presente esta posibilidad de encontrarnos con el milagro. Guardé cola durante seis horas. A mí lado, durante todo ese tiempo, encontré gente muy interesante. Por ejemplo, una mujer me contó cómo ha participado en la confección de cinturones (cinturones de recuerdo, inspirados en el Cinturón de la Virgen). Me queda dar literalmente unos pocos pasos para entrar en el Templo, las emociones más radiantes.
El arcipreste Alexi Kazanchev, superior del templo del mártir santo de Gueorgui Pobedonosets en Starie Luchniki: «Hacemos dos servicios al día junto al Cinturón y, en general, ayudamos con la organización del encuentro con la reliquia sagrada. Ha ido muy bien que los medios de comunicación se hicieran tanto eco de este acontecimiento. En general, sólo hay que prestar más atención a la iglesia, pues aparte de ella nadie habla sobre la moralidad en el mundo moderno. Los conceptos de la moral, los mandamientos que venera la gente, nos han sido otorgados por Dios. No los inventó cualquier filósofo o científico. Si la sociedad se aleja de estos preceptos, se degenera. La democracia, el liberalismo, la libertad sin la observación de la ley de Dios pueden convertirse en una tiranía, y eso no es constructivo, sino destructivo. Por eso, si tanta gente quiere entrar en contacto con la reliquia significa que en esa gente también hay algo sagrado. Cuando los veo, surgen en mí las impresiones más optimistas.
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