Lost in Moscow (II)

¿Cómo descubrir la capital más grande de Europa? En esta ocasión os proponemos una visita a la “bania” (casa de baños) más antigua y legendaria de Moscú. Además de penetrar en una de las tradiciones más arraigadas de la cultura rusa, el paso por los baños Sanduní es una cita imprescindible para los amantes del cine de Serguéi Eisenstein. ¿Por qué? Os lo desvelamos en el siguiente artículo.

Los baños Sanduní (Sandunovskie bania)


Cada Nochevieja, en la televisión rusa se emite Ironía del destino, o goce de su baño, la aclamada película de Eldar Ryazanov, en la que unos amigos se reúnen para acudir a una casa de baños antes de recibir el Año Nuevo. Quizá éste sea el ejemplo cinematográfico más popular de lo enraizado que está el ritual de la “bania” en la cultura rusa. Todo un ceremonial de cuya existencia se hace referencia ya en la “Crónica de Néstor” del s. X. La admiración que causaba entre los visitantes extranjeros, además, contribuyó a que se popularizara fuera de sus fronteras: desde las construcciones de madera hasta el flagelo con “veniks” [escobas de ramas de abedul].

A diferencia de Europa Occidental, donde la práctica de la sauna o de las casas de baños solía asociarse a costumbres de las clases pudientes, en Rusia siempre se vinculó con una forma natural de mejorar la calidad de vida: un tratamiento de higiene, de cura de enfermedades y, por si fuera poco, una fuente inestimable de placer.

Baños Sanduní, fotografías de Marta Rebón y Ferran Mateo


Como Tolstói, el vodka y las dachas, las casas de baños son esenciales para los rusos. Durante la época soviética, las autoridades promovieron sus beneficios entre todas las capas de la sociedad. Vladímir Guiliarovski, el gran cronista de la capital rusa, afirmaba, en la década de 1920, que había registrados más de sesenta establecimientos de este tipo en la ciudad.

Con todo, hay clases y clases. Y los baños Sanduní fueron un punto de esparcimiento para la elite artística y financiera de Moscú. Situados en Neglinnaya úlitsa, la calle que nace en la parte posterior del Mali Teatr y el TsUM, su historia, sobre todo la de su inauguración, que se remonta a 1808, parece un capítulo escrito con tácticas folletinescas, aunque aderezado con grandes dosis de amor romántico.

Sila Sandunov, actor de la compañía del teatro Petrovski –de cuyas cenizas surgió el Bolshói-, conoció en San Petersburgo a Yelizaveta Uranova. El intérprete se prendó de inmediato de la talentosa cantante de ópera, quien gozaba de la protección de Catalina II. Pero ésta no era la única admiradora de los dones de la mezzo-soprano: el conde Bezborodko la perseguía con anhelos muy distintos. La joven diva, indiferente al capricho del gran canciller, lo rechazó y correspondió a los sentimientos apasionados del actor. Visto el enorme poder que ostentaba el conde Bezborodko, tuvieron que casarse en secreto bajo la égida de la emperatriz, que ejerció de dama de honor. Poco podía imaginar la pareja que el regalo de bodas de la emperatriz, un diamante, desempeñaría, en el futuro, un papel tan importante en sus vidas. El acoso del empecinado conde no cesó ahí, y la pareja se vio forzada a trasladarse a Moscú. En los escenarios de esta ciudad, sin embargo, los artistas no tuvieron tanta fortuna y, en aras de mejorar su situación económica, los Sandunov decidieron probar suerte con los negocios y abrir la mejor casa de baños moscovita. Fue entonces cuando el regalo de la emperatriz se reveló providencial, pues con su venta se financió la compra del terreno.

Piscina de los baños Sanduni, foto de Marta Rebón y Ferran Mateo


Si bien el diseño actual no corresponde al original, se sabe que la decoración ideada por Sandunov parecía sacada de los ricos decorados de la ópera: frescos en las paredes, escaleras de mármol, elaborados ornamentos de estuco en los techos. Poco después, la casa de baños pasó a otras manos. Acabó pasando en herencia a la acaudalada Firsanova, que se encontró el recinto en un estado ruinoso. Fue entonces la determinación de su marido, Aleksandr Gonetski, quien le devolvió todo su esplendor con una reforma integral en 1896. Gonetski viajó por toda Europa para entender mejor el negocio de los baños, y el resultado, bajo la dirección del arquitecto vienés Boris Freidenberg, fue una ecléctica combinación de estilos. Lujosa piscina, elementos góticos y moriscos, mármoles traídos de Italia y Noruega, azulejo inglés, alemán y suizo, así como frescos y vidrieras. Se emplearon los últimos avances científicos y tecnológicos, todas las habitaciones se iluminaron con electricidad y un complejo sistema filtraba el agua del río Moscova.

En 1917, después de casi veinte años, Firsanova decidió deshacerse de la casa de baños, cuando su fama ya se había extendido por toda Europa. Encontró un comprador que la adquirió por cuatro millones de rublos. Sin embargo, tres días más estalló la revolución, y el renombrado Sanduni, con la nacionalización, pasó a llamarse «Casa de baños nº1» y entró en una espiral de decadencia. Allí volvieron a compartir espacio todas las clases sociales o, mejor dicho, se obedecieron a rajatabla las directrices del Partido, como su asignación matutina para el reposo de los más reputados atletas.

Pero lo que muchos no saben es que en la piscina del Sanduní tuvo lugar una histórica proeza naval. En 1925, Eisenstein se sirvió de la piscina para reproducir las aguas embravecidas del Mar Negro y rodó unos planos con barquitos para su genial El acorazado Potemkin. Y no es la única vez que el cine lo llevó a las pantallas, pues medio siglo más tarde, varias secuencias de La ironía del destino, la película que mencionábamos al principio del artículo, se filmaron allí.

Han pasado los años pero los baños Sanduni siguen siendo considerados los más prestigiosos de Moscú. No en vano fue uno de los lugares preferidos de los moscovitas de otros tiempos, incluidos celebridades como Shaliapin, Bulgákov, Maiakovski, Chéjov, Pushkin o Tolstói. Su visita es, para el extranjero, una experiencia auténtica, no sólo de las prácticas culturales de Rusia, sino de su historia más palpitante.

Calle Neglinnaya 14, ed. 3-7

Metro: Kuznetski most.

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