Helena Vidal, voz de la literatura rusa en catalán y español

Portada de una de las traducciones de Helena Vidal.

Portada de una de las traducciones de Helena Vidal.

Para los rusófilos de habla española y catalana, Helena Vidal es toda una institución. Entre sus traducciones, figuran obras de los grandes exponentes de la literatura rusa. Nacida en la Rusia estalinista de padre catalán y madre asturiana, ambos exiliados en la URSS, volvió siendo una adolescente a la España franquista. Promotora de los estudios de ruso en la Universitat de Barcelona, por sus aulas han pasado varias hornadas de eslavistas. La que escribe estas líneas también fue una de esas alumnas que tuvo la suerte de asistir a sus clases. Nosotros, los estudiantes, al otro lado de la tarima, escuchábamos con admiración a esta mujer, de voz tenue pero firme, que con su buen hacer nos ayudaba a transitar por los vericuetos de la lengua rusa. Su labor le viene de casta, pues su progenitor, August Vidal, fue uno de los traductores pioneros en verter al español la gran novelística rusa.

De su padre y otras cuestiones de su dilatada vida profesional, como docente y traductora, hablamos en la siguiente conversación:

-¿Cuál fue el primer libro que tradujo?


Lo primero que traduje fue el relato de Yuri Tyniánov “El mocito Vitushíshnikov” (“Малолетний Витушишников»), en castellano, para el volumen “Diez humoristas contemporáneos”, el XI de la colección “Maestros Rusos” que publicaba Planeta. ¡En 1970! En la prehistoria. A partir de entonces he traducido siempre al catalán,  hasta ahora, que he vuelto al castellano. No he visto ese texto desde entonces. Tiemblo de pensar cómo estaría esa primera traducción.

Helena Vidal. Foto de Marta Rebón.

-Pushkin, Gorki, Mandelstam… ¿Qué autor le ha gustado más traducir?


Todos. Traducir siempre es un gran placer. Otra cosa es que un autor me guste más que otro. Cada cosa tiene su momento. A Gorki lo traduje de joven y agradezco haberlo hecho. Pushkin siempre es Pushkin, cualquiera que esté un poco metido en cultura rusa sabe el placer que proporciona leerlo... y la enorme dificultad de traducirlo, por muchas razones. Mandelstam es lo último que he hecho y ha sido fuente de muchísima satisfacción; también de miedo ante tanta grandeza, frustración ante la imposibilidad de transmitir todo lo que me hubiera gustado. Seguramente es lo más difícil que he hecho. Cada vez que he traducido a un poeta me he preguntado cómo me atrevía, sobre todo cuando se ha tratado de genios como Pushkin y Mandelstam, y me juraba que era la última vez que caía en tal atrevimiento. Luego he vuelto a caer… Me suelen empujar las ganas de compartir algo que a mi me ha enriquecido. La pena es que son cosas que cada vez tienen menos público. Por lo menos, nos da pena a los que nos hemos criado con eso y ahora vemos que las cosas cambian tanto que lo que para nosotros era vital se convierte en algo marginal.

Selección de poemas de Mandelstam realizado por Helena Vidal

-Se acaba de publicar su traducción al castellano y al catalán de “Armenia en prosa y en verso”, de Ósip Mandelstam.  El libro es una especie de zoco literario donde se puede hallar todo tipo de géneros: poesía, ensayo, cuaderno de viaje, memoria... ¿Cuáles fueron los aspectos más difíciles a la hora de traducir este complejo texto?


Es un material muy difícil. La primera vez que leí “Viaje a Armenia” pensé que era intraducible. Hay que meterse muy dentro del texto, hacerlo propio. Desde luego, la mayor dificultad ha consistido en la interpretación de las imágenes. La prosa, tanto como el verso, está construida por encadenamientos de imágenes y asociaciones de ideas, los peldaños entre las cuales muchas veces están omitidos.  Me ha ayudado leer los comentarios de los estudiosos, escuchar las opiniones de lectores rusos, consultar otras traducciones –con las que no siempre coincido, pero me sirven de acicate-. Aún así, hay momentos en los que las interpretaciones de los especialistas divergen. Entonces hay que guiarse por la interpretación que le parezca a una más razonable y por la propia intuición. Y correr el riesgo de equivocarse. Sé de un lector español que dijo: “A veces no se entiende, pero atrapa”. Eso mismo ocurre en ocasiones con el original ruso. Si “atrapa”, a pesar de no entenderse del todo desde el punto de vista lógico, el efecto se ha conseguido.

-¿Por qué se traducen tan pocos autores contemporáneos rusos?


Hace unos años habría dicho que porque el background y los hábitos literarios rusos eran muy distintos de los nuestros. Ahora, aunque sea poco, yo diría que se traducen algo más que antes –los contemporáneos-, porque las corrientes literarias rusas se han acercado a las occidentales. Aún así, es probable que un libro que tenga mucho éxito en Rusia no lo tenga necesariamente aquí: los referentes son muy distintos. El “tempo” muchas veces es más lento que el habitual para el lector español y, sobre todo, los referentes culturales y emocionales, muy otros.

-¿Qué valoración hace de la supresión de los estudios de filología eslava? ¿Cree que el buen momento por el cual atraviesa la literatura rusa en España obedece, en parte, a las diversas hornadas de eslavistas que han ido saliendo en las últimas décadas?


Pues ¡qué valoración voy a hacer! Soy una de las personas que estuvieron en los orígenes de esos estudios. Los fundamos con una gran ilusión, pensando que por fin llenábamos un vacío que ya estaba a punto de ser llenado cuando se produjo la guerra civil, que truncó tantas cosas. Con un montón de años de retraso, por fin podíamos poner una base para los estudios serios en el campo de la eslavística. Y ahora, “¡paf!” De un plumazo, fuera. Sí, queda en la UB de Barcelona el estudio del ruso y del polaco, pero están escondidos en “Lenguas modernas” y me temo que puedan perder presencia y peso. Una pena, desde luego. Ahora que empezábamos a ver los frutos. Porque, efectivamente, creo que si la literatura rusa y, también, la polaca y la de otras lenguas eslavas, se encuentran en buen momento, se debe en buena medida a las hornadas de eslavistas formados en los últimos años en diversas universidades españolas. En concreto en la nuestra, yo estoy muy satisfecha de ver el trabajo que están haciendo traductores jóvenes salidos de nuestras aulas. Y he podido asistir a la formación de gente muy valiosa, no sólo como futuros traductores, sino también como filólogos y lingüistas. Así que ahora no sé qué va a pasar, el sentimiento dominante es de pena y frustración. Da la sensación de que una idea de la cultura, que había dado sentido a todo nuestro hacer, se está acabando, se está destruyendo. Quizás no sea más que la nostalgia recurrente de la vejez por el mundo de la propia juventud, no sé.         De todos modos, yo espero que en su forma nueva los estudios de ruso y polaco sigan dando frutos. Porque trabajan ahí personas muy valiosas, con mucha experiencia y amor a su trabajo. Entre ellos, algunos jóvenes muy buenos. Ellos estarán más de acorde con las nuevas mentalidades y los nuevos métodos de trabajo.

-Su padre, Augusto Vidal, fue uno de los principales traductores de la literatura rusa y en una época, además, en la que no se disponía de los avances tecnológicos de hoy en día. ¿Recuerda de qué medios y recursos se servía para acometer esta tarea?


Pues usaba lo que era habitual entonces. Su despacho estaba tapizado de diccionarios; cuando tenía determinadas dudas, se iba a las bibliotecas a consultar; leía bibliografía diversa en varias lenguas (dominaba el francés y el alemán, además del castellano y el ruso); y, cuando todo eso no daba resultado, consultaba a los amigos rusos: la correspondencia entonces era menos rápida que los mails de hoy, pero también eficaz.

-Además de dedicarse a la traducción, ha sido impulsora de los estudios rusos en la Universitat de Barcelona. Es autora de un manual de traducción y uno de gramática de la lengua rusa… Qué le ha reportado mayor satisfacción: ¿la actividad docente o la práctica de la traducción?


Las dos cosas. Una te pone en contacto con las personas, la otra se realiza en solitario. Siempre me gustó enseñar. Ver cómo unos estudiantes muy jóvenes, casi niños, van madurando y formándose y acaban siendo, por lo menos en algunos casos, auténticas promesas y luego realidades da una enorme satisfacción. También, siempre he disfrutado mucho con las palabras. No me he dedicado a escribir, pero la traducción te permite sentirte un poco escritor, en todo caso co-creador. Transportar una emoción de una lengua a otra es un enorme placer, plagado de dificultades y frustraciones, pero placer.

-Es una de las personas entrevistadas en el libro de Julià Guillamon “El dia revolt. Literatura catalana de l'exili” (El día revuelto. Literatura catalana del exilio). Háblenos un poco de él. ¿Ha pensado en escribir algún libro sobre los "niños de Rusia", tema que por las vivencias de sus padres le resulta tan cercano?


En su momento sí lo había pensado. En los años 80 nadie conocía la experiencia de esas personas, tan traumática. Yo sentía que había que darla a conocer. Pero hacía falta la participación de especialistas, había que investigar, no me podía basar sólo en recuerdos familiares Con un par de historiadores intentamos poner en marcha una investigación, pero no cuajó: no había suficiente interés. Más tarde, a principios de los años 2000, lo volvimos a intentar con otros dos historiadores (Pelai Pagès y Jordi Ybarz) y estudiantes de historia y de filología. Cuajó algo más, hicimos un trabajo que a los que participaron creo que les sirvió. Pero a la hora de presentar el proyecto al Ministerio se nos denegó, porque ya había otras personas trabajando en el tema: había llegado el momento del interés. Ahora hay estudios, reportajes, memorias, películas. Ya no se puede decir que no se conozca el drama de los “niños de la guerra”. El que quiera puede conocerlo. Por lo que respecta a mí, como hija de maestros de esos “niños”, es una historia que me queda muy cerca, desde luego. Considero que la biografía que ha escrito Enric Ramionet sobre mi padre, por encargo del Ayuntamiento de Llagostera, de donde él era oriundo, cubre el tema con creces (“August Vidal. Entre Llagostera i Moscou. Una història personal dins la Història del segle XX” –Augusto Vidal. Entre Llagostera y Moscú. Una historia personal en la historia del siglo XX- de Enric Ramionet Lloveras). Lo que yo podía decir está recogido en ese libro. Ya no necesito volver al tema.

En cuanto al libro “El dia revolt” lo recomiendo mucho. Es un libro extraordinario, que da una visión diferente del exilio, muy desde el lado humano y desde las consecuencias en los descendientes de los exiliados y en el entorno en que vivieron.

Helena Vidal es una delas personas entrevistadas en el "dia revolt"

-¿Se considera catalana, rusa o ambas cosas a la vez?


Me siento como un árbol híbrido. Como soñé una vez: un tronco de roble partido a cierta altura con un olivo creciendo desde él. Raíces rusas con tronco mediterráneo. Sobre todo mediterráneo, aunque mi madre era asturiana. Los dos elementos, el español y el ruso, forman parte de mí, no puedo separarlos. Aunque ya no viviría en ningún lugar que no fuera Cataluña. Volví a echar raíces aquí, cuando me cortaron las primeras, y ya no me quise mover nunca.

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