El cosaco: el superhombre ruso

Foto de Ruslán Sujushin

Foto de Ruslán Sujushin

El el Parque Gorki de la capital ha tenido lugar el primer Festival Internacional “La stanitsa (aldea) cosaca en Moscú”.

En el festival se presentó la cultura cosaca tradicional y contemporánea. En el centro construyeron una pequeña iglesia ortodoxa y alrededor colocaron “kurenias” ( viviendas y emplazamientos defensivos) con casas y patios. Se ofrecían productos agrícolas y  obras de artesanía. También se presentaron canciones y danzas tradicionales y en los intervalos actuaron maestros de artes marciales y la equitación acrobática. El objetvo es realizar el  festival cada año.

Galería Ruslán Sujushin

Actualmente muchos rusos, en busca de la identidad etnocultural, fijan su mirada en la imagen del libre e independiente cosaco, en vez del tradicional campesino. El cosaco reúne la severidad, la firmeza y la resolución, además tampoco le es ajena una pizca de grosera picardía. Las canciones cosacas son potentes, están llenas de ánimo patriótico y de una arrogante energía.

El origen de estas tribus sigue siendo materia de discusión entre los historiadores, pero indudablemente esta “gente libre”, tal y como se autodenominan en las canciones, surgió por la mezcla de eslavos, turcos y pueblos del Cáucaso. El cosaco es arrogante como el Taras Bulba de Gógol, asesino de su propio hijo por haber huido con su amada (la línea amorosa de la novela de Gógol recuerda a “Romeo y Julieta” de Shakespeare). Los primeros fueron guerreros libres, vagabundos independientes que hacia el siglo XV se asentaron en los ríos Don (actual Rusia) y Dniepr (actual Ucrania). Para ser parte de la comunidad era imprescindible pasar una difícil iniciación. Durante la época de Iván el Terrible (segunda mitad del siglo XVI), las relaciones con los cosacos se conformaron como con los estados soberanos. Aunque de manera gradual fueron intergrándose en el Imperio Ruso; al principio servían como tropa independiente a sueldo y luego como unidades regulares del ejército.

Durante más de un siglo, y hasta la revolución de 1917, los cosacos fueron una casta guerrera especial: todos los hombres nacidos en la comunidad  debían cumplir con el servicio militar.

Vídeo de archivo de cosacas en los años 20. Cantos auténticos en ruso

 
Los cosacos vivían entre los ríos Kubán y el Don (en las actuales regiones de Krasnodar y Rostov en el sur occidental de Rusia), en la comarca del río Volga (las regiones de Volgogrado, Astraján y Sarátov), en los Urales, en Siberia y en el Lejano Oriente. En una palabra, en las fronteras del Imperio Ruso. Residían de manera sedentaria con sus familias en las stanitsas, pero las campañas bélicas les obligaban a desplazarse permanentemente. En tiempos de paz cultivaban la tierra o se ocupaban de artesanías.

 
Tras la revolución y durante la guerra civil los cosacos fueron fundamentalmente  antibolcheviques. Tras la victoria comunista muchos cosacos emigraron dada la incompatibilidad ideológica con el régimen soviético. A mediados de los años 30, los cosacos que se habían quedado en la URSS, y habían sido sometidos a persecuciones, represiones y desplazamientos, ingresaron de nuevo en el ejército regular. Tras la Segunda Guerra Mundial fueron definitivamente disgregados. La nueva ola de resurgimiento cosaco comenzó sólo tras la desintegración de la URSS.

¿De dónde surgen estos nuevos cosacos? Esa es una pregunta razonable a la que no todos los rusos pueden responder. A grandes rasgos, existen dos grupos. Por un lado están los descendientes de los originales pobladores del Don y el Kubán, que crecieron en medio de una cultura cosaca y se educaron en sus valores: religión ortodoxa, patriotismo, estoicismo y fortaleza de espíritu. “No considero que sea necesario pertenecer a una organización o demostrar algo en alguna parte. En nuestras familias todo esto está vivo. No se trata de atributos externos sino de un estado de espíritu. El ser humano se gesta a partir de su modo de vida, de su educación”, afirma Yakov Ivanov, descendiente de los cosacos del Don y director de “Buzuluk”, un conjunto de viejos cantos cosacos. Por lo demás, no todos los de esta línea se ven a sí mismos como seguidores de una antigua tradición. Muchos prefieren la actual cultura global.

 
Otros cosacos son miembros de organizaciones que comenzaron a conformarse en los años 90. Existe incluso un registro estatal en el que cada uno puede “componerse”, es decir convertirse en cosaco si pasa por la pertinente iniciación religiosa y ciertas pruebas. El sistema de valores es similar, pero con frecuencia los “conversos” llegan por el camino de la búsqueda espiritual. Los cosacos registrados tienen una serie de obligaciones sociales asignadas por su organización y el Estado. “Antes que nada, el cosaco es un guerrero de Cristo. La Iglesia es su fundamento. Todo se edifica alrededor de esto: el orden, la educación de los niños, el trabajo militar y patriótico”, dice Serguéi Balakléiev, director del servicio de prensa del festival” La stanitsa cosaca en Moscú” y jefe de redacción de la revista “Cosacos”.

 Los cosacos de Urales. Foto de wikipedia.org


De esta manera, los primeros cosacos son una especial cultura local, mientras que los segundos son algo así como un partido con una inclinación militar. Evidentemente, ninguno tiene un status especial, tal y como ocurría en el Imperio Ruso. En la vida cotidiana pueden dedicarse a lo que deseen: hay cosasos historiadores,  periodistas o industriales.

 
Aunque hay todavía otros “cosacos”: los aficionados a la cultura tradicional.  Los miembros de las bandas de música folklórica, que no son obligatoriamente cosacos “de sangre”. Se dedican a reunir material en expediciones etnográficas que después muestran en los escenarios. Luego vienen las canciones y las danzas. Cuando esta gente contemporánea, se viste con antiguas ropas con elementos de uniformes cosacos, el cuadro se asemeja a una “reconstrucción histórica”. Pero ellos no reconstruyen nada sino que se respaldan en la tradición viva.

 
La imagen del cosaco y de su cultura son muy populares entre amplias capas de la población. Fue el escritor Mijaíl Shólojov quien fundó la fama del cosaco con su novela-epopeya “El Don apacible” (1928). Este texto, simbólico para millones de soviéticos, se ha llevado a la pantalla en 1930, 1958 y 2006. Sin embargo, es poco probable que se pueda presentar con fidelidad al cosaco a través de las formas cinematográficas.

 
Como evidenció el festival “La stanitsa cosaca en Moscú”, en la cultura de los cosacos contemporáneos se han incrustado fragmentos de distintas tradiciones regionales. Además, ha hecho mella la cultura pop, desde el insensato “hecho a mano” hasta las versiones pop de las canciones populares. Es como si los actuales cosacos y la auténtica cultura cosaca todavía no se hubieran encontrado. Aunque este acercamiento comenzó a producirse en el festival.

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