Lecciones de fútbol

Foto de Itar Tass

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Que estuviera Estonia en tu grupo de clasificación era sinónimo de suerte. Conocida como una “cenicienta”, los azules del Báltico perdieron todos los partidos que jugaron en sus cuatro primeros años de existencia, a excepción de un empate sacado a Malta. Sólo jugadores estonios “puros” eran admitidos en aquel equipo perdedor. La Federación de fútbol de Estonia había decidido aplicar la misma política restrictiva que el gobierno de Tallinn, es decir, que sólo jugarían aquellos que tuvieran pasaporte estonio, y sólo obtenían pasaporte estonio los que podían demostrar antepasados en el país báltico entre 1922 y 1940. El resto de la población recibía los llamados “pasaportes grises” que confirmaban la residencia pero sin todos los derechos (no pudieron votar en las primeras elecciones ni acceder a las privatizaciones). La medida dejó como ciudadanos de segunda a un 36 por ciento de la población -la mayoría rusos-. Medidas similares fueron aplicadas en Letonia, donde la población con pasaportes de color del cielo báltico era el doble: setecientos mil. Mientras que en Lituania dieron dos años de plazo para nacionalizarse, tras lo cual se introdujo una legislación similar a la de sus dos vecinos del norte. Veinte años después, todavía quedan unas 350 mil personas en Letonia, cien mil en Estonia y 3.500 en Lituania en ese oscuro status quo, personas que parecen no querer integrarse ni querer ser integradas tras la caída de la URSS.

Primera victoria de Estonia

La primera victoria de Estonia llegó en octubre de 1996 contra Bielorrusia. El gol del partido lo marcó Sergei Hohlov-Simson, un estonio de ascendencia rusa que había empezado a jugar con la selección a pesar de varias protestas públicas.

Durante el régimen soviético no se jugaba a fútbol en el Báltico, visto como un deporte de “rusos” ellos preferían el baloncesto o el hockey. De hecho, el último partido oficial de la selección Estonia se jugó el 18 de julio 1940 (2-1 contra Letonia).

Sin embargo, tras la independencia el número de jugadores fue creciendo hasta los 8.500 registrados actualmente (en España hay unos 700 mil). En el 2001, el presidente de la federación estonia de fútbol, Aivar Pohlak, inauguró el “A. Le Coq Arena”, un estadio con capacidad para 10 mil espectadores que cumplía las exigencias de la UEFA (la asistencia media de espectadores en la liga estonia es de 188, por los 34 mil de la Premier League inglesa).

Por entonces, los dos equipos de la capital estaban estrictamente separados: los rusos jugaban en el Levadia Tallinn y los estonios en el FC Flora. En los últimos años dicha separación se ha ido diluyendo, sobre todo después de que Pohlak encomendase la dirección del equipo nacional a la estrella del Levadia: Sergei Hohlov-Simson.

Hohlov-Simson (39 años) ha integrado a los rusos en la selección estonia y es el máximo artífice del salto de calidad del equipo azulón. Como en la sociedad estonia, un tercio de los jugadores seleccionados son rusos, y tres de ellos se han convertido en fijos del equipo titular: Konstantin Vassiljev, Vladimir Voskoboinikov y Sergei Pareiko.

De hecho, Estonia ha sido la gran revelación en esta fase de clasificación para la Eurocopa de Polonia y Ucrania (2012), quedando segunda de su grupo tras Italia y apeando a selecciones como Serbia (que participó en la fase final de los dos últimos mundiales) y Eslovenia (que eliminó a Rusia en la clasificación para Suráfrica).

Así, Estonia ha entrado en la repesca, que podía haber jugado contra Portugal, República Checa o Turquía -potencias que a lo largo de su historia han escrito páginas importantes en las competiciones futbolísiticas internacionales-, pero que disputará finalmente contra la República de Irlanda (a doble partido el 11 y el 15 de noviembre).

Gane o pierda, ya se ha dado un gran paso a favor de la reconciliación gracias al fútbol.

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