Borís Pasternak en su casa en Peredélkino. Foto divulgación
Finalmente podrán estudiarse los detalles del mayor escándalo en la historia de los premios Nóbel.
La historia de la concesión del prestigioso galardón a Pasternak ha sido coronada por una noticia verdaderamente detectivesca: se ha sabido que la propia CIA influyó en la decisión de la Academia. La agencia de inteligencia estadounidense estuvo implicada en la primera impresión de la versión rusa de Doctor Zhivago sin la cual no habría sido posible postular a Pasternak para el premio ya que el Comité del Nobel sólo analiza obras de ficción en su versión original.
No es necesario aclarar que Pasternak no tenía vinculación alguna con la CIA. Fue su genio literario el que fue utilizado como una arma en la Guerra Fría. Hasta hace poco esta historia había estado rodeada por un halo de misterio. Solamente gracias a la insistencia del filólogo Iván Tolstói (descendiente del famoso escritor) se ha podido desvelar el secreto. El estudioso ha tardado veinte años en resolver el enigma.
Borís Pasternak comenzó a escribir su emblemática novela poco tiempo después de que finalizara la II Guerra Mundial, en 1946, y la terminó diez años después. En enero de 1956 Pasternak comenzó a preguntarse cuál sería el siguiente paso. La novela que se llamaría Doctor Zhivago (el título original era “La vela encendida”) se oponía a los principios de la literatura soviética. ¿Debía simplemente archivarla hasta que llegasen tiempos mejores? Pero, ¿cuándo llegarían esos buenos tiempos, si es que llegaban? Por otro lado, el escritor ya no era un hombre joven.
Pasternak decidió que intentaría obtener el permiso para la publicación y llevó la novela a la famosa publicación literaria Novy Mir. Al mismo tiempo, entregó una inmensa carpeta con el manuscrito al joven periodista italiano Sergio D’Angelo. El italiano iba en búsqueda de nuevas novelas soviéticas para Giangiacomo Feltrinelli, en aquella época un joven y ambicioso editor italiano con ideas comunistas que residía en Milán. Tras enterarse de la existencia de la obra el periodista italiano viajó de inmediato al poblado de Peredélkino, en las afueras de Moscú, donde vivía el escritor. Pasternak le entregó el manuscrito sin dudarlo.
Al enterarse Zinaida, segunda esposa del escritor, casi le dio un ataque de llanto. No sabía cuáles podían ser las consecuencias: arresto, campo de trabajos forzados, separación. El poeta trataba de mantener una mirada positiva y de transmitir confianza a su familia, aunque sentía que el mundo se le venía abajo. Sin embargo, decidió meterse de lleno en el asunto y entregó otras dos copias más: una al ensayista y filósofo Isaiah Berlin y otra a Helene Peltier, especialista francesa en estudios eslavos.
Poco después la CIA se enteró de la existencia de la novela y la sección rusa de la Agencia comprendió muy bien los beneficios políticos que podrían obtenerse publicando una novela que sería prohibida en su país de origen. Sólo faltaba obtener el texto. Es precisamente en este momento donde tiene lugar el episodio más misterioso. Se ordenó que el avión que transportaba a D'Angelo aterrizara en el aeropuerto de Malta. El piloto se disculpó por dicha escala. Los pasajeros estaban molestos y se dirigieron a la sala de embarque mientras unos agentes de la CIA encontraron el maletín que contenía la novela. La fotografiaron página a página y la volvieron a colocar. Dos horas después el avión despegó. Los pasajeros llegaron a su destino, mientras que el italiano ignoraba por completo lo que acababa de suceder.
Casi al mismo tiempo, la KGB se enteró de que la novela de Pasternak había viajado al exterior y comenzó a formarse una bola de nieve. La revista Novy Mir rechazó la obra y reprendió al poeta por el inadmisible texto. La KGB y el Comité Central del Partido Comunista Soviético ejercieron presión sobre el editor milanés a través del Partido Comunista italiano para que no publicara la novela, aunque Feltrinelli se negó y la publicó e incluso, a modo de protesta, renunció al partido.
El 23 de noviembre de 1957 se agotó la versión italiana de la novela y se superaron todas las expectativas. La primera edición, de 12.000 ejemplares, se vendió en cuestión de días. Se imprimían copias cada dos semanas y la expectación no paraba de crecer. La novela se haría famosa en todo el mundo y sería traducida al inglés, al alemán, al español y al francés. En la primavera de 1958, Albert Camus propuso a Pasternak para el premio Nobel.
Sin embargo, de acuerdo con las normas del Comité del Nobel, la novela debía presentarse en su versión original, para lo cual la versión copiada por la CIA venía bien. En esta situación contrarreloj cada hora que pasaba era muy valiosa. La CIA aportó fondos para la urgente publicación de la novela en ruso. Con el fin de ocultar los rastros del robo, la Agencia de Inteligencia crearía manuscritos de las fotocopias y, en agosto de 1958, imprimió la versión rusa en la editorial Mouton de La Haya, sin pagar los correspondientes derechos de autor.
De modo que la Academia Sueca ya no tenía obstáculos para otorgar el Premio a Pasternak y el reconocimiento llegaría al Gobierno soviético el 23 de octubre de 1958. Borís recibió el Nobel por “sus sobresalientes méritos en la poesía lírica moderna y por continuar las tradiciones de la gran novela rusa”.
El escritor envió un cable en respuesta en el que decía estar: “Inmensamente agradecido, conmovido, orgulloso, sorprendido, avergonzado”.
El escritor tenía la esperanza de ir a Estocolmo y recibir el premio Nobel de manos del Rey de Suecia, pero las autoridades “convencieron” a Olga Ivínskaya, la mujer que él amaba y sobre la que se basó el personaje de Lara de la novela, para que no fuera. Pasternak, entristecido por las consecuencias y temiendo lo que pudiera ocurrirle a su amada, envió otro cable a Estocolmo rechazando el premio.
La operación de la CIA fue un éxito. La Unión Soviética recibió un sonoro golpe. La historia de Pasternak mostró el demoledor poder de la literatura antisoviética en Occidente. El escritor había allanado el camino a toda una serie de publicaciones que serían coronadas por el sensacional Archipiélago Gulag, por el cual el disidente Alexánder Solzhenitsyn también obtendría el prestigioso premio de la Academia Sueca.
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