Regreso a la estabilidad

Imagen de Niyaz Karim

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El actual deterioro de la economía parece una repetición de lo ocurrido en 2008. Hace tres años, mientras la crisis se extendía por el mundo a gran velocidad los funcionarios rusos afirmaban que el país era una “isla de estabilidad”. De hecho, no creían que la crisis financiera mundial fuera a tener importantes consecuencias en Rusia. Sin embargo, la situación actual es la contratria: todos hablan de contagio, aunque posiblemente el efecto en Rusia sea mínimo.

La crisis de 2011 es radicalmente diferente a la de 2008: los mercados tienen suficiente liquidez y los problemas principales están relacionados con el exceso de deuda pública. Mientras los políticos toman medidas con el fin de ganarse la confianza del pueblo, los economistas están cada vez más convencidos de que es necesario mantener una política monetaria extremadamente laxa y permitir que aumente la inflación para así poder reestructurar la deuda.

Los economistas están en lo cierto. EE UU y Europa no pueden deshacer la situación actual sin acelerar la inflación. Si se permitiera que los precios aumentasen y simultáneamente se mantuvieran las tasas de interés cercanas a cero, se podría estimular tanto el gasto de los ciudadanos como las inversiones de las empresas.

Como es de esperar, las convulsiones de los mercados bursátiles se sentirán también en Rusia, aunque la devaluación de las monedas más importantes hará que los inversores se inclinen por productos básicos como el oro, que brinda cierta seguridad tal y como muestra su apreciación de forma sostenida durante los últimos 18 meses. Mientras tanto, la economía real iniciará un firme camino hacia la recuperación, aunque posiblemente al comienzo atraviese por algunos problemas. Por lo tanto, es poco probable que esta nueva crisis genere una caída de los precios del petróleo, que aún constituye el principal cimiento de la economía rusa.

Al mismo tiempo, la posible fuga de inversiones de los mercados europeo y estadounidense no representa una amenaza sustancial para el rublo. A diferencia de lo que ocurrió con los dólares australiano y canadiense, el valor del rublo no fue aumentando a medida que descendía el del dólar estadounidense y el del euro. Debido a que no es una moneda convertible, el rublo no atrae a los especuladores, a pesar de que la economía rusa sea más dependiente de las materias primas que las economías australiana o canadiense.

Asimismo, es probable que en esta ocasión no se repita una masiva fugas de capitales del mercado ruso, tal y como ocurrió en 2008 y 2009. En esta ocasión el Estado ha refinanciado buena parte de la deuda asumida por las empresas privadas más importantes y, además, la mayoría de los inversores que querían huir de Rusia ya lo han hecho.

De modo que los principales riesgos económicos a los que se enfrenta el país son de índole interna, más que externa. En primer lugar, Rusia no se ha visto obligada a recortar su presupuesto desde principios del siglo y ni tan siquiera ha tenido que considerar las medidas de austeridad pública que afrontan algunos países occidentales como Grecia, Estados Unidos o España.

La estabilidad económica que logró Vladímir Putin durante los años 2000 permitió que el gasto presupuestario se expandiera y alcanzase un crecimiento del 18 al 23% anual. Sin embargo, si Rusia continúa dependiendo de la exportación de materias primas no sería realista mantener tal crecimiento de gasto público durante los próximos cinco o seis años. Para que se mantenga el mismo ritmo de aumento sería necesario que el precio del barril de petróleo estuviera bastante por encima de los 110 dólares, lo cual parece bastante improbable en este momento si se tiene en cuenta la desaceleración general del crecimiento económico.

También se espera que Rusia incremente las importaciones entre un 30 y un 35 %, mientras que el valor de las mismas apenas crecerá entre un 10 y un 12 %. Es probable que dicho déficit comercial crezca más en 2014-2015, aún cuando el resto de factores sean favorables, lo cual contribuirá a aumentar la deuda pública y, como lo más probable es que los países de Occidente encuentren maneras de aliviar el peso de su deuda en los próximos años, habrá una disminución en el riesgo percibido de la misma, lo que provocará el veloz crecimiento de la deuda rusa.

La suma de estos factores permitirá que los líderes rusos mantengan una apariencia de estabilidad hasta 2018. Pero aunque lo logren, Rusia emergerá de este período más dependiente de la exportación de productos básicos y entonces, menos competitivo en la economía mundial.

Dentro de cinco o siete años, Occidente habrá resuelto los problemas actuales y las medidas de eficiencia energética implementadas entre 2006 y 2008 habrán comenzado a inclinar el equilibrio energético. Cuando esto suceda, Rusia se enfrentará un desafío de suma importancia, aunque, afortunadamente para Putin y su círculo, aún faltan varios años hasta que llegue ese día del juicio final.

Vladislav Inozemtsev es profesor de Economía, director del Centro de Estudios Posindustriales con sede en Moscú y jefe de redacción de la revista Svobodnaya Mysl.

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