Fotos de Anísia Boroznova
En un terreno a veinte kilómetros de Moscú, ubicado en la urbanización Zágorodniy proyekt y con una superficie total de 82,7 hectáreas comenzó la edificación. Se prevé que en este espacio vivan 6.000 personas en el futuro. Sin embargo, por ahora únicamente habrá un edificio “activo”, con un tamaño de 230 m².
En cierto modo, el prototipo arquitectónico de la Casa Activa también ha sido la isba o casa rural tradicional. En primer lugar porque el principal material de construcción es la madera, en segundo porque el edificio en sí es un volumen compacto con una serie de elementos que sobresalen: el zaguán, el balcón, una buhardilla y una chimenea. El espacio interior del edificio está dividido en dos, hay un espacio común en la planta baja y en la planta superior un espacio privado. Gracias a los grandes cristales de la fachada y a las ventanas de la buhardilla, se crea la impresión de estar en un espacio abierto.
Un capítulo aparte merecen los recursos utilizados para garantizar la eficacia energética. El agua caliente y la calefacción se obtienen mediante una bomba geotérmica y varias placas solares. Una placa fotovoltaica de 7,5 metros en la fachada sur tendrá que compensar parte de los gastos permanentes relacionados con el funcionamiento de los sistemas de ingeniería. Una ventilación natural inteligente y una protección solar automática se ocupan de reducir el gasto del aire acondicionado. Hay incluso una estación meteorológica situada en el tejado y sensores en cada habitación generan datos que se utilizan para mantener automáticamente un ambiente agradable en la vivienda.
Aunque hay que tener en cuenta que es un proyecto caro, con un coste de 28 millones de rublos (unos 670.000 euros aproximandamente). Sin embargo, los gastos de mantenimiento no los son tanto. Según cálculos preliminares, el agua caliente y la calefacción supondrían 12.500 rublos anuales (unos 300 euros). Esto supone la mitad que una casa de gas, y diecisiete veces menos que una que utilice electricidad. Aunque solamente se podrá comprobar el consumo real cuando lo habite una familia de cinco personas durante el período de prueba. Todos los datos sobre el microclima y el consumo de energía serán accesibles online.
Durante los primeros tres meses cualquiera podrá ir a ver con sus propios ojos cómo funciona esta vivienda inteligente y “autónoma”. Posteriormente, entrará a vivir una joven familia con tres hijos, en un periodo de prueba.
Dmitri Aksiónov, presidente del Consejo de Dirección de Zágorodniy proyekt, ha explicado en rueda de prensa que el proyecto de la Casa Activa es comparable a un concept car: no todo el mundo puede permitírselo, pero su misión principal no es esa, sino la de transformar la conciencia de la gente, ilustrar y hablar de las nuevas tecnologías y las ventajas que conllevan.
Por su parte, Andréi Bókov, presidente de la Unión de Arquitectos de Rusia, aseguró que hará todo lo posible para favorecer la construcción de casas piloto “verdes” en cada región del país para que la gente pueda observar directamente en qué consisten. Lamentablemente, Rusia carece de una base jurídica que prescriba los estándares de una construcción sostenible, pero la situación podría cambiar en breve. “Hemos planeado junto con varias organizaciones no gubernamentales, así como constructores y arquitectos profesionales, elaborar un estándar para la construcción de viviendas “verdes” en Rusia durante el próximo año”, declaró Bókov en rueda de prensa. Lo curioso es que considere imposible basarse en los análogos internacionales e insista en crear estándares exclusivamente rusos.
No es por casualidad que el lema de los creadores de la Casa Activa sean las palabras de Richard Fuller, arquitecto e ingeniero norteamericano: “Cread un nuevo modelo que haga anticuada la realidad existente. No se puede cambiar nada si se lucha contra la realidad existente”.
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