¿Hablará ruso el próximo Premio Nobel de Literatura?

Stockholm Konserthuset. Aquí se presenta el Premio Nobel de Literatura. Foto de wikipedia.org

Stockholm Konserthuset. Aquí se presenta el Premio Nobel de Literatura. Foto de wikipedia.org

En 1958, Iliá Ehrenburg está de visita en la capital sueca cuando de repente salta la noticia de que su compatriota Borís Pasternak ha resultado premiado, contra todo pronóstico, con el Premio Nobel de Literatura. Así relata su asombro en sus voluminosas memorias: “Estaba en Estocolmo cuando estalló la tormenta en torno al premio Nobel. Salí a la calle y vi los titulares de los periódicos, en los que sólo figuraba un nombre; intenté comprender algo, encendí la radio y sólo entendí una palabra: Pasternak”.

Este año, si el Nobel de Literatura viaja a Rusia, al menos no pillara tan desprevenidos a los periodistas como al pobre Ehrenburg. A falta de pocas semanas para que se falle el galardón, la casa de apuestas británica Ladbrokes ha anunciado quiénes son los escritores con más opciones para llevárselo y, en la lista, se encuentran los nombres de Víktor Pelevin y el querido poeta de este último, Yevtushenko. Lev Denilkin, que escribe una columna muy popular en el semanario cultural “Afisha” y es tenido por uno de los críticos literarios más conocidos e influyentes de Rusia, califica el hecho de “acontecimiento difícil de subestimar” y dice que “resulta imposible no pensar en que todos pueden ser coronados con el premio”.

Hasta el momento sólo cinco escritores rusos han sido merecedores del máximo galardón de las letras internacionales: Iván Bunin en 1933, Borís Pasternak en 1958, Mijaíl Shólojov en 1965, Solzhenitsyn en 1970 y el ruso-estadounidense Brodsky en 1987. Únicamente Shólojov, el tercero en alzarse con el prestigioso premio, contaba con el favor de la cúpula soviética. Bunin, de familia noble, emigró a París tras la Revolución Rusa. El caso de Pasternak es de sobras conocido, su renuncia al premio forzado por las autoridades. La reacción soviética al premio de Solzhenitsyn fue la predecible: el KGB afirmó que, con la concesión del galardón, «Occidente recompensaba la contribución política de Solzhenitsyn». Y lo mismo ocurrió cuando otorgaron la distinción a Brodsky: se calificó de «acto político promovido por determinados círculos occidentales con el objetivo de ensombrecer la política soviética».

Víctor Pelevin. Foto de wikipedia.org

Pero volvamos a Pelevin y Yevtushenko y las quinielas que los apuntan como posibles ganadores. Méritos no les faltan. El escritor postsoviético Víktor Pelevin (1962) no es un desconocido para los lectores españoles. Varias de sus novelas están traducidas al castellano -“La vida de los insectos”, “Omón Ra”, “Homo zapiens”, “El meñique de Buda” y “El yelmo del horror”-, aunque lamentablemente no siempre del ruso. Las obras de Pelevin se pueden calificar, en un sentido amplio, de sátiras, pero con un interés más cultural y metafísico que político. En sus textos, considerados posmodernistas, aúna aspectos de la cultura pop y de pensamiento esotérico. Pelevin cultiva la imagen de un eremita místico: pocas son las ocasiones en las que aparece en público, desaparece por largos periodos de tiempo (a menudo en el Tíbet) y casi nunca concede entrevistas.

Yevgueni Yevtushenko. Foto de wikipedia.org

Yevgueni Yevtushenko (1932), poeta, dramaturgo, novelista, ensayista, fotógrafo y actor, se convirtió en el “cronista poético del cambio político en la URSS”. A principios de la década de 1960 se hizo muy popular en Rusia, y sus recitales (a menudo en compañía de su –por aquel entonces- mujer, Bella Ajmadulina, y otros poetas como Voznesensky y Okudzhava) atraían a una multitud que llenaba estadios. Su poema “Babi Yar”, nombre de un barranco en las inmediaciones de Kiev, aborda la masacre llevada a cabo en dos días de septiembre de 1941: más de treinta y cinco mil judíos fueron asesinados por los nazis. Este poema, que inspiró a Shostakóvich su decimotercera sinfonía, es una de las obras donde alcanza mayor fuerza lírica y ha sido también interpretado como una condena del antisemitismo soviético. Se ha vertido al español su libro en prosa “No mueras antes de morir”, en que fusiona aspectos autobiográficos con la ficción policiaca. También se acaba de publicar en la editorial Visor una antología de poemas suyos con el título de “Manzanas robadas”.

Tanto si la suerte sonríe a uno de estos dos autores como si se ven truncadas las esperanzas, es un buen momento para reivindicar la obra de ambos escritores. Además, sería una oportunidad para empezar a desvincular el Premio Nobel en Rusia de la emigración, la disidencia y las intrigas políticas. Tampoco está de más recordar a la lista de olvidados rusos, entre los que figuran Chéjov, Platónov o Nabokov.

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