La carrera política del empresario Mijaíl Prójorov al frente del partido de derechas Causa Justa, ha sido muy corta porque escogió una estrategia equivocada que acabó enfrentándolo al poder. Foto de Reuters/Vostock Photo
“El éxito no es una cosa que uno pueda compartir directamente con sus hijos”, explicó Mijaíl Prójorov en una conversación privada. “Uno les puede dejar una herencia, darles una educación, explicarles cómo se hacen los negocios, pero hay algo que uno no les puede transmitir sólo con desearlo. Ese “algo” es precisamente el talento de un emprendedor; una combinación entre intuición y suerte que diferencia a un auténtico líder de una persona que simplemente tiene éxito”.
No cabía ninguna duda de que Mijaíl Prójorov se consideraba a sí mismo un “auténtico líder”. En su enorme despacho en pleno centro de Moscú, con una cúpula de cristal en lugar de techo, nos invitó a una sandía de su propia huerta mientras contaba chistes verdes que rozaban la indecencia, confirmando completamente la reputación de emprendedor y triunfador que sabe disfrutar del éxito y de la vida. Por aquel entonces, no se le pasaba por la mente meterse en política. Sin embargo, la conversación dejaba ver perfectamente la envergadura de sus ambiciones y la alta opinión que tenía de sí mismo. <> La historia de éxito de Mijaíl Prójorov es bastante típica, para tratarse de un “oligarca” surgido de las ruinas de la Unión Soviética. Hijo de un funcionario soviético de nivel medio, jefe de la dirección internacional del Comité Deportivo de la URSS, obtuvo una buena formación en la Academia Estatal de Finanzas y fue un activo miembro del Komsomol (Juventudes Comunistas), e ingresó en el Partido Comunista. Sin embargo, como estudiante no le importó trabajar de cargador o vendiendo pantalones vaqueros cuando empezó la primera corriente de emprendedores.
Su elitista educación le permitió entrar en el sistema de finanzas soviético: en 1989 obtuvo un puesto en el Banco Internacional de Cooperación Económica donde conoció a su futuro socio, Vladímir Potanin. A principios de los años 90 ambos crearon la Empresa Financiera Internacional y más tarde ONEXIM Bank, la base de su futuro imperio empresarial. Pero lo que le permitió hacerse millonario fueron las famosas subastas públicas de empresas estatales de la época de Yeltsin, en las que los camaradas empresarios obtuvieron a precio de gangael control de empresas importantes, fundamentalmente, la petrolera SIDANKO y Norilski Níkel. <> Toda su biografía es la historia de un éxito sin fin, a pesar de su dolorosa ruptura con Potanin. Prójorov ganó incluso durante la crisis financiera, ya que en vísperas de la misma había vendido gran cantidad de activos con lo que obtuvo miles de millones de dólares que le permitieron comprar empresas al borde de la quiebra. Al mismo tiempo, Prójorov siempre supo mantener buenas relaciones con las autoridades y aceptar todas las “reglas del juego”. Siempre demostró entender en qué consistía “la responsabilidad social de la empresa” de la que tanto habla el Kremlin.
¿Había que colaborar para “edificar” el baloncesto ruso? Prójorov creó el club TSKA, uno de los más fuertes de Europa. ¿Hay que ayudar a los biatletas? Prójorov encabezó y financió la Federación de Biatlón. ¿El país tenía que demostrar su capacidad para la fabricación de un producto innovador? El empresario organizó la producción del coche híbrido Yo-mobil.
En vísperas de las elecciones
En vísperas de las elecciones de diciembre a la Duma Estatal, el Kremlin vio la necesidad de disponer de un partido de derechas capaz de dotar de legitimidad a las elecciones y de paso controlar, en cierta medida, el debate o el conflicto entre las autoridades y la opinión pública liberal. Este partido podría haber sido Rusia Justa (Spravedlívaya Rossiya), creado en 2008. Pero carecía de un programa claro así como de reputación, popularidad y, lo que es más grave, de un líder carismático. Las autoridades necesitaban una personalidad del estilo de Prójorov, un empresario de éxito que no tuviera miedo a ser una persona pública y a la vez se mostrara leal al poder existente.
Es evidente que Prójorov tuvo que pactar con el Kremlin una serie de acuerdos respecto a las acciones que serían admisibles y las que no. “Existen limitaciones muy severas para los partidos rusos registrados oficialmente”, así explica las “reglas del juego” el politólogo Alexéi Makarkin. “La primera limitación consiste en no tratar con la oposición de la calle, con los de “color naranja”. La segunda limitación supone no salirse del marco político preestablecido, no plantear temas que puedan perjudicar a las autoridades y no entrar en un campo electoral ajeno. En particular, en el campo de Rusia Unida”.
Este tipo de acuerdos no resultaban inaceptables para Prójorov. Estaba acostumbrado a encontrarse en situaciones así en los negocios. “Uno deja tirado a alguien o no, cumple o no cumple con las obligaciones… Es un tema complicado”, así explica Prójorov el intrincado sistema de relaciones que reina en el mundo empresarial ruso. “Por un lado, existen los llamados acuerdos orales “de concepto” y por otro, los acuerdos jurídicos. Si en los años 90 había más acuerdos orales, ahora todo el mundo se ha pasado a los estándares del derecho ruso u occidental. Es un proceso evolutivo normal”.
A Prójorov no le importó que en política no hubiera acabado todavía la época de los acuerdos orales, esos que no se plasman en ningún documento, pero que son de obligado cumplimiento para las dos partes. Sin embargo, la interpretación de éstos fue diferente para ambas partes, y esto le jugó una mala pasada al empresario.
Jugar según sus propias reglas del juego
Al encabezar el partido, Prójorov empezó una campaña agresiva. Atrajo hacia su partido a gente con talento que no eran del agrado de las autoridades. Por ejemplo, en Kaliningrado cambió por completo la dirección de la sección regional y apostó por el organizador de las masivas acciones de protesta de hace un año y medio. También invitó a formar parte del partido a Yevgueni Roizman, férreo luchador contra la drogadicción, una figura ambigua pero carismática y muy popular.
Con este trasfondo, Rusia Unida seguiría ganando votos adicionales haciendo el papel de un partido orientado al plano social. Pero Prójorov apareció como un populista al margen de toda ideología que seleccionaba a líderes con tirón para la vanguardia del partido al darse cuenta de que como un “liberal de derechas clásico” no llegaría a obtener el 7% de los votos necesarios para entrar en la Duma. Entonces los estrategas del Kremlin se dieron cuenta de que todos los votos que Prójorov obtuviera por encima del 5-7%, se los quitaría precisamente a Rusia Unida.
“Hace mucho que los partidos políticos rusos no ven la pérdida como algo catastrófico”, explica Alexéi Makarkin. “Lo único que hacen es señalar la presencia de distintas fuerzas y corrientes políticas. Pero Prójorov no es así, y perder era para él un golpe demasiado fuerte”. Es un multimillonario, un empresario de éxito, e incluso en política pretende ganar y no simplemente estar presente. Es por eso por lo que afloró el conflicto con el vicedirector de la administración presidencial y su principal ideólogo, Vladislav Surkov.
“Se esperaba que se comportara como un sparring partner, mientras que empezó un combate en serio”, confirma el politólogo Gleb Pavlovski. “En un momento dado, Vladislav Surkov intentó imponer a Prójorov sus candidatos para la lista electoral de Causa Justa. Prójorov, creyendo que Dmitri Medvédev y Vladímir Putin le habían dado carta blanca, se negó a aceptarlas. Estalló un conflicto abierto. Putin y Medvédev no quisieron pronunciarse al respecto, mientras que Surkov, más experimentado en las intrigas políticas, consiguió destituirlo haciéndose valer de la competencia interna del partido. “A pesar de que llevase veinte años en el mundo empresarial, seguía manteniendo ciertas ilusiones. Ayer me ayudaron a desprenderme de ellas”, escribió Prójorov en su blog. Finalmente, Causa Justa perdió la oportunidad de entrar en el Parlamento, mientras que su antiguo líder todavía está desconcertado. En sus entrevistas con Putin y Medvédev aseguró que lucharía para conseguir la dimisión de Vladislav Surkov y, posiblemente, construiría una fuerza política nueva.
“Tengo el mismo cariño a mis errores que a mis éxitos”, dijo en su día el empresario, “porque muestran el límite que no hay que cruzar”. La historia de Causa Justa impuso unos límites al multimillonario. Pero éstos resultaron ser demasiado estrechos y no permitieron que la política rusa fuese, al menos, un poco más interesante e impredecible.
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