No se había acercado Rusia a ningún podio desde que ganase el oro del Eurobasket en 2007. Por eso este bronce sabe a victoria, a deber cumplido, a regreso. Por el qué y por el cómo: firmando un balance de 11-1 (el mismo que el de España, campeona) y dejando sensación de un equipo maduro y engrasado. Sólo Francia, plagada de jugadores NBA con Parker a la cabeza, pudo frenar a Rusia en semifinales (79-71). La victoria ante Macedonia en el partido por el bronce hizo justicia a un campeonato brillante.
El seleccionador nacional ruso, David Blatt, acostumbra a poner a la selección española como ejemplo a seguir. “Tienen que estar todos, como en España, todos...”, repite una y otra vez cuando cada año elabora la convocatoria de jugadores seleccionados para los grandes torneos FIBA. Con ese “todos” se refiere a las estrellas del baloncesto ruso, especialmente a las que militan en la NBA, cuyas franquicias se oponen a ceder a sus jugadores durante casi dos meses en verano y a que arriesguen posibles lesiones sin contraprestación económica. Por ese motivo, varios de los mejores rusos han faltado al equipo nacional en los últimos veranos, compromiso al que en cambio raramente renuncian los jugadores españoles, aunque ello les suponga más de un problema con sus respectivas franquicias (sirvan como ejemplo Gasol o Garbajosa).
Deber patriótico
Un nombre destaca por encima del resto en Rusia: Andrei Kirilenko (Izhevsk, 1981), estrella de los Utah Jazz de la NBA, donde cobra 17 millones de dólares anuales. Bajo su liderazgo, Rusia ganó el oro en el Eurobasket de 2007, celebrado en España, batiendo al anfitrión en una final de infarto. Kirilenko fue elegido mejor jugador de aquel torneo, con medias de 18 puntos y 9 rebotes. Sin embargo, en los años siguientes y por motivos más o menos justificados, el alero de Utah Jazz renunció a la selección nacional: al Eurobasket de 2009 y al Campeonato del Mundo de 2010. Sin él, Rusia cayó en la mediocridad: 7º puesto en ambos casos. A comienzos de este verano, el seleccionador Blatt llamó personalmente a Kirilenko para convencerle de participar en el Eurobasket, apelando incluso a su deber patriótico. Surgió efecto. El jugador acudió a la cita en plena forma (tras un par de temporadas en la NBA bastante deslucidas, por cierto) y se ha colado por méritos propios en el Quinteto Ideal del campeonato.
Aunque menos mediático, el otro hombre clave de Rusia es Viktor Khryapa (Kiev, 1982). Ex NBA, mejor defensor de la Euroliga en 2010 y actualmente en las filas del CSKA Moscú, también se cayó de las convocatorias del equipo nacional en 2009 y 2010, ausencia que contribuyó decisivamente al paso atrás del combinado nacional. Además de referente en pista, Khryapa tiene una importante ascendencia sobre el baloncesto ruso en general. “Apoyo la idea de que en la selección jueguen sólo rusos y no nacionalizados”, declaró el jugador a comienzos del verano, una indirecta al seleccionador Blatt con vistas a la convocatoria para el Eurobasket. Y es que en los últimos años se había convertido en habitual la presencia de estadounidenses nacionalizados en la selección rusa: JR Holden primero y Kelly McCarty después. Así, en esta ocasión, los 12 jugadores que se han colgado el bronce eran todos rusos nativos. Paradójicamente, sí que hay un extranjero en la selección... el propio entrenador.
El casting
David Blatt apenas habla ruso, es estadounidense con pasaporte israelí, adicto al trabajo y actual entrenador del Macabi Tel-Aviv. En los tiempos muertos de Rusia se habla inglés. Circunstancia, por otra parte, ya habitual en el baloncesto mundial tanto de clubes como de selecciones. Desde que asumió el cargo de en 2006, Blatt ha transformado la selección de Rusia de una banda de jugadores de talento a un equipo de baloncesto competitivo y con un estilo propio (marcadamente defensivo). Sus métodos son ciertamente particulares. Por ejemplo, la mayoría de los seleccionadores, especialmente aquellos que como él compaginan el cargo de seleccionador nacional con el de entrenador de club, apenas tienen tiempo para seguir a los jugadores a lo largo del año. Por eso, es práctica habitual que las convocatorias se realicen casi a tientas: comparando estadísticas, revisando algún video y, en el mejor de los casos, con informes de ojeadores. Pero Blatt exige más.
A costa de los poquísimos días de vacaciones de que disponía entre que terminó la temporada con su club y comenzaba su compromiso formal con la selección previo al Eurobasket, convocó una concentración a modo de casting con 16 jóvenes talentos del baloncesto ruso sin experiencia en la selección absoluta. Quería verlos entrenar in situ, hablar con ellos, convivir durante días... No importaba su procedencia o el salario en sus respectivos clubes. Los mejores de esa concentración tendrían un puesto en la convocatoria final de 12 para el Eurobasket. Meritocracia en estado puro.
Probablemente el gran triunfador del casting fue Semyon Antonov, esforzado pívot del Nizhny Novgorod (uno de los clubes más humildes de la Superliga Rusa) que por cauces habituales difícilmente hubiese optado nunca a vestir la camiseta de la absoluta. Otro que participó de ese casting veraniego fue el base Alexey Shved (Belgorod, 1988). Aunque este no era ningún desconocido, sino una gran promesa del baloncesto ruso, en las filas del todopoderoso CSKA de Moscú y que el año anterior se quedó a las puertas de la convocatoria para el Mundial. Se ganó un puesto para el Eurobasket y, pese a ser debutante, su importancia en la selección creció a lo largo del campeonato hasta convertirse en referente del juego exterior a sus sólo 22 años (promedios de 9 puntos y 3 asistencias en casi 22 minutos de juego). Su formidable evolución ha sido probablemente la mejor noticia del torneo para Rusia, más allá del bronce. Un motivo para el optimismo pensando en el futuro a corto plazo: hay equipo para no bajarse del podio... siempre que vayan todos.
Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.