Andréi Tarkovski (a la derecha)
Pocas son las oportunidades de ver cine ruso en las salas españolas. Sólo la obtención de algún premio internacional consigue seducir a los distribuidores, y a veces ni con ésas. Y teniendo en cuenta que últimamente el cine ruso está en racha. “Fausto” de Sokurov, “Haciendo de víctima” de Kiril Serebrennikov, “Elena” y “El retorno” de Andréi Zviáguintsev, “Almas silenciosas” de Alekséi Fedórchenko, “Siberia, Monamour” de Slava Ross, “Soldado de papel” de Alekséi German Jr., “Cómo pasé este verano” de Alekséi Popogrébski, “El desaparecido” de Anna Fenchenko o “El italiano” de Andréi Kravchuk son ejemplos del gran nivel actual de los laureados realizadores rusos. Pero las dificultades de exhibición del cine ruso no es un mal endémico de España. Aunque apreciados en los más prestigiosos festivales, la cinematografía rusa se enfrenta a un público patrio que sólo consume un 10% de producto nacional en las salas de exhibición. De las diez películas más vistas en 2010, sólo una hablaba la lengua de Pushkin, la comedia de Gleb Orlov “Nuestra Rusia. El destino de los huevos”. ¿Cómo se entiende esta aparente contradicción?
La década de 1990 fue un momento de gran penetración del cine occidental en las pantallas rusas, a los distribuidores les resultaba más barato comprar al por mayor películas comerciales estadounidenses que las producidas en Rusia. Además, el consumidor de cine se enfrentaba a unos precios de las entradas que no podía asumir, en especial fuera de Moscú, y se volcó en el consumo de películas emitidas por televisión o en el alquiler de vídeo. En declaraciones de este año, el primer ministro ruso Vladímir Putin ha planteado la cuestión del apoyo y financiación del cine y la apertura de nuevas salas fuera de las grandes ciudades. Sin ir más lejos, el antiguo cine Báltika de Moscú, con aforo para setecientas personas, ha sido remodelado con dinero público y se destinará, en concreto a grupos especiales de la población como ancianos, familias numerosas y jóvenes. Por decirlo de alguna manera, se inició una brecha entre público y cine nacional que la situación económica de los estudios no ayudó.
Mientras el cine ruso recupera su espacio en el mercado nacional y vuelve a ser profeta en su tierra, recoge en el extranjero los frutos de una tradición que ha pasado por edades de oro y alguna que otra de hojalata. Y Mosfilm pasa por ser un ejemplo de que quien resiste, vence. Cuando algunos creían oírle entonar el canto del cisne, una reconversión interna profunda que pasa por la autofinanciación –ya no recibe dinero público- ha puesto al estudio en la vanguardia cinematográfica, tanto en recursos técnicos como en comprensión de las necesidades actuales del mercado. Por eso, la producción de series televisivas gana a la de películas y su prestigiosa filmoteca, el gran patrimonio del estudio que nunca quiso vender, se puede visionar a través de su propio canal de Youtube. Además a eso se añade un interés real de la propia dirección por estar presentes en festivales y muestras internacionales, como nos comenta el responsable del departamento de relaciones exteriores del estudio Serguéi Simaguin. De ese esfuerzo nace esta muestra que acoge el Cine Doré de Madrid. Un año de conversaciones para hacer realidad, y aprovechando el tirón del Año Dual España-Rusia, un ciclo que revisara los títulos más importantes de Mosfilm entre 1924 y 2009. El esfuerzo de este departamento por mantener la visibilidad en el extranjero –cubriendo los costes de copias, subtitulado y transporte- les convierten, actualmente, en los auténticos embajadores del cine ruso.
Mosfilm va a aterrizar en Madrid los meses de septiembre y octubre. Algunos de los títulos son clásicos indiscutibles para todos los cinéfilos; pero ver una cuidada selección que abarca toda la vida de este estudio ofrece la posibilidad de tener una visión de conjunto de cuáles han sido los gustos estéticos y temáticos de los directores rusos y el tipo de interpretación de su reputada tradición actoral. Por no olvidar las trascendentales aportaciones técnicas y narrativas de la época vanguardista, las exigencias de la propaganda, los fastos de las grandes producciones, las cuidadas adaptaciones literarias y el simbolismo de artistas como Tarkovski.
Y para abrir boca, este mes un menú para paladares exigentes. Del «nacimiento» del montaje como lenguaje de Lev Kuleshov y su cáustica lectura del cine americano a la lírica épica y elipsis de Aleksandr Dovzhenko; del abigarrado mundo del circo en “El luchador y el payaso” de Barnet y Yudin a la densidad simbólica de “El espejo”; del universal Chéjov de “El tío Vania” dirigido por Mijalkov-Kontchalovski a los planos secuencia de “Soy Cuba”. Y, por supuesto, Einsenstein y Kalatozov, o el documental ruso sobre la guerra civil española. No se lo pierdan.
Ciclo Mosfilm I – Septiembre 2011
Las extraordinarias aventuras de Mr. West en el país de los bolcheviques (1924) – Lev Kuleshov
Arsenal (1929) – Aleksandr Dovzhenko
El carné del partido (1936) – Iván Piriev
La última noche (1936). Iuli Raizmna y Dmitri Vasiliev
Los marinos de Kronstadt (1936) – Efim Dzigan y G. Berenko
Ispanija (1939) – Esther Shub
Iván el Terrible (1943, 1945) – Serguéi Eisenstein
Otelo (1955) – Serguéi Yutkevich
El luchador y el payaso (1957) – Borís Barnet y Konstantín Yudin
Cuando pasan las cigüeñas (1957) – Mijaíl Kalatozov
La infancia de Iván (1962) – Andréi Tarkovski
Soy Cuba (1964) – Mijáil Kalatozov
Andréi Rublev (1966) – Andréi Tarkovski
El tío Vania (1971) – Andréi Mijalkov-Kontchalovski
El espejo (1974) – Andréi Tarkovski
Cine Doré
Santa Isabel, 3. Madrid
Metro Antón Martín, Tirso de Molina y Lavapiés
www.mcu.es/cine/MC/FE/CineDore/index.html
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