Palmeras, café y elecciones

Esta pequeña república no se parece a ningún otro país. Foto de Yuri Kózyrev

Esta pequeña república no se parece a ningún otro país. Foto de Yuri Kózyrev

En la república de Abjazia se acaban de celebrar las elecciones presidenciales. En la primera ronda el vicepresidente Alexánder Ankvab obtuvo el 55 % de los votos. Sin embargo, la vida política de esta pequeña república no se parece a la de ningún otro país.

Abjazia es una república caucásica de clima subtropical situada en la costa del mar Negro. Durante la época soviética fue un popular centro turístico, que hoy en día se encuentra en estado de abandono. El país quedó muy afectado por el conflicto armado que mantuvo con Georgia en 1992-93. La mayoría de los abjazos tienen pasaporte ruso y, por lo tanto, pueden participar en las elecciones presidenciales de su vecino del norte. Sin embargo, la población local otorga mucha más importancia a las elecciones de su líder nacional.

Abjazia. Foto de Yuri Kózyrev

Para un turista que viene de fuera, la imagen de las elecciones es algo estrambótica: desde la mañana se forman colas al lado de los colegios electorales y la gente se presenta mucho antes de que empiece la votación. La policía intenta controlar a los electores, entre los cuales hay muchos ancianos y mutilados de guerra. "¡Señores, no fumen tanto, ya se lo hemos pedido varias veces!” grita una joven abjazia a los interventores que fuman en medio de la sala de votación.

"Hace una semana llamé a Ankvab para decirle que le iba a votar ", cuenta Yevgueni, un repatriado nacido en Sujimi, la capital, que volvió a su ciudad natal después de jubilarse. Esta apertura del poder hacia la población no es nueva. Al promotor de Ankvab, Serguéi Bagapsh, le gustaba tratar personalmente con los habitantes. Estas reuniones no oficiales se organizaban en una pequeña cafetería situada en el malecón, al lado del edificio de la administración presidencial. El presidente se sentaba en una mesa, pedía una taza de café turco y encendía un cigarro. Cualquier visitante podía sentarse a su lado y hablar con él. La cafetería presidencial recibió de los habitantes locales el apodo de “brejálovka”, es decir, el mentidero. Es un lugar que siempre está lleno de hombres fumando, tomando café y jugando al backgammon, al ajedrez, a las damas o al dominó. El mentidero es uno de los sitios donde se concentran los rumores, y como en la república nunca se ha llevado a cabo ninguna encuesta sociológica fiable, la popularidad de los candidatos se mide por cómo se habla de ellos en las cafeterías.

Abjazia. Foto de Yuri Kózyrev

A pesar de que Rusia ayude a Abjazia en la organización del trabajo del centro de prensa y en la llegada de observadores internacionales de distintas organizaciones sin ánimo de lucro, la legislación electoral abjazia es más ágil que la rusa. Las urnas electorales son transparentes, y la persona que ha votado recibe un sello en su pasaporte. Resulta físicamente imposible excluir el apartado “en contra de todos”, ya que no se vota “por” un candidato sino “en contra” de los mismos; cada elector recibe una papeleta en la que tacha los nombres de los candidatos.

Finalizadas las elecciones, los abjazos se reúnen al lado de los colegios electorales para mirar por la ventana y controlar así el recuento de votos, o bien se concentran al lado de las sedes de los candidatos. Los resultados oficiales de las elecciones se anuncian a las 12:00 del día siguiente, pero normalmente en las sedes ya se cononcen los resultados pasadas cinco horas del cierre de los colegios electorales. En esta ocasión, también se reunió mucha gente al lado de las sedes de los adversarios de Ankvab, el líder de la oposición Raul Jadzhimba y el primer ministro Serguéi Shamba. Antes de las elecciones, el primer ministro habló mucho sobre los posibles fraudes y amenazó con sacar al pueblo a las calles en el caso de que perdiera.

Abjazia. Foto de Yuri Kózyrev

Esta declaración es una seria amenaza para Abjazia. En 2004 Serguéi Bagapsh, quedó detrás de Jadzhimba en las elecciones y acusó a la Comisión Central Electoral de haber falsificado los resultados. Empezó entonces una dura lucha entre los candidatos. Los partidarios de cada uno tomaron varias veces consecutivas varios edificios administrativos. Durante uno de los asaltos, la defensora de los derechos humanos Tamara Shaklyl murió a causa de una bala perdida. El Consejo de los Decanos de Abjazia obligó a los candidatos a dejar las armas. Los adversarios obedecieron y formaron una coalición en la que Bagapsh ocupó el puesto de presidente y Jadzhimba el de vicepresidente. Esta vez, afortunadamente, se pudieron evitar los enfrentamientos, y tras la publicación del resultado oficial de las elecciones, Shamba y Jadzhimba felicitaron a Ankvab por su victoria.

Abjazia. Foto de Yuri Kózyrev


Hay que señalar que los programas de los candidatos se diferencian en unos pocos detalles y que la población vota a personas concretas. Los electores se interesan más por la biografía y quehaceres de la persona que por sus ideas respecto al desarrollo del país, que sigue siendo un satélite de Rusia. Por ello, lo que más ayudó a Ankvab fue su imagen. Salido de los círculos policiales, ha sobrevivido a cinco atentados durante su carreta política, y se le conoce como una persona dura y cerrada, capaz de imponer orden en el país. En este sentido, muchos abjazos creen que se parece al primer ministro ruso. A los habitantes de la república aún les queda por descubrir las similitudes que Ankvab pueda tener con Putin. Por su parte, los rusos ya han recibido respuesta a su principal preocupación. El presidente electo considera que Abjazia seguirá necesitando aportaciones monetarias del presupuesto público ruso durante los próximos cinco o diez años. Es decir, durante una o dos legislaturas más.

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