Trailer oficial de la película "Patria o muerte"
Además de cineasta, Vitali Manski es el presidente del festival de cine documental “de autor” llamado “ArtDocFest”. El lema de esta muestra es el siguiente: “Cine que no podrás encontrar en la tele”, lo que resume bien las posturas sociales y estéticas del propio director. Los documentales que proliferan en televisión insisten demasiado en su función educativa o moralizadora, sin pretender conocer, percibir o describir una realidad “horizontal”, sin buenos y malos, sin dar sermones ni moralejas. Los documentales independientes, por el contrario, declaran que en la pantalla sólo hay preguntas y las respuestas se tienen que buscar y encontrar “en casa”, cada espectador individualmente, a través del pensamiento creativo. A fin de cuentas, no se le tiene que poner todo en bandeja de plata.
La clase magistral de Vitali Manski en el centro cultural Artplay en Moscú. Foto de María Fadéeva
Resulta oportuno mencionar que Manski está trabajando en su nuevo film sobre cómo la televisión inundó el mundo. Uno de sus personajes es un célebre locutor de la televisión soviética. El director explicó en su clase magistral en el centro cultural Artplay lo difícil que le resultó romper la “escafandra” de lo superfluo, impuesto por los estándares de la sociedad mediática y llegar a establecer un contacto sincero con su personaje. “Mantuve charlas con él durante unas quince horas en total, para después seleccionar tan sólo quince minutos de material", comenta. "Es una persona que está acostumbrada a declarar en vez de hablar". Es decir, la televisión suele sugerirnos una imagen muy diferente de nosotros mismos. “La gente quiere simplemente tener la oportunidad de ponerse en contacto con la realidad en la que vive y que a veces no se siente, no se puede adivinar a través de lo que nos proporcionan los medios de comunicación oficiales", expresó el director. "Vivimos una vida en la cual la televisión nos ofrece un espejo distorsionado. Así nunca vamos a poder conocernos a nosotros mismos". En este contexto, parece simbólica una de las escenas del film “Patria o muerte”, donde una mujer mayor cuenta cómo hace para sobrevivir con sus 1.500 pesos mensuales, al fondo vemos una tele que trasmite programas del Canal Educativo, pero con muchas interferencias, por lo que apenas se puede ver la imagen. Al mismo tiempo nos damos cuenta de los retratos del Che y Fidel Castro colgados en las paredes de su cuarto.
Vitali Manski tiene una capacidad impresionante para diagnosticar cuáles son los puntos dolorosos de la sociedad y de los individuos. “Tanto en Rusia como en Cuba, la vida está repleta de pesadumbre y dolor, lo único es que en Rusia esta pesadez de la vida no está matizada por tantos contrastes sociales como en la sociedad cubana”, dice el director. Para expresar en qué consisten estos contrastes Manski da la palabra a la gente común, que no habla de sus problemas directamente pero vive su vida de manera natural, una manera que sólo puede fijar la cámara de vídeo. ¿Cómo se establece ese contacto entre el director de cine documental y sus personajes? Manski entreabre el misterio de su trabajo artístico, y cuenta que para conseguir esa naturalidad tuvo que recurrir a varios “trucos” técnicos. Por ejemplo, utilizaba una cámara fotográfica con capacidad para capturar vídeos. “En Cuba, donde no hay Internet, telefonía móvil, etc., me resultó bastante fácil grabar sin que la gente se diera cuenta”, comenta. Así pues, en muchos casos el documentalista engaña a sus personajes. Surge entonces un conflicto, una tensión: ¿debe el director de cine documental querer a sus personajes? Manski replica que lo que debe sentir hacia sus protagonistas es un vivo y sincero interés. En tal caso, la gente abrirá por sí sola su mundo interior y compartirá sus pensamientos más íntimos, aunque sea delante de una cámara.
El título de la película de Manski hace referencia a la consigna de la revolución cubana, la cual recuerda bien algunos de los símbolos asociados con los movimientos sociopolíticos de la Isla de Libertad. Así pues, algunas de las escenas más impactantes recuerdan a las fotografías de la serie fotográfica "Vida Dulce" de Constantino Arias, que presenta la enajenada diversión de los turistas gringos con sus inmensos y gordos estómagos, que chocan contra la cotidianidad miserable de los cubanos. Sin embargo, pese a su nombre, el film de Manski no es un documental político. Vemos a las turistas norteamericanas aprendiendo a bailar casino o “ligando” con chicos cubanos de “sangre ardiente” en las discotecas, ansiando iniciarse en la naturalidad. Aunque, según comenta el profesor de baile cubano, son torpes y “angulares” como un libro. Esta metáfora aparentemente casual impulsa al director a desarrollar la siguiente idea: el libro, la palabra escrita ya no se adapta a la vida real, dado que la sociedad cubana ha pasado en su historia por demasiados engaños. Entonces hay una escena en una fábrica de confección. Los trabajadores son convocados a una reunión donde se les leen unos lemas políticos no muy definidos, pero la cámara se fija en una mujer que sigue con su trabajo, no para de coser, acompañando así toda la escena con el “sistemático” ruido de su máquina y eliminando todo el patetismo.
“Existe una forma superior de querer a la patria y es tomándosela a broma”. Leí esto en el blog del ensayista español Vicente Verdú. Con esta frase resulta oportuno describir las simbólicas imágenes de la película “Patria o muerte”. “Hemos tenido que volvernos muy humoristas para poder aguantar el martirio con el que nos enfrentamos todos los días”, confiesa uno de los personajes, un profesor del baile casino. Este mismo personaje nos enseña una foto de su “novia holandesa” que guarda entre las páginas (detalle significativo) de un libro ilustrado del esqueleto humano, al lado del dibujo de “los huesos de la cabeza”. Observamos a otro bailarín que se mueve naturalmente, pero sólo después nos damos cuenta de que le falta un pie; o una chica medioloca que pasa todo el día bailando abnegadamente. Para resumir de alguna manera la sensación que estas escenas nos producen me viene a la cabeza lo que la revista “Russki reporter” bautizó como “el positivismo maníaco depresivo”. La pregunta más importante que se lleva el espectador después de ver la película de Manski es la siguiente: ¿Podemos hacer algo para que el positivismo se deshaga de ese morboso adjetivo y la vida empieze a cambiar de rumbo? Suena bastante retórica, pero al menos nos da impulso para salir de la apatía y empezar a mejorar las cosas. Como sugiere el cine documental “real”; la vida misma, con su dramaturgia, es un método para luchar contra el silencio.
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