En la estación de radares en Gabala trabajan alrededor de 1,5 mil oficiales y técnicos civiles rusos. Foto de Photoxpress
En las entrevistas y conversaciones mantenidas por Serdiukov con su homólogo azerbayano, Safar Abíev, y posteriormente con el presidente Iljám Alíev se negociaron las condiciones de la prolongación del plazo del alquiler de una estación de radares del Sistema de Aviso de Ataque Balístico (ER SAAB) situada en el pueblo de Gabala, en la república caucásica. Actualmente, los expertos de ambos países reunidos en Bakú están elaborando propuestas concretas.
La estación de Daryal o la ER Gabalínskaya, que también se conoce bajo la denominación de Liaki-2, fue construida en 1985. Forma parte del sistema ruso de aviso de ataque de misiles, dispone de antenas separadas para la retrasmisión y la recepción y es capaz de detectar las ojivas de los misiles balísticos a 6.000 kilómetros de distancia, teniendo un sector de observación de 100–110 grados de acimut. La estación funciona dentro de la gama de ondas mundial y, según los expertos, controla el espacio aéreo y cósmico sobre Turquía, Irak, Irán y otros países de Oriente Próximo e incluso la India, así como la mayor parte del Océano Índico, incluida la costa norte de Australia. Después del desmoronamiento de la Unión Soviética, en el territorio ruso solo quedó un aparato análogo al Daryal situado en el norte del país, al lado de la ciudad de Pechora. La estación de radares Daryal pasó a ser propiedad de Azerbaiyán. Tras unas largas negociaciones, en 2002 Bakú la alquiló a las Tropas Especiales rusas durante 10 años, a un precio de 7 millones de dólares anuales.
Hoy en día en la estación trabajan alrededor de 1.500 oficiales y técnicos civiles rusos. Además del alquiler, Moscú paga por la energía eléctrica utilizada y da trabajo a los habitantes locales, gracias a lo cual el pueblo montañés de Gabala (la capital de la Albania Caucasiana en la Antigüedad) se ha convertido una de las localidades más prósperas de la república. Incluso se organizan festivales internacionales de música en los que participan estrellas de nivel mundial de la talla del famoso director de orquesta Valeri Gergiev. El plazo del alquiler finaliza a finales de 2012, y Azerbaiyán no se opone a un nuevo acuerdo con Moscú, pero pide un precio más alto. Bakú argumenta que quiere una compensación por la imposibilidad de desarrollar el turismo en esta montañosa parte del país, además del aumento de los precios de energía eléctrica e incluso alude a los problemas ecológicos supuestamente causados por la irradiación de alta frecuencia. Es difícil hacer comentarios respecto a estas reivindicaciones. Pero también es evidente que la estación se ha convertido en un anzuelo con el que Azerbayán consigue todo tipo de concesiones.
Por ejemplo, existe la tentación utilizar en las negociaciones la amenaza de alquilar Daryal a Estados Unidos. Pero esta apuesta no es muy útil, ya que si los rusos se van, se llevarán lo más valioso que hay, es decir, el software de la estación de radares, sin el cual no son más que un montón de hormigón y chatarra. Los estadounidenses son perfectamente conscientes. Más aún, si admitimos que decidieran instalarse en Gabala, es difícil que Irán se quedara de brazos cruzados, el vecino del sur de Azerbaiyán, y donde viven casi el doble de azeríes que en la propia república. Bakú no tiene ningún interés en estropear sus relaciones con Irán. Sin embargo, las autoridades, al intentar sacarle partido a Gabala, pretenden demostrar a la población local que tienen un peso político importante.
A pesar de declaraciones amenazadoras e incluso provocadoras de los políticos azerbayanos hacia Armenia, aliado militar de Moscú, Anatoli Serdiukov acabó viajando a Bakú a principios de agosto para llevar a cabo negociaciones con el objetivo de prolongar el plazo de alquiler de la estación. Incluso propuso aumentar la cuota de becas de estudios para los militares azeríes en las escuelas superiores militares rusas y envió a un grupo de expertos para que durante varias semanas pudieran coordinar y resolver todos los temas planteados por la parte azerbayana en las negociaciones respecto a Gabala.
Los expertos rusos independientes afirman que no puede puede sorprender el intento de las autoridades políticas y militares azerbayanas por buscar ventajas de su cooperación con Moscú. Es completamente legítimo y, en realidad, cualquier estado obraría así. En las negociaciones respecto a Gabala la parte rusa podría perfectamente ceder en algún que otro aspecto. Al fin y al cabo, Rusia y Azerbaiyán son vecinos muy cercanos, que han convivido juntos durante más de dos siglos. Incluso se podría decir que son prácticamente hermanos. Sin embargo, la mayoría de los expertos destaca que Moscú tendría que saber defender sus intereses geopolíticos, económicos y militares igual que lo hacen sus socios, los demás miembros de la CEI. Rusia no tiene que mantener a nadie. Por cada concesión otorgada a un socio o aliado, tiene que obtener una cesión adecuada para que la cooperación no se convierta en una obra de beneficencia que ahonda en el parasitismo. Evidentemente hay países a los que realmente hay que ayudar, pero otros pueden pagar con dinero contante y sonante o bien garantizarnos su apoyo geopolítico. Entre estos últimos está Bakú, que hoy en día no tiene problemas financieros.
En cualquier caso, de momento Moscú sigue necesitando Gabala, entre otras cosas, debido a la continuación del debate con EE UU y la OTAN respecto al escudo antimisiles en Europa. Pero no hay que olvidar que al lado de la ciudad de Armavir ya está en fase de prueba, y con un alto nivel de preparación, una nueva estación de aviso antimisiles Vorónezh-DM. Así que a Gabala le puede ocurrir lo mismo que a las estaciones de radares antimisiles en Mokachevo y Nikoláiev, al lado de Sebastopol: las autoridades ucranianas negociaron largo tiempo con Moscú el precio del alquiler, incluso pasaron los radares bajo la tutela de la agencia espacial de Ucrania y ofrecieron a Estados Unidos y a la OTAN que se encargaran de su mantenimiento. Al final aquello era como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Ahora Kiev ya no dispone de estaciones de radares y sus arcas estatales no reciben millones de dólares por su alquiler y explotación.
Víktor Litóvkin, redactor jefe de Nezavísimoie Voiénnoie Obozréniye (Observador Militar Independiente)
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