Dos mujeres bailando en Córdoba. Foto del servicio de prensa del museo Arqueológico de Alicante
España 1889 es fruto de la colaboración entre el Museo Arqueológico de Alicante y el Instituto de Historia de la Cultura Material de la Academia de Ciencias de San Petersburgo, institución que recopila 160 años de historia de la fotografía y en cuyos fondos se encontró un álbum del que toma el nombre el libro.
La publicación de este material fotográfico inédito ha servido como excusa para contar la historia de unos pocos viajeros rusos que visitaron nuestro país en el siglo XIX y quisieron llevarse consigo recuerdos de los cuadros de Velazquez en el Prado, de la judería de Córdoba o de los capiteles de la catedral de Toledo.
Galina Dluzhnevskaya, directora del Instituto de Historia de la Cultura Material y el profesor de Historia Moderna de la Universidad de Alicante, Emilio Soler Pascual han sido los encargados de contar la historia de estos visitantes. “En la Rusia del XIX se sentía simpatía y cercanía con España por haber puesto freno al avance bonapartista”, explica el académico que también es el autor de diversos libros sobre viajes. “Entre los que se interesaron por nuestro país en el siglo XIX y principios del XX hay nombres célebres como el del escritor Botkin, el periodista Boborykin o, los músicos Glinka o Prokofiev, que se casó con una española. Otros, como el arquitecto y académico Preobrazhensky, recopilaron grandes colecciones de fotografía”, comenta Soler.
Estos curiosos encargaron instantáneas a fotógrafos profesionales: el responsable de tomar las que componen el álbum España 1889 fue Jean Laurent. La historia de sus comitentes es más misteriosa, sólo se puede suponer de ellos que formaban parte de una familia pudiente de San Petersburgo. Tras la Revolución de Octubre de 1917 su colección de imágenes comenzó un periplo, como seguramente lo hicieran muchas de sus pertenencias, que acabó en el Instituto de Cultura Material.
Soler Pascual menciona el nombre del más célebre de todos los viajeros decimonónicos, el gran duque Konstantin Nikolaevich, que durante un viaje por los países del Mediterráneo quedó prendado de Granada y compró fotografías de los patios de la Alhambra al taller del fotógrafo Garzón.
En un capítulo, Soler incluye un apartado dedicado a muchos otros rusos que no dejaron testimonio, al menos visual, de su visita, y repite algo que se ha escuchado en cada evento cultural de este Año Dual: “Somos dos pueblos muy distantes, pero muy parecidos”.
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