El modelo económico chino es una alternativa para el desarrollo ruso. Foto de PhotoXpress
Ya nadie cree que el sector financiero deba autorregularse, que la innovación financiera necesariamente vaya a incrementar la productividad, o que la globalización beneficie a todos. Si se deja que actúen libremente, las fuerzas del mercado suelen conducir a monopolios, a una distribución de los ingresos injusta, a la corrupción, a la destrucción del medio ambiente y, lo más importante, a un imperfecto crecimiento económico.
En el caso de Rusia, cada vez me cuestiono más si algunas restricciones al comercio y el control de capitales son realmente deseables. ¿Es posible que la enorme diferencia en las tasas de crecimiento a medio plazo en el Producto Interior Bruto de China y Rusia tengan algo que ver con que China controla muy de cerca tanto su tipo de cambio como el flujo de capitales en general? La economía china se expande con firmeza, a una tasa de casi el 10%, mientras que Rusia lo hace a menos del 5%.
La historia del éxito chino se debe principalmente a su alto nivel de inversiones, que representa alrededor del 45% del PIB, el doble de la inversión rusa. Esto significa que el capital social se incrementa mucho más rápidamente y que no existen obstáculos para la producción. Lo cual, a su vez, contiene a la inflación, facilita políticas monetarias positivas e impulsa el crecimiento. Si consideramos las tendencias actuales de un crecimiento real del 9%, una inflación del 4% y una apreciación anual del yuan respecto del dólar del 5%, el PIB de China superará al de los Estados Unidos en tan solo siete u ocho años, momento en el que será diez veces superior al de Rusia.
Lo que me pregunto es si las tasas récord de ahorro e inversión en China son la consecuencia directa o indirecta de haber colocado obstáculos en el sector privado para la exportación de capitales. También podrían deberse a una política que desalienta la inversión en el exterior a la vez que concede a los chinos grandes incentivos para que inviertan en su país. Las exportaciones de capitales netas son, por definición, equivalentes al superávit de la cuenta corriente de un país.
En 2011, tanto el superávit de China como el de Rusia serán de alrededor del 5% del PIB. La diferencia radica en que el Banco Popular de China exporta capitales acumulando reservas en divisas, en su mayoría dólares, mientras que el Banco Central de Rusia —que cuenta con reservas relativamente constantes de unos 500.000 millones de dólares— suele evitar la intervención en los mercados de divisas.
El resultado es que este año el sector privado ruso exportará capitales por más de 70.000 millones netos. Considerando el pobre estado del capital social del país, ¿no sería preferible mantener algo de ese dinero en casa? Si no puedo adquirir activos extranjeros —bien porque esté prohibido o controlado muy directamente— debo invertir el dinero en el mercado local. De esta forma, aumenta la oferta de capital monetario y disminuyen las tasas de interés real. Por ende, el capital social y el PIB potencial aumentarán a un ritmo más veloz que antes, tal y como prescribió el médico.
Es obvio que resulta más sencillo restringir el ingreso que el egreso de capitales. China ha podido evitar con éxito el ingreso indeseado, mientras que Rusia tiene el problema opuesto: debe actuar contra la fuga de capitales. Hay muchas formas en las que individuos y empresas pueden sortear los controles de exportación de capitales. Una de ellas es la exportación de bienes a precios inferiores a los del mercado; otra, la importación a precios superiores a los del mercado. La diferencia puede colocarse posteriormente en cuentas extranjeras. El esfuerzo administrativo por rastrear la circulación de dinero es importante, pero sólo funcionará en parte. A largo plazo, mejorar el clima interno de negocios es una estrategia claramente más efectiva.
También ayudaría una estabilización del tipo de cambio del rublo. Como las grandes alzas y bajas están confundiendo a los participantes en el mercado, los inversores dudarán si invertir en Rusia o, por lo menos, requerirán primas de riesgo más altas. Ambas situaciones reducen el crecimiento económico.
Considerando que con frecuencia el valor exterior del rublo ha sufrido variaciones drásticas en respuesta a los dramáticos cambios en el precio de los productos básicos, el Gobierno debería considerar la adopción del modelo chino, esto es, un tipo de cambio estructuralmente subvaluado y medianamente estable en relación con el euro. Una gran subida de precio del rublo basada en el auge de la nueva mercancía comercial conduciría inevitablemente a un gran aumento de las importaciones y, en consecuencia, destruiría una porción de la base productiva interna. Este es el llamado “síndrome holandés”. Cuando el rublo se devalúe otra vez, aquellas empresas que podrían verse beneficiadas por la mejora en la competitividad internacional directamente ya no existirán.
Dieter Wermuth es socio de la administradora de fondos Wermuth
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