Los paraísos perdidos

Alexánder Gronsky

Alexánder Gronsky

Existen espacios donde todo está reglamentado, impera el orden; el orden es seguridad o, al menos, una apariencia de seguridad. Otros espacios, en cambio, aún son el bastión de «lo salvaje», pero no sabemos por cuánto tiempo: pesa sobre ellos la amenaza de su extinción, más o menos silenciosa y lenta. En un punto intermedio nos encontramos espacios híbridos, donde se libra esa contienda u oímos su eco. A veces se declara un vencedor, otras se llega a las tablas, pero siempre queda una huella que el fotógrafo puede documentar. Son como paisajes después de la batalla: la batalla entre espacio construido y naturaleza.

La primera fotografía que vi de Alexánder Gronsky fue la imagen nevada de un suburbio de Moscú. En un segundo plano se alzaban los muros de cemento de los altos bloques residenciales, que conforman las extensas ciudades dormitorio de la periferia. Y en primer plano, dos perros de raza cuyo amo ha vestido con prendas de abrigo, una azul y otra roja, dos manchas de vivos colores sobre un fondo blanco que los convierte en protagonistas. Uno de ellos mira a cámara, el otro a la izquierda del espectador. Hay en esta fotografía algo del poema de Rilke “La pantera” o del homónimo de Luis Cernuda: ambos poetas cantan la melancólica impotencia del animal enjaulado o tal vez de quien la observa. Pero, en esta fotografía, los barrotes que encierran a la pantera se han convertido en las prendas que humanizan a los perros, que les confiere el aspecto ilusorio de dos civilizados ciudadanos paseando tranquilamente por un parque, si bien no dejan de ser dos animales apartados de la naturaleza, como la pantera.

La obra artística de Alexánder Gronsky es una búsqueda de la verdadera escala de las cosas que pone en entredicho la máxima de Protágoras: Homo mensura [El hombre es la medida]. Para ello, se ha alejado del invento humano por antonomasia, la ciudad, hacia coordenadas casi inhabitadas (Menos de uno), los límites de los estados donde las identidades nacionales se difuminan (Historias de la frontera) o los arrabales de Moscú, en que todavía hay resquicios de la naturaleza perdida (Las afueras). También ha reflejado historias de soledad como en “La noche interminable”, sobre los dos meses de oscuridad invernal en Múrmansk, o “La ciudad de las novias”, Nóvgorod, cuya población masculina es inferior a la de mujeres, lo cual empuja a una parte de ellas a vivir una soltería forzada. Alexánder Gronsky, en pleno proceso de producción de su nueva serie, charla con “Rusia Hoy”.

Actualmente reside en Riga, pero gran parte de su obra está realizada en Rusia. ¿Desde cuándo y por qué Rusia se ha convertido en un tema recurrente dentro de su producción?

Soy de origen ruso, pero nací en Estonia; más tarde me trasladé a Rusia, viví unos años en San Petersburgo y Moscú. Sí, ahora vivo en Riga con mi familia, pero trabajo la mayor parte del tiempo en Rusia. La naturaleza de mis temáticas artísticas la convierten en una decisión previsible. Rusia y China son los únicos lugares donde siento que puedo expresarme con total libertad, dos países donde las dimensiones del individuo son minúsculas en relación a lo que le rodea, ya sea por la desolación del espacio vacío como por la acostumbrada indiferencia del territorio circundante, tanto política como estéticamente.

Fots de Alexánder Gronsky, © Imágenes cedidas por photographer.ru


En toda su obra parece haber un denominador común, un tema del que muestra distintas caras dependiendo del detalle concreto que aborde (fronteras, límites, aislamiento…). El espacio siempre tiene un papel protagonista que el espectador debe interpretar. ¿De qué nos hablan estos espacios que han atraído su atención?

Para mí los límites, en sus diferentes tipologías, son espacios de confrontación estética, productores de caos. Por ejemplo, cuando una ciudad fuerza sus límites su contorno se compone de restos de lo que antes era “naturaleza”, pero también de los residuos de la vida de la gente que vivía en pueblos después transformados en suburbio.

El verdadero reto del artista es cruzar la línea de lo llamado “bello” hacia lo comúnmente considerado caótico e incluso feo. Mi nueva serie sobre China ofrece la imagen del país como la de un hipersuburbio; parece lógico captar la imagen de este enorme espacio como el de un gigantesco solar en construcción. En ese sentido no persigo que las fotografías sean “bellas” per se. Busco que el espectador se implique en una búsqueda de significado: es otra noción de límite, el diálogo entre la imagen en dos dimensiones y el espectador de carne y hueso.

En su producción artística, la figura humana aparece generalmente como un elemento más, no como protagonista. ¿Hay un intento de señalar su fragilidad?

Históricamente, tanto en Rusia como en China los individuos han sido invisibles a ojos de los grandes imperios, se les trataba como parte de una masa. En este sentido mis obras están, por lo general, deshumanizadas; sí hay personas, pero parecen extras de una película o humanos renderizados sacados de un proyecto arquitectónico en 3D. No tiene por qué ser un punto de vista «trágico», es sólo una forma de abordar el trabajo.

La serie Menos de uno está realizada en zonas de Rusia donde, como promedio, vive menos de un habitante por kilómetro cuadrado. Eso da la verdadera escala del tamaño de una persona. De algún modo es un punto de vista antropológico. Estudio lugares y formas de vida, pero no a una persona en particular. El paisaje, por lo tanto, tiene un papel importante… pero no me interesa como tal: la diferencia entre un paisaje u otro es el vínculo que estableces con él, aceptando su contexto como un rasgo personal.

¿Que fotógrafos le han inspirado especialmente? Trabaja con gran formato y placa fotográfica, ¿es una decisión premeditada?

Stephen Shore, Joel Sternfeld, Alec Soth, Paul Graham, Jeff Wall y Thomas Ruff. Como ellos, utilizo el medio y el gran formato simplemente porque con estos logro las imágenes que busco. Fotografiar con negativo no es algo extravagante. Mi próximo proyecto puede que lo haga en digital. Es sólo una cuestión técnica, no un dilema filosófico.

En la actualidad, ¿en qué proyecto está trabajando?

Se llama Pastoral y pronto se expondrá en Moscú. Irónicamente, es un género del siglo XVIII que mostraba imágenes idílicas de campos, peñascos… Un refugio abstracto de la vanidad de la «gran vida». Las localizaciones son parques de los suburbios de Moscú; no sólo parques sino también pequeños oasis de naturaleza dentro de la ciudad, donde los vecinos organizan barbacoas, pasean, disfrutan de una porción de su paisaje idílico. Tiene algo extraño o aterrador y, sin duda alguna, está relacionado con el vacío del límite. De alguna manera es el proyecto más ambicioso en el que me he embarcado y, con suerte, acabará en formato libro.

Alexánder Gronsky (Tallin, 1980) ha sido galardonado, entre otros, con el Silver Camera Grand Prix, el Aperture Portfolio Prize y resultó finalista del Premio Kandinsky. Ha expuesto en Moscú, Ámsterdam y Nueva York.

www.alexandergronsky.com

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