Shapito-Show. Imagen de Kinopisk.ru
En el cuarto día del festival, cuando el sol se escondía tras la última de las siete colinas moscovitas, en la sala principal del cine Oktiabr se proyectó la película francesa “El artista”. La película describe el “cambio de época” que supuso la llegada del sonido al cine en los últimos años de la década de 1920 y principios de la siguiente. La cinta narra la historia de la subida al Olimpo cinematográfico de Peppy Miller, la primera estrella del cine sonoro que rápidamente eclipsó a la estrella del cine mudo George Valentin. Tal y como suele ocurrir en numerosos relatos cinematográficos, la joven y bella Peppy Miller llegó a los estudios gracias al amor. Resultó que la alumna tenía mucho talento y pronto llegó el día en el que las estrellas intercambiaron sus posiciones en estrellato cinematográfico. La caída de George Valentin fue tan precipitada como el ascenso de Peppy Miller. ¿Qué le ocurrió a George Valentin para sufrir semejante destino? Su enemigo no fueron ni alcohol ni otros vicios, sino el sonido. Así fue. Con la ayuda de la tecnología más avanzada de la época, los actores empezaron a hablar y los espectadores tuvieron la oportunidad de dejar de leer subtítulos entre una imagen y otra. George Valentin fue una gran estrella del cine mudo, pero quedó excluido del cine sonoro. Al final, fue la propia Peppy Miller la única que le tendió la mano y consiguió eludir el final trágico cambiándolo por el tradicional final feliz del cine americano. Desgraciadamente, esta película en blanco y negro de Michel Hazanavicius, que recrea con gran acierto el ambiente del cine de principios del siglo XX, pasó casi desapercibida en el festival. Sin embargo, en mi opinión, la película cuenta con un despliegue de procedimientos cinematográficos novedosos y, aún más importante, refleja a la perfección la transición de una época cinematográfica a otra.
En cualquier caso, la activa búsqueda creativa y el deseo de sorprender al espectador no sólo formalmente sino también con el contenido de la historia han sido, en cierto modo, los sellos de indentidad del XXXIII Festival Internacional de Cine de Moscú. Dos días después, en una pequeña sala del cine Oktiabr se proyectó otra película que, al igual que “El artista”, trata del inicio de un nuevo capítulo en la historia del cine. Me refiero a la obra “Shapito-show” del director ruso, Serguéi Lobánov. En ella parece que se repite la idea principal de “El artista”. La idea es la siguiente: por más conocido y bueno que sea un actor, su fama se extinguirá si no se adapta a las tecnologías del rodaje que cambian de una manera vertiginosa. La película fue galardonada con uno de los premios más importantes del festival, el San Jorge de plata. Muestra una forma de filmar muy novedosa, un estilo cinematográfico innovador. Para entender mejor el sentido de esta película y sus particularidades, los corresponsales de Rusia Hoy, Alexánder Ganiushin y Andréi Raskin, entrevistaron a la guionista Marina Potápova.
Marina, ¿qué es lo que quiso transmitir a los espectadores con su película, cuál era la idea principal del guión?
MP: Son cuatro historias tituladas “El amor”, “La amistad”, “El respeto” y “La cooperación”. Se entrecruzan de una manera tangencial, en el sentido de que los personajes de las historias anteriores aparecen de vez en cuando en las siguientes, aunque principalmente como extras. En cierto modo esto refleja la idea de que cualquier tragedia humana parece algo muy trivial, no sólo ante la eternidad sino también al compararla con cualquier otra tragedia particular.
Supongo que hay que tener mucho amor por la producción cinematográfica para trabajar seis años en una sola película.
MP: Estuvimos tres años buscando dinero y reescribí varias veces el guión. Siempre me parecía que no estaba terminado, que aquello no se podía filmar. Íbamos a ver los sitios de rodaje y al verlos adaptábamos el guión. Finalmente, las escenas principales de la película se filmaron en Crimea, en Simeiz. Intentamos aprovechar todo lo que ofrecía este sitio. El rodaje en sí duró sólo un verano, un otoño y un invierno. El problema era que el calendario de rodaje estaba basado en la experiencia de nuestra película anterior, “El polvo”, premiada en el programa “Perspectivas” del XXVII Festival Internacional de Cine de Moscú. Con una cámara de bolsillo, podíamos trasladarnos diez metros del lugar de la acción para filmar la escena desde otro ángulo y obtener otro punto de vista. En esta ocasión nadie pensaba que para movernos diez metros necesitaríamos cien personas para recoger la iluminación, los decorados, meterlo todo en una furgoneta y volverlo a instalar. Desde el principio nos dimos cuenta de que nos iba a faltar tiempo y nos entró una especie de angustia porque temíamos que se nos terminara la temporada. Si no hacemos las cosas a tiempo, se nos dispara el presupuesto de alquiler de equipos técnicos, etc. Por ejemplo, las escenas que rodamos dentro del compartimento del tren resultaron muy caras porque tuvimos que alquilar un tren en Sebastopol, ponerle un generador de gasolina y recorrer una vía muerta. Ni siquiera nos dio tiempo a filmar las escenas del padre y el hijo viajando en tren. Nos habíamos salido del presupuesto establecido. Gastamos todo el dinero en el rodaje y cuando llegamos a Moscú nos enteramos de que no había más dinero y que ya no lo volvería a haber. El primer productor de la película, el conocido empresario Alexánder Mamut, agotó sus fondos en 2008 debido a la crisis. Pero nosotros teníamos mucho cariño a nuestra criatura, aunque estuviera sin terminar. Tal vez por eso encontramos nuevos inversores.
La película dura tres horas y media. ¿No es muy arriesgado el descanso que hacen a la mitad de la película? ¿No temen que los espectadores se marchen después del intervalo?
MP: Esta práctica existe en el teatro y me parece muy acertada. Recordemos la famosísima obra “Hermanos y hermanas”, de Lev Dodin, donde hay varios intervalos o “La orilla de la utopía” en el Teatro Ruso de la Juventud. Ahí el único riesgo es que se cansen los actores. Me parece que la película tiene perspectivas brillantes, pero la duda consiste en la actitud que puedan tomar los distribuidores y los dueños de los cines, con su conservadurismo tradicional. Tal vez crean que nuestra película fracase como suele pasar con las que tienen dos partes. Sin embargo, la película refleja sentimientos humanos y paisajes bonitos, además de tener una trama interesante. Creo que tendrá sus espectadores. Todo depende del interés del público, y según la experiencia del Festival Internacional de Cine de Moscú, el hecho es que la pequeña sala del cine Oktiabr estaba abarrotada. Después del intervalo sólo se marcharon un par de personas, el resto permaneció en la sala las tres horas y media previstas. Los distribuidores también podrían asustarse porque no hay películas que se parezcan a la nuestra. Hay un cine art house muy desmesurado en el que en una hora no ocurre absolutamente nada. Es fácil ver una escena en el que una persona está comiendo y ésta no termina hasta que acaba de comer. Claro que este cine no se hace para las masas. Y el que se hace para las masas casi no se diferencia en nada de los programas de humor del tipo Comedy Club que ponen en televisión, está hecho prácticamente por las mismas personas. No está claro para qué ir al cine, si estas cosas ya se ven todos los días en televisión. No hay un cine que sea intelectual y a la vez divertido.
Lo que sorprende es que después de la resonancia que tuvo la proyección de su película en la prensa, no se hayan colado piratas en la sala.
MP: No se preocupe, ya se colarán en cuanto la película se proyecte en los cines. No era el sitio adecuado para ellos. Para ir allí había que leer periódicos o las críticas de festivales de cine. Como mucho, los piratas controlan las novedades a través de los blogs. En cuanto aparezca en los cines, copiarán la película y la colgarán en Internet. Y eso está muy bien, porque así la verán personas que nunca irían a verla al cine y empezarán a hablar de ella. El resultado es que irá más gente a verla. Además, el público de los festivales y el de las películas de la cartelera normal es muy distinto. Los que se dedican a descargar los torrents, nunca van a ir a un festival de cine. Por lo tanto, para obtener éxito comercial, hay que hacerse amigo tanto de los distribuidores como de los piratas.
“El respeto”, la parte más intrigante ¿No le ha parecido que durante el rodaje Piotr Mamónov, el actor principal, sigue en cierto modo interpretando el papel del zar Iván el Terrible, es decir, que no se ha llegado a desprender de la imagen creada para la película de Pável Lunguin, “El zar”? En nuestra opinión, el papel que le han propuesto a Piotr Mamónov es muy natural y lógico considerando que en 1995 el actor se alejó de la civilización y se recluyó en el pueblo de Yefánovo, en la región de Moscú, donde se sintió renacer y fortaleció así la idea de su independencia. En aquella ocasión los hijos no siguieron a este padre que se hizo ermitaño. En “Shapito-show”, el personaje de Mamónov busca junto a su hijo la felicidad en la naturaleza salvaje. A decir verdad, cuando el personaje se pasea por las montañas de Crimea con su hijo, no vimos que sus ojos se iluminasen. ¿Será porque no le atrae la naturaleza de Crimea? ¿O es que una persona sólo puede representar una transformación así una vez en la vida, y si la cámara no lo capta, los intentos de repetirlo resultan demasiado difíciles incluso para un actor muy dotado?
MP: Los rusos siempre necesitan irse a algún sitio para encontrarse a sí mismos. Pero no estoy de acuerdo con que no llegáramos a mostrar en la película la transformación del protagonista; hay hasta tres transformaciones. Según el guión, Mamónov va al monte no para encontrarse a sí mismo sino para liberarse, para despojarse de todo: del trabajo, del teatro, y salir al monte con su hijo, como cualquier persona normal y corriente. Y de paso crear un vínculo más estrecho con él. Pero no se esperaba que su hijo fuera miedoso y quejica. Tenía que alegrarse pero se decepcionó por su propio idealismo. Sintió que le faltaba energía y la inspiración que esperaba hallar en este viaje. Pensó que allí iba a surgir una amistad masculina, pero sintió que el hijo no era la persona que él se imaginaba. Dice: “Hijo, me parece que te he dejado de comprender del todo”. Sin embargo, la primera transformación que sufre es durante la caza, el encuentro con el cazador Aidamir, a pesar de que el hijo haya huido. Por cierto, lo único que se dice en la biografía del personaje de Mamónov sobre su hijo es que realmente lo llevaba en los hombros, pero se sentía mal porque estaba borracho. El hijo lo quería incondicionalmente, tal como era. Mientras que el padre lo despreciaba, el hijo lo quería y lo trataba con sinceridad. Luego el padre se da cuenta de ello y dice: “Eres mejor persona que yo”. Ahí está la segunda transformación. Luego hay una última transformación, cuando el padre está a punto de morir, “rezó y se sintió mejor”. Piotr Mamónov también fue el actor principal de nuestra primera película “El polvo”. Aunque el presupuesto no pasaba de 3.000 dólares, tuvo éxito e incluso hubo una cierta distribución en las salas. Sin embargo, “Shapito-show” tiene un presupuesto mucho más importante. Mamónov no participó en ella por los honorarios, sino por el respeto que sentía por nuestro trabajo. Como la película no es comercial, muchas cosas se basan en el respeto: respeto del actor por todo el equipo de rodaje, respeto del equipo por el espectador y por sí mismo. Es una película hecha en gran medida tanto para nosotros mismos como para los espectadores. Incluso entre los protagonistas van surgiendo relaciones basadas en el respeto mutuo. Esperamos que los espectadores que vean esta película sientan lo que hemos querido transmitir con ella. Puede que eso lleve a que nuestro público acabe colaborando con nosotros en los proyectos futuros.
A la hora de rodar la película, ustedes han utilizado por primera vez el llamado crowd funding. Cuéntenos un poco cómo es este nuevo método de producción.
MP: Es muy sencillo. Hemos creado una página web llamada Parapet. En ella intentamos que convencer a la gente para que invierta en el rodaje de nuestra película. Nuestra intención es que la próxima película esté financiada al cien por cien por el público. Como es natural, quienes inviertan recibirán algún tipo de bonificación. O bien un porcentaje de los beneficios, o bien la posibilidad de participar en el rodaje, o una mención especial en los títulos. En los países occidentales experiencias análogas de kickstarter logran recaudar muchos fondos, lo que permite realizar proyectos a gran escala. Todo ello gracias al fortalecimiento del dinero electrónico. El sistema basado en la intermediación del productor en el que este piensa qué es lo que le va a gustar al espectador se está extinguiendo. Por ejemplo, cuando uno tiene un director de cine preferido, muchas veces se ve obligado a esperar diez años hasta que encuentre financiación para su próxima película. Si hubiera esta posibilidad, seguramente esta persona colaboraría aportando algún dinero para que el director empiece a filmar. De esta manera, el cine de autor no necesitaría ningún apoyo estatal y los proyectos que no encuentren inversores entre el público, tal vez no tengan interés alguno para la sociedad.
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