Jorge Garbajosa. Foto de Legion Media
Muchos deportistas rusos, especialmente futbolistas, emigraron a España en la década de los 90. No eran multitud, pero sí una colonia cualitativamente significativa. Karpin (Real Sociedad), Mostovoi (Celta de Vigo), Lediakhov (Sporting de Gijón), Radchenko (Racing de Santander), Onopko (Oviedo), Salenko (Valencia)... cuajaron largas y fructíferas carreras en el fútbol español. También dejaron huella en la liga de baloncesto nombres como Babkov (Unicaja) o Mikhailov (Estudiantes). Los tiempos han cambiado mucho desde esos años 90 y el flujo de deportistas rusos que emigran a España se ha frenado en seco durante la última década. “La situación económica del deporte en Rusia es ahora buena. Los deportistas pueden quedarse en casa y jugar para un equipo de su país”, explica el baloncestista Yaroslav Korolev (Moscú, 1987), que militó la temporada pasada en el CB Granada, siendo el único ruso en las grandes ligas profesionales españolas (véase fútbol y baloncesto).
El motivo económico no hay que buscarlo sólo en el origen, sino también en el destino. España vive desde hace varios años una profunda crisis financiera que salpica al deporte profesional: “No es un secreto que todos los jugadores de la plantilla tuvimos problemas con los pagos de las nóminas. De hecho, el club todavía nos debe dinero. Pero no éramos los únicos, sabíamos que había otros equipos de la ACB con los mismos problemas”, confiesa Korolev que, a pesar de todo, espera una oferta para poder jugar de nuevo en la liga española la próxima campaña. “El clima, la gente, la ciudad, la comida... Pasé un gran año en Granada, por eso me gustaría volver a España. Además, mi novia y yo ya nos defendemos con el castellano”.
Korolev es un buen ejemplo de la rápida adaptación del deportista ruso a la vida en España. En aquellos años 90, la mayoría de los rusos que emigraron terminaron echando raíces. Tanto, que muchos al colgar las botas no volvieron a la Madre Patria, sino que fijaron su residencia en España... Radchenko es entrenador de niños en Galicia. El ‘Zar’ Mostovoi vive a caballo entre Vigo, Moscú y Marbella. Karpin y Lediakhov regentan sendas compañías inmobiliarias en España. Y Mikhailov trabaja para la Federación Rusa de Baloncesto desde su residencia en Madrid, donde jugó durante 6 años.
Los tiempos han cambiado... en ambas direcciones. La mencionada bonanza económica ha conseguido que Rusia haya evolucionado de ser un país exportador de deportistas a importador. Por otra parte, la crisis en España está cambiando hábitos y prejuicios del deportista nacional, que poco a poco ve la alternativa de la emigración con mejores ojos. Sin embargo, hacerlo a Rusia son todavía palabras mayores. Es un destino lejano en muchos sentidos, salpicado de leyendas urbanas alimentadas de desconocimiento por la falta de precedentes.
Yaroslav Korolev
Amaya Valdemoro (Madrid, 1976), la mejor baloncestista española de todos los tiempos, lideró el camino cuando marchó en 2005 a la potente liga femenina rusa (“la mejor de Europa”), donde militó durante 3 temporadas: “Mi vida cambió muchísimo. Puedes pasar una semana de turismo allí, pero vivir en Rusia es muy duro. En España, aparte de jugar, no paraba nunca. Estaba siempre de un lado para otro haciendo cosas. En Samara mi vida se redujo al baloncesto, nada más... aunque ya sabía a lo que iba”, confesó Valdemoro en una entrevista para El País en 2007, en la que también apuntaba diferencias en lo deportivo: “los conjuntos rusos son más fríos, se habla menos en la cancha”.
El baloncesto femenino no deja de ser minoritario en España y la repercusión mediática de la aventura de Amaya Valdemoro fue ínfima. El caso paradigmático de emigración deportiva a Rusia, el que verdaderamente rompió el hielo y acaparó titulares, fue el de Jorge Garbajosa, campeón del mundo de baloncesto con España, que en el verano de 2008 dejó la NBA y firmó un contrato millonario con el hasta entonces desconocido Khimki moscovita, rechazando otras ofertas de importantes clubes españoles. “Había estado antes en Rusia, pero sólo de paso, para participar con equipos en competiciones europeas, así que cuando me propusieron jugar allí no conocía casi nada. Son una cultura y un país bastante desconocidos en España: no tenía miedo, pero sí respeto”.
Garbajosa fue el primero, pero no el último baloncestista de prestigio español en emprender la aventura rusa. Sus compañeros en la selección española, Raúl López y Carlos Cabezas, siguieron sus pasos y ficharon por el Khimki un año después: “No me considero un gran conocedor de Rusia en solo un año, pero sí les hablé de la liga, del club, de cómo se cuida al jugador extranjero para hacerle sentir cómodo”, apunta Garbajosa. Hace apenas unas semanas, Raúl López fichó por el Bilbao Basket, rechazando una oferta de renovación del Khimki, donde ha permanecido dos temporadas. Con su regreso a la ACB, la liga de baloncesto rusa se vuelve a quedar huérfana de españoles. Parece que a los pocos deportistas que emprenden la aventura, y a diferencia de los rusos en España en los años 90, les cuesta echar raíces. Sobre su adaptación a la vida en Moscú, Garbajosa reflexiona: “Todo depende del tipo de persona que seas. Hay que ir con la mente abierta y ganas de conocer. Yo viajé con mi mujer, además recibí visitas de familiares y amigos durante casi todo el año, que es lo que más extrañas. Las cosas materiales no las eché de menos. En este mundo globalizado, puedes encontrar casi de todo en cualquier sitio, incluido Moscú... si puedes pagarlo”.
El idioma tampoco ayuda a la adaptación. No es el español un pueblo con especialidad facilidad para los idiomas ni el ruso uno especialmente asequible: “Empecé a estudiar ruso, pero apenas tuve tiempo; había un chófer siempre conmigo que me servía de intérprete”, confiesa Garbajosa.
“Hay dos aspectos que la liga rusa debe mejorar para consolidarse como una competición de referencia y así, quizá, asemejarse a las grandes ligas meridionales y atraer más fácilmente a jugadores extranjeros: fidelizar a la masa social y modernizar los pabellones, que no están a la altura de la inversión en jugadores”, diagnostica el madrileño Garbajosa, una reflexión que enlaza con la comparación del ambiente en los pabellones: “aunque la afición del Khimki en concreto es algo más caliente, en general, en Rusia no hay el ambiente festivo de los recintos españoles. Hay menos ruido y presión para el equipo rival”. Una percepción que parecen compartir los propios rusos: “La actitud del aficionado es muy diferente. En comparación con el ambiente en Rusia, cada partido en España es como un gran concierto”, opina Korolev.
Sin embargo, también hay características del deporte ruso que Garbajosa importaría a España: “la alta estima del jugador nacional, no tiene complejos, y la protección que recibe desde las instituciones”.
La situación en el fútbol no difiere mucho a la del baloncesto. Pese a que España es una gran productora de talento (vigente Campeona del Mundo) y la crisis económica azota también a los clubes de fútbol, muy pocos jugadores españoles se plantean la alternativa rusa. Actualmente, sólo tres militan en la Liga Premier: César Navas (Rubin Kazan), Marc Crosas y José Sánchez (FC Volga). Ninguno de los tres puede considerarse primer espada. Puesta en contexto, esa cifra de tres futbolistas españoles en Rusia es la mitad que, por ejemplo, en Hungría (6), China (6) o Chipre (7).
El principal objetivo del Año Dual España-Rusia 2011 es fortalecer las relaciones bilaterales y enterrar estereotipos. Para ello, están programadas decenas de actividades en el ámbito cultural, científico o académico. Ninguna en el deportivo, pese a que hay pocas vías de acceso al ciudadano medio de tanto calado y repercusión como el deporte. Como hemos visto, el intercambio deportivo España-Rusia pasa por mínimos históricos, siendo el desconocimiento el principal lastre. Sólo el tiempo dirá si habrá más deportistas rusos en España después de Korolev o si los Garbajosa y Valdemoro fueron pioneros o sólo excepciones.
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