Sinfonía de Moscú

Si pienso en relatos generacionales sobre Berlín me vienen a la cabeza imágenes de cine: “Berlín, sinfonía de una capital” (Walter Ruttmann 1927); “Germania anno zero” (Roberto Rossellini 1948); “Berlín Alexanderplatz” (Rainer Fassbinder 1980); “El cielo sobre Berlín” (Win Wenders 1987); “Herr Lehman” (Leander Hussman 2003)… Sin embargo, cualquier intento de abarcar Moscú tiene que hablar de literatura, igual que Petersburgo (Aka Leningrado y Petrogrado) requiere tanto literatura como música para ser entendida.

Portada de Las cumbres de Moscú,

edición La otra orilla

El imaginario colectivo es como una tribu de hormigas: cuando las notas ya han creado su reino.

Más ensayísticos, más novelados o más biográficos, los relatos generacionales nos hacen disfrutar con su lectura y nos permiten entender el siglo donde nacimos, todo en una.

Así, cualquier ensayo de George Nivat u Orlando Figes es como un Veermer literario. También los hay más académicos, como el “Zhivago’s Children” de Viacheslav Zubok, y más pan-europeos como “In Europe” de Geert Mak o “Europa Central” de William Vollmann.

Y a pesar de todo la novela tiene una posibilidad de identificación que el ensayo y relato histórico carecen, por muy bien escritos que estén.

Dentro de esa tradición literaria “moscovita” el mejor exponente es Mijail Bulgákov, autor de obras como “El maestro y Margarita” y “Corazón de perro”, y posiblemente el escritor ruso más popular del siglo XX. Pero la vida sigue, las generaciones pasan, la hierba crece y nuevas experiencias toman la calle. Bulgákov no puede ser el único.

De esta forma, la publicación de libros como “Moscoviada”, “Las cumbres de Moscú” y “Una saga moscovita” es un motivo de celebración para los interesados en Rusia y, en general, para cualquier lector con ganas de leer obras bien escritas y con aroma generacional.

Como antes hizo Joseph Roth con Berlín, Andrujovich bosqueja una radiografía de los huesos rotos de Moscú a comienzos de 1991, una radiografía que acaba por convertirse en autopsia.

Portada de Moscoviada,

edición Acantilada

Si bien los escritos de Andrujovich se caracterizan por un sentido del humor particularmente corrosivo (pura destilación de Europa centro-este), en Moscoviada encontramos un jugo aun más mortífero y ácido, probablemente provocado por tratar dos temas jugosos (el último año del Moscú soviético y la vida en una residencia de estudiantes de la URSS) desde la perspectiva de un poeta ucraniano.

“En su tiempo, te enseñaron que el Imperio romano sucumbió a los ataques de esclavos y colonos. Este imperio sucumbirá a los ataques de los borrachos. Un día saldrán todos a la plaza Roja y, exigiendo cerveza, partirán hacia el Kremlin. Les dispararán, pero las balas rebotarán en sus pechos indestructibles impregnados de alcohol.”

“¿Qué es lo que te une con un uzbeko al otro lado de la pared, excepto la pared? Con el uzbeko que siempre cocina arroz y carne magra y luego atrae con su olor bien nutrido a más de una estudiante hambrienta. Y la llena de plov…”

“Me cuesta imaginar a unos estonios durmiendo humilladamente en una estación de tren moscovita. Sería mucho más fácil imaginarse, por ejemplo, a unos turkmenos en este papel. Pero la desgracia del imperio es haber querido unir lo que no se puede unir: a los estonios con los turkmenos.”

“La ciudad del estilo bolchevique imperial, con sus enormes monstruos de los comisarios del pueblo, con sus portales secretos, sus avenidas prohibidas; la ciudad de los campos de concentración y de los gigantes pétreos que se elevan hasta el cielo. La población de sus cárceles equivale a toda una nación europea. La ciudad de los monogramas de granito, de las espigas de mármol y de las estrellas de cinco puntas más grandes que el sol. No sabe más que devorar, esta ciudad de patios nauseabundos y vallas de madera torcidas en callejones cubiertos de polen de álamo con nombres despóticos.”

“Lo más importante era sobrevivir hasta mañana… Moscú era, por lo tanto, el centro del imperio, pero al mismo tiempo era el centro de su desmoronamiento. En Moscú se percibía mejor que en ningún otro lugar que aquel sistema llegaba a su fin… ya se notaban por todas partes ciertos síntomas de eso de eso que se ha dado en llamar el síndrome imperial ruso.”

Vasili Aksionov diseña artefactos literarios magistrales: certeros, dinámicos y coherentes; “Las cumbres de Moscú” y “Una saga moscovita” son un claro ejemplo de ello; empujada por el tono paródico y la composición fragmentada de la obra, la historia te va arrastrando hacia un final que tiene algo de aterrizaje forzoso.

Portada de Una saga moscovita,

edición La otra orilla

Ambas novelas recrean el día a día de un entorno social concreto de la URSS. En la primera, “Las cumbres de Moscú”, Aksionov nos introduce en la elite soviética de los años 1940/50 para después desgarrarla por los temores stalinianos de un ataque del Mariscal Tito; en la segunda, “Una saga moscovita”, el texto recoge las vicisitudes de una familia de médicos a lo largo de las diferentes etapas en la historia de la URSS. Estas dos novelas tienen algo de “epopéyicas”, y a pesar de ello (y de su grosor) la lectura se realiza con una cadencia asombrosa.

“Al atardecer, en un crepúsculo de barro líquido que poco le faltaba para helarse, Kiril Smelchakov caminaba por la amada capital con su abrigo americano de pelo de camello y su sombrero de fieltro italiano, inmerso en una reflexión muy común entre los agentes del espionaje internacional soviético: ¿Cómo se puede vivir en nuestro país? Ni siquiera es posible permanecer aquí temporadas cortas.”

“¡No, este palacio no se parece a ningún otro! No se ajusta a ninguno de los estilos urbanísticos anteriores: ¡Es un palacio único de nuestro único y magnífico socialismo! Basta con ver cómo su poderosa solidez se combina con una sensación de vuelo inexorable. En él se percibe la fuerza del devenir histórico. Pues no solo sostiene la pendiente oriental de la bóveda celeste moscovita, no solo deja fuera de nuestra visión la mugrienta Taganka, sino que, junto con sus seis cofrades, delinea para nosotros la sede de una futura ciudad neoplatónica, habitada por filósofos y soldados.”

“El mundo se desmoronaba. Era la aniquilación total… La constelación de las estrellas no es favorable para los poetas, hermanos míos.”

- “Las cumbres de Moscú”, Vasili Aksionov, 23 euros, 350 pp. La otra orilla.

- “Una saga moscovita”, Vasili Aksionov, 34,5 euros, 1194 pp. La otra orilla.

- “Moscoviada”, Yuri Andrujovich, 18 euros, 216 pp. Acantilado

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