¿Cuándo seremos felices en Rusia?

La familia de Vladímir y Nástia. Foto de Oksana Yushkó

La familia de Vladímir y Nástia. Foto de Oksana Yushkó

El deseo de “vivir bien”, “como en un país civilizado” es una máxima del pueblo ruso. En parte se apoya en la retórica oficial que no se cansa de repetir que el objetivo primordial de la política económica es aumentar el nivel de vida de los ciudadanos. Intentaremos considerar este objetivo no como una simple frase, que en algunos casos sirve de justificación para todo tipo de políticas, sino como algo concreto. En este sentido hemos analizado los problemas económicos de Rusia desde el punto de vista de una familia joven de clase media, y hemos descubierto que el “sueño ruso” está directamente relacionado con la modernización de la industria y el precio de la vivienda.

Estamos en un patio cualquiera de Tomsk, rodeados de jruschovkas, edificios de viviendas de la época de Jrushchov. Algo más allá se ven casas de madera desconchadas. Vamos a visitar a los Frolov, una familia común. Las calles están llenas de carteles que pregonan la celebración del foro de innovaciones “Innovus” celebrado en mayo, como respuesta de esta ciudad al moderno proyecto de Skólkovo, situado en las afueras de Moscú. Ya estamos en junio, pero los carteles se mantienen, como si fueran el símbolo del futuro de Tomsk que ya ha pasado.

Vladímir


Vladímir nos recibe junto a un bloque nuevo de pisos. Tiene 28 años y su mujer Nastia, 22. La historia de los Frolov empieza con amor y continúa con la hipoteca. Ambos vinieron a Tomsk provenientes de los pueblos vecinos para obtener una formación superior.

Vladímir ingresó en la Universidad Politécnica, Nastia optó por el centro pedagógico de enseñanza superior. Tras graduarse, él empezó a trabajar en la Fábrica Electromecánica de Tomsk (FET). Conoció a Nastia cuando ella le pidió ayuda con unos planos técnicos. Él lo hizo. Después, se casaron. Nastia dio a la luz a un hijo de nombre Serguéi.

Después de graduarse, Vladímir tuvo que escoger entre tres fábricas. Las condiciones eran muy parecidas, el salario de entrada en cada una era de 250 euros aproximadamente. A la hora de elegir se guió por unos índices objetivos: dónde pagan con puntualidad, y subjetivos: cuál de las tres fábricas tiene mayor potencial, qué equipo de administración es mejor. Finalmente, escogió la electromecánica.

250 euros no es un gran salario en Tomsk. Pero Vladímir sigue trabajando en la fábrica por varias razones. Considerándole un buen trabajador con potencial, la fábrica le ofreció una hipoteca a 25 años. La parte principal del préstamo lo paga Vladímir, mientras que la fábrica amortiza los intereses. Sin embargo hay una cláusula que es importante señalar. En un anexo del acuerdo se indica que si el empleado se va de la fábrica antes de pagar toda la hipoteca, tendrá que compensar a la organización los intereses pagados. Así que el futuro de los Frolov ya está decidido.

- ¿No te sientes engañado? – le pregunto a Vladímir.

- No. Desde el punto de vista del contratista parece bastante lógico. De otra manera, habría demasiada gente con ganas de aprovecharse de la ayuda de la fábrica para comprarse un piso.

- ¿Pero ahora tu familia es rehén de su piso? – presiono.

- Si, así es, - sonríe Vladímir. – Pero es aún peor no tenerlo.

Hipoteca e inmuebles


A pesar de la preocupante dependencia hacia su contratista, Vladímir tiene razón: ha tenido suerte. La mayor parte de las familias jóvenes de Rusia no puede permitirse una hipoteca y sus contratistas no están dispuestos a ayudarles a amortizar los intereses. Hoy día en Rusia, sólo un 15% de los inmuebles se compra con hipoteca, mientras que en Europa alcanza el 80%.

Lo que gana el banco con la hipoteca es parecido en todo el mundo y oscila entre el 2% y el 3% anual. Lo que sí varía es la tasa de descuento: si en Europa no supera el 2%, en Rusia es del 8,25%. El Banco Central de Rusia se niega a rebajarla por miedo a provocar inflación. Se considera que si todo el mundo se lanza a por créditos baratos, se pondrá en circulación gran cantidad de dinero no garantizado por ningún tipo de mercancía, lo que provocará inflación.

- ¿Cuál es tu presupuesto mensual?

- Tras realizar el pago de la hipoteca, me quedan veinte mil rublos (unos 500 euros). Nastia estudia y cuida de Serguéi, así que soy el único que trabaja. Gastamos unos seis mil en comida y el resto nos basta para el niño, la ropa y las reparaciones. Sobran entre tres y cuatro mil rublos.

Productividad del trabajo y salario


Un especialista del nivel de Vladímir Frolov en Europa Occidental cobra, como mínimo, dos veces más. Si cobrara 50.000 rublos en vez de 25.000 rublos y consumiera lo mismo, Vladímir podría amortizar la hipoteca en poco más de tres años.

Un salario tan bajo es resultado de la baja productividad en el trabajo. En Rusia es cuatro veces menos que en EE UU. El problema principal radica en la maquinaria obsoleta; es imposible tener la misma velocidad y calidad de trabajo que los estadounidenses utilizando maquinas de los años 30 y 60 del siglo pasado.

Aunque tampoco está todo tan mal. Tanto en el FET, donde trabaja Vladímir Frolov, como en Rusia en general, se está realizando una renovación paulatina de los activos fijos. Como resultado, en los último diez años la productividad del trabajo ha aumentado casi un tercio.

El Estado tiene claro que hay que aumentar la productividad del trabajo y, como consecuencia, también los salarios de los especialistas. Por eso aplica una serie de medidas, a veces algo caóticas, pero siempre encaminadas al mismo objetivo. La industria de Tomsk, por ejemplo, goza de subvenciones del presupuesto provincial con las que las empresas pueden amortizar los intereses de préstamos en la compra de maquinaria nueva, es decir, el mismo esquema que utiliza la fábrica en sus relaciones con los Frolov. La fábrica de Vladímir ya ha obtenido 400 millones de rublos en subvenciones y exenciones tributarias.

Otra manera para la modernización de las fábricas es la atracción de empresas extranjeras. En este sentido, hace un año el gobierno redujo en cinco veces la cantidad de empresas estratégicas, en las cuales no es posible la participación de capital extranjero.

- ¿Estás seguro de tu futuro?

- No. En teoría la fábrica puede perder una parte de sus pedidos cualquier día, - reflexiona Vladímir. – Si la gente, que está al timonel de nuestro país, mete la pata, nuestra fábrica enseguida tendrá problemas. Entonces yo también los tendré.


La industria de máquinas-herramientas rusa


Actualmente las fábricas rusas dependen mucho de la importación: el 87% de las máquinas y de las nuevas herramientas se fabrican fuera del país. Según la unión Stankoimport, el valor total de esas máquinas y herramientas rusas en el mercado, es sólo del 1%. Eso significa que la maquinaria moderna y cara se compra fuera, y la barata dentro.

Desde el 2002 el Gobierno intenta modernizar las fábricas rusas y, simultáneamente, hacerlas menos dependientes de proveedores extranjeros. Para ello fue aprobado el programa federal “Base Nacional Tecnológica 2002-2006”, al cual le fueron asignados 10.000 millones de rublos. Después de cuatro años de la segunda etapa del programa, es decir, para el período 2007-2011, se admitió que una parte de los objetivos había fracasado “debido a una falta de financiación”. Como resultado, fueron asignados otro 50.000 millones de rublos para la compra de maquinaria moderna. Se prevé que la tercera etapa de modernización de la industria rusa llegue hasta el 2016, aunque todavía no está aprobada. El gasto previsto oscila entre los 100.000 y 300.000 millones de rublos.

Sin embargo, es difícil estimar el efecto de las etapas realizadas. Se estima que una parte del programa actual, los gastos del Estado, es decir, 50.000 millones, han de volver al presupuesto en forma de impuestos en una cantidad de 70.800 millones. Pero no hay ningún dato sobre el efecto real de estas inversiones en la industria.

Sistema financiero. Impuestos, préstamos, inflación


Es muy probable que la mayoría de las empresas rusas podrían prescindir de la ayuda económica directa del Estado si los impuestos y las tasas de interés de los préstamos fueran menos severos. ¿Por qué los dueños de la FET tardan tanto en modernizarse? Son incapaces de pedir un préstamo importante para modernizar toda su anticuada maquinaria, porque éstos resultan demasiado caros. Al mismo tiempo, si siguen trabajando con esta maquinaria, su producto no es competitivo, no tienen contratos a largo plazo por lo que no pueden obtener préstamos a largo plazo bajo unas condiciones ventajosas. Es un círculo vicioso.

La inflación crece por dos factores principales: la subida de las tarifas de los monopolios de energía y el crecimiento de los gastos públicos. Vladímir Frolov observó como cada aumento salarial por parte del sector estatal, afectaba negativamente a su presupuesto familiar. Además hay otro factor importante, la competencia en el mercado interno es muy baja debido a la escasa actividad de los negocios, maniatada por la alta tasa de descuento impuesta para prevenir la inflación. Se trata de otro círculo vicioso, pero el Estado es capaz de romperlo desarrollando programas de financiación con bajos intereses no para la población, sino para las empresas que fabrican mercancías y ofrecen servicios.

Nástia


La esposa del “ciudadano de la calle”, Nástia, no interrumpe a su marido y espera tranquilamente su turno para hablar sobre “la vida feliz”. Su visión no es muy distinta de la de Vladímir, pero se limitaría a dos hijos.

- Si no tocamos lo de la hipoteca, ¿Cuándo serás feliz?

- Cuando mi hijo vaya a la guardería y yo pueda empezar a trabajar.


Para empezar, le gustaría cobrar 400 (o, aún mejor, 500) euros.

La felicidad para Nástia está asociada a la posibilidad de viajar. Quiere ir a la ciudad de Sebastopol, donde tiene familia, a Egipto, para ver las pirámides, a Tailandia, porque allí hace calor y hay mar, a Alemania, porque a Vladímir le gusta mucho. Es decir, lo único que necesita esta familia para ser feliz es salir de su piso, para lo que necesitan a alguien con quien puedan dejar a su hijo y, claro está, dinero para pagar sus servicios.

Calidad de vida, servicios sociales


Hablando con Vladímir y Nástia uno nota que es una generación acostumbrada a resolver sus problemas sin fiarse del sistema de seguridad social. Por eso ni se quejan del Estado. Está claro que les fastidia el estado del sistema sanitario, como a la mayor parte de la población del país. Según las últimas encuestas, un 58% de la población de Rusia está muy descontenta con los servicios de salud.

- Serguéi tuvo problemas cardíacos, - cuenta Nastia – fuimos al médico. Nos dijo: “Para una consulta gratuita hay una lista de espera de mes y medio”. Pagamos y obtuvimos los resultados al día siguiente.


Otro problema social de importancia para los jóvenes es el de la falta de guarderías. Hay una cola de decenas de miles de niños en todas las regiones. En total, según los datos del Ministerio de Salud y Desarrollo Social hay un millón y medio de niños que no tienen acceso a las guarderías. El estado promueve la natalidad pero no crea la infraestructura correspondiente. Una gran parte de los locales para guarderías se alquila como oficinas. Además, las reglas para el registro de registro de entidades infantiles son muy estrictas, y no permiten la apertura de jardines de infancia privados, o las hace muy caras por la necesidad de pagar sobornos a los órganos encargados del registro.

La fábrica


Vladímir es el eslabón entre la oficina y el taller. Dedica una parte de su tiempo a los pedidos, a veces va a comisiones de servicio, pero también sabe manejar la maquinaria.

Cerca de la zona para fumadores hay una máquina de los tiempos soviéticos con agua gaseosa.

- ¿Todo para los empleados? – pregunto.

- Sí. El agua es gratis, - responde Vladímir con cierto orgullo.

Según Vladímir, lo ideal para la fábrica sería tener dos o tres contratos a largo plazo con el sector del petróleo o con el metro de Moscú. Entonces vivirían igual que los alemanes.

- Tú conoces a los obreros alemanes. ¿Cuál es la diferencia entre tu vida y la suya?

- Sonríen mucho más - responde Vladímir.

- ¿Y eso por qué?

- Están seguros de su futuro. No conozco los detalles, pero el obrero alemán tiene un paquete social muy grande: piscina, gimnasio, sanidad, casa, apartamento, etc. Para nosotros, por ahora, no se vislumbra ninguna posibilidad de vivir así.

La movilidad de la población

Una de las opciones para le gente como Frolov es mudarse a otra ciudad, buscar otra fábrica. Es probable que los especialistas de su nivel que dominen inglés y entiendan de maquinaria moderna, sean requeridos ahora mismo en la provincia de Leningrado, que muestra unos índices de crecimiento muy altos. Pero Vladímir no tiene posibilidad de mudarse y ganar más; la hipoteca lo tiene estancado en Tomsk. La falta de movilidad interregional no permite la distribución eficiente de la mano de obra. En Rusia sólo seis personas de cada mil se desplazan de una región a otra. Según el estudio realizado por el rector de la Escuela de Economía Serguéi Guriev, los problemas de vivienda y las barreras administrativas (una familia joven sin inscripción permanente, tiene muchos más problemas para ingresar a su niño en la guardería) forman la trampa que desemboca en la pobreza de las familias rusas.

Después de la crisis el gobierno adoptó un programa de apoyo a la migración laboral. Se asignaron 800 millones de rublos para pagar la mudanza y compensar el alquiler de la nueva vivienda en el curso de los tres primeros meses. En cambio, a día de hoy, solamente han acudido 9.000 personas a este programa. En las regiones más demandadas es imposible alquilar una vivienda con el dinero ofrecido por el estado.

- ¿Y qué pasará con tu hipoteca si te ocurre algo?

- Para eso tengo el seguro, - sonríe Vladímir como un obrero alemán. – Así que no es un dolor de la cabeza. Si me ocurre algo, la empresa de seguros se hará cargo.

Cuando estamos saliendo se detiene y afirma.

- He tenido suerte. Millones de personas me envidiarían.

Con participación de Víktor Diatlikóvich, María Ishutina.

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