Los nervios de la lengua rusa

Serguéi Dovlátov. Foto de archivos personales

Serguéi Dovlátov. Foto de archivos personales

La biografía de Dovlátov parece una tragicomedia, esa impresión causan también sus obras. 21 años después de su muerte hace tiempo que sus libros han dejado de ser un tesoro escondido.

El gran escritor ruso Serguéi Dovlátov falleció en Nueva York en el verano de 1990 a los 49 años. En España es prácticamente desconocido, pero en Rusia es considerado una figura de culto. Sus libros se reeditan periódicamente, muchas de sus frases y expresiones son de uso común y se cuentan anécdotas sobre su vida.

En la URSS los textos de Dovlátov rara vez se publicaban. Menos aún cuando en 1978 emigró a Estados Unidos; los emigrantes eran borrados de la historia de la literatura soviética. Cuando sus libros empezaron a publicarse en su país, en tiempos de la perestroika, ya era demasiado tarde. Había muerto a las puertas del éxito.

Pedro el Grande (2,12 m)

Tras la aparente espontaneidad de la técnica narrativa de Dovlátov se oculta un sencillo, pero sólido armazón. Y, si bien el propio autor es el protagonista de muchos de sus relatos y novelas, éstos no son puramente autobiográficos.

Poesía y verdad

La maleta vio la luz en lengua española en 1986 y trata de un emigrante llamado Dovlátov. Todo su patrimonio se reduce a una mísera maleta: “Observé la maleta vacía. En el fondo Karl Marx. En la tapa Brodsky. Y, entre ambos, una vida perdida, única y sin precio”. El contenido de la valija es el germen de las historias más disparatadas. Entre ellas aparece la referida a un par de guantes procedentes del atrezzo del Estudio Cinematográfico de Leningrado, “préstamo” de un director de cine vanguardista. Todavía hay más historias; Dovlátov, el mayor escritor de todos los tiempos, mide 1,94 metros, hace cola ante un puesto de cerveza disfrazado de Pedro el Grande, el mayor zar de todos los tiempos, medía de 2,12 metros. El director esperaba reacciones de ira o turbación por parte de la población, pero nada más lejos de la realidad. La gente sólo está preocupada, y mucho, por los empujones de “zar” y un posible trato preferencial por el cual podría conseguir su cerveza sin esperar la cola.

El éxito de Dovlátov en EE UU fue asombroso para un autor exiliado sin “fama previa” ni “cicatrices políticas”. En gran medida había de agradecérselo a su influyente amigo Joseph Brodsky, que también provenía de la escena literaria de Leningrado y arrastraba la fama y el prestigio de un perseguido político.

Dovlátov se hizo habitual en las conferencias políticas y literarias internacionales. En una carta relata cómo un prestigioso disidente considera que la verdadera finalidad de esas conferencias es ensalzar y recordar las cogorzas con viejos amigos. Según cuenta, los “organizadores americanos” lo escucharon asombrados, pero no dudaron en pensar que se trataba de la represión de los regímenes totalitarios.

¿Es eso cínico? Sí y no. En primer lugar se trata de una declaración objetiva: la literatura rusa en Occidente, la única importante para Dovlátov, no le importaba a nadie si no incluía intrigas políticas. Responder al cinismo con cinismo: ésa era la triste escuela de vida soviética. Este canto atonal de cinismos era el gran tema de Dovlátov, el amargo sentido oculto de todas sus anécdotas y chistes, que a primera vista podrían parecer meros tópicos: borracheras, reyertas, pobreza, censura.

Pero Dovlátov sale siempre con maestría de todos los clichés con primorosos golpes de efecto, con alguna famosa pulida hasta la perfección, en definitiva una “frase dovlatoviana”. Como un verso se graba en la memoria. Esa frase puede retener por escrito el lenguaje hablado sin perder un ápice de su naturalidad e ingenio. Cualquiera que lo haya intentado alguna vez sabe cuán difícil resulta. Esa frase se te clava sin remedio, si bien permanece siempre oculta bajo el velo de la ironía y la bondad.

Es precisamente eso lo que convierte a Serguéi Dovlátov en un escritor notable y lo distingue de multitud de epígonos que reúnen y reproducen anécdotas macabras y absurdas sin una dimensión trágica y existencial.

Un final triste y absurdo

La obra de teatro The Death of Bessie Smith, de Edward Albee, hace eco del rumor según el cual la gran cantante de jazz murió porque no podía entrar en una clínica para blancos. Cuando por fin la llevaron a una clínica para negros, ya era demasiado tarde.

Dovlátov no tenía seguro de enfermedad. Cuando fue víctima de un infarto de miocardio intentaron ingresarlo en varias clínicas. Finalmente consiguieron ingresarlo sin póliza de seguros en un hospital neoyorquino, pero ya era demasiado tarde. Como si hubiera tenido el trágico don de experimentar en carne propia los acontecimientos más destacados y absurdos de su entorno. Por desgracia, ya no tuvo ocasión de describir ese último disparate.

Biografía


Serguéi Dovlátov

Vida: 3/9/1941 (Ufá) – 24/8/1990 (Nueva York)

Obra: doce libros (en el exilio)

Nacido en Ufá, con tres años Serguéi Dovlátov se mudó a San Petersburgo. Estudió Filología, si bien no logró graduarse y, desde entonces, se abrió camino en la vida como carcelero y periodista. En 1972 se trasladó a Estonia, donde permaneció tres años y donde el KGB destruyó su primer libro. En 1978 emigró a EE UU. Se han publicado las siguientes obras en español: Los nuestros, ed. Altera (2001); La maleta, ed. Metáfora (2002); y El compromiso, Ikusager Ediciones (2005), La zona, Ikusager Ediciones (2009).

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