La casa donde vivió Serguéi Dovlátov. Foto de Vladímir Ruvinski
De esta manera, el día del aniversario del escritor no pasará desapercibido. Está previsto abrir un museo memorial en la reserva Púshkinskiye Gori, finca familiar del escritor clásico Alexánder Pushkin, donde Dovlátov trabajó como guía durante el verano de 1977. El museo se encuentra a 112 kilómetros de la ciudad de Pskov, en la aldea de Berezinó, donde el escritor alquilaba una habitación. Dovlátov fue allí porque no tenía posibilidad alguna de publicar y estaba perseguido por las deudas y la falta de dinero. Sus memorias sirvieron de base para la novela “La reserva”, considerada por los críticos literarios como una de las mejores obras del escritor. Desde entonces, Púshkinskiye Gori ha cambiado mucho. Los “escuadrones de turistas” que describe Dovlátov desaparecieron hace mucho tiempo, tras el desmoronamiento de la URSS, tal y como cuenta la habitante local Svetlana Kovshirko, directora del hotel literario Arina R. Apenas quedan aldeanos, sus casas han sido vendidas para ser residencias de verano y están reformadas. La casa de troncos de madera en la que vivió Dovlátov cuando hacía visitas guiadas en la reserva de Pushkin es prácticamente la única excepción. La casa tiene casi cien años. Ha conservado su estado original gracias a la casualidad y a la pobreza extrema de sus dueños, que no tenían dinero para hacer reparaciones.
“Primero vivió aquí Vania, el guardabosques local, con su familia numerosa”, cuenta Kovshirko. Más tarde la casa cambió de dueño, primero a Iván Fiódorovich, que aparece en “La reserva” como Mikhail Iványch. Este fue con quien Dovlátov trató cuando llegó a trabajar a la reserva de Pushkin.
Esta casa no sólo está relacionada con la obra de Dovlátov, sino también con sus planes de emigración. Un año después de llegar, el escritor, siguiendo los pasos de su mujer, emigró a Estados Unidos, donde pudo ganarse la vida con la literatura y obtuvo un verdadero reconocimiento de público y crítica. En este país publicó, en la década de 1980, sus tristes, irónicos y profundamente humanos libros, mientras que sus cuentos vieron la luz en la prestigiosa revista The New Yorker. El Premio Nobel de literatura Joseph Brodsky apreciaba mucho “la sosegada música del sentido común”. También el escritor de culto Kurt Vonnegut recomendaba encarecidamente a Dovlátov. En cambio, los lectores rusos solo pudieron ver sus obras a partir de los años 90, después de su fallecimiento. Aunque la sensación de libertad que impregnaba todos sus libros les venía como anillo al dedo. Inmediatamente, Dovlátov se hizo muy popular, surgían gran cantidad de proverbios a partir de sus textos e incluso apareció la expresión: “una historia dovlatiana” para referirse a una historia paradójica en la que se rompen los estereotipos.
La casa en ruinas
Dovlátov no exageraba en absoluto cuando escribía que “perros vagabundos entraban en casa a través de las grietas que había en el suelo”. Vera Jálizeva compró aquella casa semiderruida en los años 90 y contaba que había cerrado los agujeros con planchas de madera contrachapada, aunque dejó prácticamente intacto el resto del inmueble. El dueño anterior había fallecido y su mujer, Elizaveta, vendió la isba. Jálizeva no sabía quién había vivido en aquella casa hasta que la empezaron a visitar los admiradores del escritor. Ella no cobraba entrada. Aunque la nueva dueña sólo tenía fuerzas para mantenerla en un estado habitable, y nada más. No tenía fuerzas ni dinero para hacer reparaciones. La casa de madera envejecía implacablemente y agonizaba, como si de una persona deshauciada se tratase. Entonces, la pensionista decidió venderla. Un grupo de empresarios, que prefieren no hacer públicos sus nombres, la compró hace un año. Lo único que se sabía era que tenían intenciones de convertirla en museo.
Pudimos entrevistar a Ígor Gavriushkin, representante de los inversores, que explicó que la conservación de la casa no persigue fines comerciales: “ Hay personas adineradas que invierten sus medios pero que en este caso no pretenden obtener beneficio alguno.” Según él, sus motivaciones son “el amor y el respeto hacia Dovlátov”. Ígor Gavriushkin afirma que actualmente, la tarea principal es salvarla de la destrucción.
Lo cierto es que la casa se encuentra en un estado ruinoso. Está vacía, sólo quedan restos de la vida anterior, como si los dueños lo hubieran dejado todo y se hubieran marchado de repente. El suelo parece hundirse bajo los pies, el techo se mantiene tan sólo gracias a unos soportes instalados para ello. Se nos acercó un obrero, y nos recomendó no volver a entrar: “Todo puede derrumbarse en cualquier momento”.
Si algún día se convierte en un museo, los turistas podrán ver algunos objetos personales del escritor, entre ellos una cama metálica, un taburete de madera, un armario lleno de moho, que no se puede tirar porque sobre él se apoya el tejado que está a punto de caerse, y un trozo de espejo. En las paredes hay papel pintado de los años 70 y un recorte de periódico con un artículo dedicado a Faína Ranévskaia, una popular actriz de cine en la época soviética, titulado “Una estrella condenada”.
En estos momentos se aprecian las señales de las obras. A la entrada una parte del suelo está desmontada y las paredes están reforzadas con unos soportes externos. “La tarea consiste en conservarlo todo, revisando y quitando las partes que se hayan podrido”, cuenta el obrero. “Así podrá durar unos diez años más”. Gavriushkin dice que prevé mantenerla parcialmente para el otoño con el objetivo de que aguante el invierno, “luego la gente ya hará correcciones, dirán qué va bien y qué no, y así podremos decidir, teniendo en cuenta su opinión”.
La gente a la que se refiere son las personas que se acercarán hasta aquí el próximo 3 de septiembre a celebrar el 70º aniversario del nacimiento del escritor. Este día está prevista la inauguración de una exposición del pintor Ígor Shaimardánov, muy conocido en esta zona, sobre Pushkin y Dovlátov. Además, se organizará una especie de Dovlátov- fest, con lecturas de sus libros y recuerdos de su obra, en el museo.
El propio escritor no era nada aficionado a las celebraciones oficiales. En su novela “La reserva” escribió sobre las exposiciones museísticas dedicadas a Pushkin: “Siempre ocurre lo mismo. Primero se cargan a la persona, y luego se ponen a buscar sus objetos personales”.
Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: