La tumba de Gaito Gudzanov en el cementerio de Sant Genevieve des Bois, Paris. Foto de Creative Commons
Muchas han sido las razones esgrimidas para ello: la distancia entre el poder autoritario y la población, la geografía del país, el supuesto “espíritu libre” de los rusos, la tiranía y represión de los sucesivos gobiernos, la falta de voluntad de afrontar los problemas, su universalismo, el alegado carácter inestable de los eslavos…
Y en esto llegaron los rusos al Índico (Konstantin Khudolei asegura que ese ha sido el error histórico en el desarrollo del país), dominaron Bujara y Samarkanda, colmaron sus almas de exilio interior, y como canta Leonard Cohen, también tomaron Manhattan y Berlín. Pero la emigración rusa no es un fenómeno que apareció tras el colapso de la URSS. Ya en el siglo XIX muchos políticos liberales, escritores, pintores y aventureros rusos pasaban largas temporadas en Europa. Sin embargo, la extraordinaria relevancia histórica y envergadura del fenómeno se alcanzó entre 1917 y 1920.
Días, aquéllos, que hicieron temblar el mundo, y sobre todo a población rusa. Unos dos millones de personas salieron del país de los zares, muchos de ellos oficiales, ingenieros y profesores, otros meros nobles que vivían de las rentas; así grandes duques pasaron a ser jardineros, generales imperiales se reconvirtieron en choffers, princesas en modistas, y muchas aristócratas tuvieron que hacer la calle en varias capitales europeas.
Los más afortunados habían escapado a través de Japón al estallar la guerra, sin embargo, la mayoría esperó en suelo ruso hasta que perdió toda esperanza de recuperar el orden prestablecido. Los últimos en salir fueron los combatientes blancos de Sebastopol, quienes tomaron los barcos fletados por Cruz Roja en noviembre de 1920; eran los restos del naufragio de Wrangel (100 mil oficiales del ejército imperial, 30 mil mujeres y 20 mil voluntarios), quien organizó en Gallipoli un esperpéntico campamento de refugiados.
Al final de la escapada soñaban con París, ciudad donde Rusia había brillado en la Exposición Universal, capital de las artes y la diplomacia etc etc pero la gran mayoría se quedó a medio camino, sirviendo en los ejércitos de Serbia, Bulgaria o España, o buscándose la vida en Turquía, Finlandia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Alemania, Bélgica o Dinamarca; así, Europa se llenó de unos invitados que nadie esperaba.
De hecho, los rusos aparecen como protagonistas entre la fauna europea de los años 20, sobre todo en ciudades como París (con más de 200 mil refugiados) y Berlín (casi 100 mil). Fue una época decisiva para el devenir del siglo XX, y por aquellos años, probablemente sin conocerse, Gaito Gazdanov y Manuel Chaves Nogales escribieron dos obras excepcionales para entender el primer tercio del siglo XX y la tragedia que la revolución supuso para millones de personas.
Gaito Gazdanov en los años 20. Foto de Nevsky Prospekt
"Escúchame -dijo mientras tanto Vitali-, en el futuro próximo te tocará ver muchas indignidades. Verás cómo matan a gente, cómo los cuelgan, cómo los fusilan. Nada nuevo, nada importante, ni demasiado interesante. Pero mira lo que te aconsejo: no te conviertas en un hombre de convicciones, no saques conclusiones, no juzgues y procura ser lo más discreto posible. Y recuerda que la mayor felicidad en la tierra es pensar que has comprendido algo, aunque sea poco, de la vida que te rodea. No comprenderás nada, sólo te parecerá que lo comprendes; y cuando lo recuerdes, pasado el tiempo, comprenderás que lo habías entendido incorrectamente… y sin embargo, es lo más importante y lo más interesante de esta vida" (Gaito Gazdanov).
En “Una noche con Claire” la prosa de Gazdanov desborda por su sencillez y sutileza, y aunque menos desgarradora que “Caminos Nocturnos” (Sajalín), la novela resulta igual de turbadora.
“Una noche con Claire” fue la primera -y más conocida- obra de Gazdanov. En ella, el escritor ruso-osetio relata en primera persona el re-encuentro de un joven ruso con una amiga francesa que había conocido en un balneario del Mar Negro antes de la guerra; ya en París, Claire le sirve de leitmotiv para reflexionar sobre los años previos a la revolución y la guerra civil posterior a través de un alter ego bastante descarado.
Gaito Gazdanov en los años 50. Foto de Creative Commons
Así, “Una noche con Claire” es una juventud novelada, el testimonio de un fracaso histórico, aceptado con inteligencia y plagado con reflexiones certeras e, incluso cínicas, como no podía ser menos en esta época y de un ruso.
"En invierno de ese año me hicieron ir a para el tren blindado y llegar al cabo de unas noches al sur; pero este viaje aun sigue en mi interior, y, seguramente, hasta el momento de mi muerte volveré de vez en cuando a sentirme delante de las ventanas iluminadas, atravesando el espacio y el tiempo a la vez, pasarán fugaces los ahorcados, alejándose bajo las blancas velas hacia la inexistencia, de nuevo se arremolinará la nieve y la sombra del tren que desaparece, deslizándose, a sacudidas, corriendo veloz a través de los largos años de mi vida" (Gaito Gazdanov).
Gazdanov (San Petersburgo 1903 - Munich 1971) la escribió entre 1926 y 1929; Ya llevaba varios años en París, donde realizó diversos trabajos típicos de emigrantes: cargó barcos en los astilleros del Sena (”¡No era un trabajo para humanos!”); Limpió locomotoras, padeció en la cadena de montaje de la Citroën (”casi logra acabar con mi cerebro”), fue secretario en la editorial Hachette (¡Aburridísimo!) y probó como estudiante en la Sorbonne, contestando a los profesores que alababan la revolución (”en su discurso sólo hay mentiras y teorías”). Así que acabó de taxista nocturno, empleo que compaginó durante veinte años con el de escritor.
Portada del libro de Gaito Gazdanov. Editorial Nevsky Prospekt
No obstante, Gazdanov llegó a ser reconocido entre el círculo de exiliados, y en los años 50 comenzó a trabajar para Radio Liberty. Por lo tanto, el escritor ruso-osetio combinó con suficiente ansia todos los tipos de escapada: exploradora, interna y fronteriza. Él siempre escribió en ruso, posiblemente para mantener ese estilo turbador y melodioso, que parece como jugo de la psique. Con la perestroika y posterior colapso de la URSS la obra de Gaito Gazdanov reflotó, y en los últimos 20 años se han publicado en Rusia más de 50 libros de Gazdanov y sobre Gazdanov. Igualmente, poco a poco, van apareciendo traducciones al inglés, alemán y español, como el reciente libro editado por Nevsky Prospekt.
"…los ojos que más cosas vieron en los últimos tiempos; los ojos, un tiempo bellísimos de la princesa Elisabeth Narisechkin Kurasin. Vieja requetevieja, había ido a dar con sus pobres huesos en el asilo de Sainte Geneviève des Bois, cuando ya debía pensar que la vida no debía guardar sorpresas para ella. Tras una fabulosa y dilatada existencia, la princesa Kurasin no podría esperar que, después de haber conocido el esplendor de la corte de tres zares, ya casi centenaria, aun le aguardaba la miseria… ojos humanos no vieron nunca tanto, tantos hombres y tantas mudanzas…" (Chaves Nogales).
Chaves Nogales. Foto de editorial Renacimiento
El libro de Chaves Nogales ”Lo que ha quedado del imperio de los zares” es otra obra excepcional, periodismo de primera, reportajes escritos con una maestría que al mismo tiempo resulta en regocijo y pena, por la calidad de los textos, de vanguardia internacional, y por la tragedia de las vidas que relata.
Portada del libro de Manuel Chaves Nogales. Editorial Renacimiento
"Kerenski se aferra a la razón, a la lógica, a lo que hay de humano en el hombre, con la esperanza siempre puesta en el triunfo de la inteligencia…, convencido de que son siempre las fuerzas intelectuales las que rigen el mundo” (Chaves Nogales).
Otro motivo de tristeza al leer los textos es la comparación con el periodismo español actual, mucho más servil, previsible y anodino ¿Qué periódico español estaría dispuesto a hacer algo así ahora?
Los reportajes de Chaves Nogales se publicaron por primera vez en el diario “Ahora” a comienzos de 1931. El texto apareció en veinticuatro entregas, y el libro editado por Renacimiento recoge numerosas fotografías originales, publicadas con los reportajes en 1931.
Chaves Nogales. Foto del archivo de Pilar Chaves
"Kerenski vive pobremente; como un humilde y obscuro periodista; peor seguramente que cualquier redactor jefe de un periódico de provincias. he aquí en lo que ha parado aquel hombre que fue un momento omnipotente, dictador de Rusia, generalísimo de sus ejércitos de mar y aire; el hombre que tuvo prisionero al zar…"
Nogales y Kerenski en el año 1931. Foto del diario Ahora
El gran Duque Cirilo, la amante del zar, Kchesinska, el menchevique Kerenski, el Principe Yusupov… los testimonios recogidos por Chaves Nogales son históricos, y van además acompañados por descripciones inteligentes y análisis muy muy finos.
- Una noche con Claire, Gaito Gazdanov. Tradución de M. García Barris. Nevsky Prospekt. 237 pp., 19 euros
- Lo que ha quedado del imperio de los zares. Manuel Chaves Nogales. Renacimiento, 360 pp. 24 euros
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