La matrioshka de Semiónov ha sido elegida souvenir oficial de los Juegos Olímpicos de invierno de Sochi. Foto de Kommersant
Decenas, centenares de mujeres caminan de madrugada por las calles de la pequeña ciudad de Semiónov hacia la fábrica de “matrioshkas”. Muchas van con hijos o nietos; unos irán a la guardería, otras se quedarán con sus hijos en el trabajo. Hasta puede parecer que en esta ciudad no hay más que mujeres y niños.
"Llevo cuarenta años torneando matrioshkas”. Anna Málysheva fija en el torno una barra de madera y empieza a trabajarla; las virutas salen volando en todas direcciones. “Me encanta este trabajo, me encanta el olor a tilo. Lo más importante es controlar que el trozo de madera no se salga del soporte, porque si no, una puede llevarse un un golpe en la cara. ¿Ves la cicatriz que tengo debajo del ojo? Es un de accidente de trabajo. Me ha pasado varias veces, pero ni siquiera cogí la baja. Iba a trabajar con un moratón o con la nariz rota, y ya está".
Anna no es la única mujer torneadora en de la empresa artístico-industrial Jojlomskaya Róspis. Entre los más de mil empleados, la mayoría son mujeres. Los hombres, tal y como suele ser habitual en Rusia, ocupan los puestos directivos.
"Pagan poco, por eso los hombres serios no quieren trabajar aquí”, hace ya mucho que Anna Nilkoláievna ha sacado todas las conclusiones. “Todos los hombres en condiciones de trabajar se han ido a Moscú a ganar dinero, y otros han caído en el alcoholismo. Yo he sido siempre la que ha mantenido a la familia. He educado a dos hijos, y si mi marido bebía, también tenía que educarle. Ahora tengo tres nietos, hay que mantenerlos. Por eso nunca dejaré mis matrioshkas, aunque me duelan la espalda y las piernas".
"Aquí los torneadores valen su peso en oro”, dice la contramaestre de tornería Galina Koróvieva. “Es un trabajo duro, por eso les pagamos una prima del 100%. Una matrioshka de siete figuras cuesta 4, 50 rublos (unos 16 céntimos de euro). Por ejemplo, si una mujer ha torneado por 200 rublos al día, le pagamos una prima de 200 rublos (lo que supone 10 euros).Una torneadora gana 12.000 mil rublos al mes (unos 300 euros) de media. Eso es muchísimo para nuestra empresa".
Espacio abierto
Las figuras de madera se lijan cuidadosamente, se les imprime engrudo de patata y se secan, antes de pasar por el taller de los pintores. Mejor dicho, de las pintoras. Parece que ningún hombre se ha dedicado a pintar matrioshkas desde 1922, momento en que, poco a poco, empezó en Semiónov la producción de estas asombrosas muñecas.
Las matrioshkas no tienen muchos años, aunque parezca que han existido desde siempre. Posiblemente porque es un símbolo ideal de Rusia, de la fecundidad, de la maternidad, de la fuerza y los cuidados femeninos.
Zhenia Prokósheva tiene dos niños pequeños. Lleva pintando matrioshkas desde hace tan sólo tres años: " Me enseñó mi suegra y así pude conseguir un puesto de trabajo. ¿Adónde iba a ir si no? ¿A una tienda, a trabajar de dependienta? Allí nadie te deja ir a casa si los niños se ponen enfermos. Y aquí existe la baja. Al menos en este sentido nosotras, las mamás, estamos protegidas”. El marido de Zhenia trabaja en Moscú, y pasa allí semanas enteras, mientras que su suegra está sentada aquí mismo, en la mesa de al lado.
Es frecuente que en la planta trabajen clanes familiares femeninos. Irina Poliakova, una t pintora autodidacta de 19 años con mucho talento, va a trabajar junto con su madre, empleada en el taller donde se lacan las matrioshkas ya pintadas. Al lado trabaja Ksiusha Poletáieva, una joven madre: "Terminé mi formación en la escuela local de artes populares. En la época soviética había diez aspirantes por plaza, y ahora falta gente”.
Open space, así es como se podría llamar al local en el que trabajan las pintoras. Un espacio abierto, muchas mesas, conversaciones que oye todo el mundo. Aquí se habla de los éxitos escolares de los niños, de las relaciones con los hombres, de los precios, de los modelos de vestidos de boda, y de los rumores. Algunas mujeres tienen fotos en las que aparecen junto a algún personaje famoso. Los personajes públicos visitan la empresa Jojlomskaya Róspis cuando vienen a la ciudad. Si la pequeña ciudad de Semiónov tiene algo de lo que estar orgullosa, es de su artesanía popular.
Matrioshkas, una fuente y muchas tapias
Una belleza aldeana: así se presenta a esta bonita muñeca pintada en la página web de la empresa Jojlomskaya Róspis (http://www.hohloma.nnov.ru/abouteng/). La clásica matrioshka de Semiónov lleva un pañuelo amarillo, un vestido rojo y flores en el delantal. Tiene vistosos colores y las mejillas ruborizadas. Ésta matrioshka ha sido elegida como souvenir oficial de los Juegos Olímpicos de invierno en Sochi.
"Por supuesto que queríamos que nuestra Matriona se convirtiera en la mascota de los Juegos Olímpicos”, dice la directora artística de la planta Valentina Dáshkova. “La intentamos representar con una antorcha o con esquíes y enviamos varias opciones. Al final no la eligieron como mascota, pero se convirtió en souvenir oficial. Tardamos bastante en obtener este permiso. Hubo que preparar muchos documentos, llevar a cabo negociaciones, hacer presentaciones. Pero, gracias a Dios, nuestra matrioshka tradicional salió elegida entre 3 y 5 figuras. Ahora nos han permitido representar en su delantal los símbolos olímpicos. Nuestra ciudad, por su parte, también ha sido incluida en el circuito cultural de la Olimpiada, así que recibiremos a quienes vengan a los Juegos Olímpicos de Sochi. Tenemos planeado pintar con ornamentos típicos de Jojlomá todas las paradas de autobuses urbanos y todo el transporte público". De momento se han pintado las placas con los nombres de las calles, la fuente y alguna que otra tapia.
Las mujeres de Semiónov son fuertes, robustas y además capaces de aguantar las dificultades. Recuerdan mucho a las matrioshkas que cuidan y protegen a sus familias. Son ellas las últimas guardianas de este saber artesano famoso en el mundo entero.
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