Periodismo bajo sospecha

Diferentes opiniones sobre la situación del periodismo en la Rusia actual. Foto de Kommersant

Diferentes opiniones sobre la situación del periodismo en la Rusia actual. Foto de Kommersant

Rusia es tristemente conocida por la penosa situación de sus periodistas, víctimas de agresiones, y la censura. Sin embargo, desde la elección de Medvédev a la presidencia la situación parece haber mejorado.

El periodismo puede ser una profesión peligrosa y complicada, sobre todo en Rusia. En un país donde el pluralismo político e ideológico nunca han estado muy de moda, los reporteros curiosos y otros cronistas de lo cotidiano reacios a seguir la línea oficial se convierten muchas veces en víctimas de amenazas verbales o físicas, además de encontrarse con la censura y los juicios. En algunas ocasiones llegan a pagar con sus vidas los intentos por esclarecer zonas sombrías, revelar “secretos” o aclarar “misterios”.

Hay casos emblemáticos, como el de Anna Politkóvskaya, la periodista de Nóvaya Gazeta asesinada en 2006 en Moscú por haber empleado con demasiado esmero su afilada pluma en Chechenia y haber criticado el régimen del, por aquel entonces, presidente Vladímir Putin. Asimismo, el reciente caso de Oleg Kashin también ha acaparado portadas. Al periodista del diario Kommersant le rompieron el cráneo con una barra de hierro en noviembre del año pasado aunque pudo salvar milagrosamente su vida. Las agresiones son frecuentes y muchos periodistas han perdido la vida debido a su profesión. La Fundación para la Defensa de la Transparencia (Glásnost), una ONG en defensa de la libertad de la expresión, ha contabilizado 322 casos de asesinatos de periodistas entre 1993 y 2009, y solamente en 2010 se produjeron once. Desde el comienzo de 2011, se han recogido 39 casos de agresión. Aunque sin llegar a tales extremos, el trabajo cotidiano de los periodistas se ve obstaculizado en gran medida por la opacidad general del sistema público ruso, la negativa de los funcionarios a colaborar de forma transparente con los medios de comunicación y la hostilidad de las fuerzas del orden público.

Sin embargo, algunos estudios parecen indicar que la situación va mejorando. Mijaíl Fedótov, jefe del Consejo Presidencial para los Derechos Humanos, en una conferencia de la Organización por la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), celebrada en Vilnius a principios de junio ha revelado algunos datos que invitan a cierto optimismo. En su presentación, ha mostrado que en los últimos tres años la seguridad de los periodistas ha aumentado hasta tal punto que no se ha cometido ningún asesinato entre 2008 y 2010. Por otra parte, las autoridades proporcionan cada vez más información a los medios. «La evolución es muy lenta pero es perceptible. Las instrucción de los casos en relación a los periodistas asesinados avanza, los asesinos de Babúrova y Markélov (periodista de Nóvaya Gazeta y abogado defensor de los derechos humanos, respectivamente, que fueron asesinados a plena luz del día en Moscú en enero del 2009) ya han sido condenados, el asesino de Politkóvskaya también ha sido detenido», se alegra Fedótov, que admite sin embargo, lo alarmante que sigue siendo la situación y que todavía queda mucho por hacer para que los periodistas estén realmente protegidos.

Sin embargo, algunos periodistas no comparten la opinión del consejero presidencial para los derechos humanos. «No sé cómo habrá hecho sus cálculos Fedótov, pero no he apreciado ningún cambio significativo», dice Iliá Barábanov, viceredactor jefe de la crítica revista independiente “The New Times”. Desde 2007, Natalia Morar, su periodista de investigación que se ha dedicado a indagar la corrupción en el Kremlin, tiene prohibida la entrada en el país. En cuanto a Barabánov, fue condenado en noviembre de 2010 por un tribunal de Moscú a causa de su trabajo de investigación sobre los abusos de poder dentro del OMON (unidades policiales antidisturbios). «Nuestro trabajo está muy ligado a la corrupción del sistema burocrático ruso, a la ausencia de la transparencia», explica el joven redactor, «y nos vemos incapaces de enfrentarnos a instituciones que no respetan nuestros derechos».

«En lo que se refiere a la seguridad individual, la situación sigue siendo alarmante», confirma Nadezhda Prusenkova, de Nóvaya Gazeta, «las fuerzas de orden público agreden a los periodistas como a los participantes en manifestaciones prohibidas, cuando en realidad están allí para trabajar». «Sin embargo, en lo referido a la cooperación con los funcionarios, las cosas han mejorado un poco», añade. Al día siguiente de su elección en 2008, Dmitri Medvédev concedió una entrevista a Nóvaya Gazeta, el implacable diario es muy crítico con el poder. «Simplemente los funcionarios han empezado a respetar ciertas leyes sobre los medios de comunicación y sus servicios de prensa funcionan un poco más correctamente», dice Prusenkova. No es la única en señalar este cambio de actitud hacia los periodistas desde la llegada al poder de Medvédev. «El presidente declaró inmediatamente que la libertad era mejor que la falta de libertad », se acuerda Fedótov, «y hoy en día, la evolución de la seguridad de los periodistas depende también de las elecciones de 2012. Si el país elige a un defensor de la democracia, la situación mejorará».

Alexéi Símonov, presidente de la Fundación para la Defensa de la Transparencia, considera que las estadísticas que muestran la disminución del número de agresiones contra periodistas carecen de significado, y que más bien indican el estancamiento en el que Rusia parece estar atrapada. También lo ve como algo coyuntural: «La incertidumbre electoral ha creado una brecha, los periodistas tienen más libertad dentro del desorden general. Pero en cuanto el tándem tome la decisión de quién será el candidato y el futuro se vea más claro, las tuercas volverán a apretarse y los periodistas volverán a ser maltratados», se inquieta. «Lo único que quizás haya mejorado es la retórica», admite un escéptico Barábanov, «los periodistas ya no son “enemigos del pueblo” o “espías pagados por Estados Unidos”, como en la época de Putin».

Aunque desgraciadamente, las declaraciones de Medvédev a favor de la libertad y la democracia todavía no han conseguido resolver los principales problemas para los periodistas en Rusia: la inseguridad y las limitaciones de la libertad de expresión. Es cierto que el presidente tiene intenciones de despenalizar la calumnia y la injuria, hoy en día susceptibles de ser castigadas con prisión. Aunque todavía queda el artículo sobre el extremismo, también perseguido por la ley y «que comienza ahí donde uno exprese con vehemencia una opinión que no coincida con la de las autoridades», ironiza Símonov.

A pesar de estas quejas, el hecho es que Rusia ocupó en 2010 el puesto 140 en la clasificación realizada por “Reporteros sin fronteras” en relación a la libertad de prensa en el mundo, detrás de Egipto y Etiopía. «Rusia se coloca en un lugar parecido al de años anteriores, tras haber quedado fuera de la lista en 2009, año marcado por los asesinatos de numerosos periodistas y defensores de los derechos humanos. En realidad, no se está registrando progreso alguno en el país. El sistema sigue estando igual de blindado, y en lo que concierne a la violencia contra los periodistas reina la impunidad total», se lee en la página web de la organización.

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