En busca del tesoro

¿Nunca ha soñado con encontrar un tesoro? Foto de Itar-Tass

¿Nunca ha soñado con encontrar un tesoro? Foto de Itar-Tass

Encontrar un tesoro, olvidar el odioso trabajo y pasarlo bien en alguna isla paradisiaca hasta el final de su vida. Éste es el sueño de muchos habitantes de nuestro planeta. Y aunque hoy en día en vez de un baúl lleno de doblones de oro, uno sólo pueda esperar que le toquen unas monedas antiguas, alguna hebilla o un broche, la caza del tesoro puede convertirse en una fuente estable de ingresos.

¿Qué buscamos?


Rusia es el mejor sitio para los buscadores de suerte bajo tierra. En el territorio del país ha habido guerras prácticamente de forma ininterrumpida, así como revoluciones y crisis económicas. Por ello el número de tesoros escondidos “por si acaso” debajo de graneros, cajas de latón llenas de joyas familiares en los desvanes, etc. impresiona a cualquiera. Veamos un ejemplo: Vladímir Poryváyev es un experimentado buscador de tesoros que habla con orgullo de un maletín con diamantes encontrado a finales de los años 90. Supuestamente lo estuvo buscando por encargo de una familia que lo había oído de sus antepasados. Poryváyev entregó la mitad de lo encontrado a los clientes y se quedó con la otra mitad. De este modo, paso de ser un simple buscador de tesoros a convertirse en propietario de una agencia de búsqueda de tesoros. Sin embargo, la gente que sabe del tema se muestra bastante escéptica con esta historia, simplemente porque los diamantes, al estar formados por carbono, no pueden hacer sonar al detector de metales. Por otra parte, el resto de las cosas sí que suena.

El botín principal de los buscadores de tesoros son las monedas. Las hay que cuestan un par de euros pero algunas pueden llegar al millón de rublos. Por cierto, el dinero no tiene por qué ser muy antiguo. Algunas monedas soviéticas de cobre, si uno tiene suerte, pueden costar más que una de oro. El precio se mira en catálogos especializados y en los sitios web donde se organizan subastas de lo “desenterrado”. Los buscadores de tesoros también suelen encontrar broches, pendientes, anillos, campanillas y condecoraciones, que pueden llegar a ser muy caras.

¿Dónde buscar?


Se suele pensar que el éxito de un buscador de tesoros depende de la suerte y de la casualidad. Sin embargo, los buscadores experimentados sonríen cuando oyen esto. Esta afición exige tener buena formación y conocimientos concretos de física, geografía física, formación de suelos y bosques. “Un buscador de tesoros que no sepa establecer la edad de un bosque con sólo mirarlo, no va a conseguir mucho. Estará toda la vida buscando monedillas sueltas debajo del césped”, afirma Alexéi Pénzenski, doctor en historia y buscador de tesoros. Los conocimientos sobre el desarrollo histórico de la topografía de una zona son muy apreciados. En Internet se pueden encontrar algunos mapas que se pueden descargar gratutitamente, aunque hay materiales topográficos poco accesibles que cuestan mucho dinero. Entre otras cosas, resulta prácticamente imposible conseguir el detallado mapa editado por el Consejo Supremo de Economía del Pueblo en los años 20.

Los buscadores vinculan los tesoros al sistema de coordenadas contemporáneo, buscan pueblos desaparecidos o abandonados y salen de viaje para hacer su trabajo. Muchas veces lo único que encuentran es un campo lleno de agujeros; hoy en día todo el mundo dispone de mapas de modo que se habrán adelantado. Los conocimientos específicos son útiles precisamente para no caer en este tipo de situaciones. En general, el sueño de un cazatesoros es encontrar una localidad que haya desaparecido de la faz de la tierra antes de que en Rusia se hubieran hecho los primeros mapas. Por ejemplo, los pueblos incendiados durante el Período Tumultuoso, en el siglo XVI. Durante las revueltas, podían desaparecer cinco o diez pueblos simultáneamente, aunque no es fácil dar con ellos. “La vida en la Rusia antigua iba en dos direcciones opuestas”, cuenta Alexéi Pénzenski, “En busca del agua y huyendo del agua. Los ríos eran antes más caudalosos que ahora, ahora están muy regulados y el agua se utiliza para el riego. Si uno sabe leer el relieve, es posible detectar dónde estaba el cauce antiguo del río”.

Con el tiempo los buscadores de tesoros acaban desarrollando un sentido de observación profesional y un entendimiento claro de dónde y cómo encontrar el tesoro. En primer lugar, tiene que estar cerca de una población. En segundo lugar, es mejor buscar en zonas afectadas por conflictos militares, pueblos abandonados o al lado de antiguas rutas comerciales, en las ventas o en los mercadillos de temporada. Los cazatesoros también tienen su código de honor. Una persona cuerda nunca excavará en un lugar donde hace poco ha tenido lugar una batalla o en un cementerio. También existe la tradición de no “levantar” cruces ajenas, para no cargar con los pecados de los demás. Se cuentan terribles historias de la mala suerte que han corrido los que han desobedecido estas reglas. Prácticamente todos los buscadores de tesoros pueden recordar casos de compañeros que se vieron afectados por grandes desgracias tras haber infringido el código de honor.

¿Qué hacer cuándo alguien encuentra algo valioso? Según la legislación rusa, la persona que haya encontrado un tesoro tiene derecho a llevarse la mitad del valor de lo encontrado. La otra mitad corresponde al propietario del terreno donde se haya realizado el hallazgo, en caso de no haber pactado otras condiciones. Por lo tanto, si el terreno es público o municipal (estas dos categorías constituyen el 90% de todo el territorio de la Federación de Rusia), la mitad del tesoro pertenece al Estado.

En cualquier caso, lo más importante es no perder de vista el refrán ruso que dice algo así como: “si uno emplea toda su vida en la búsqueda de un tesoro, morirá en la pobreza”.

Se publica en versión abreviada. Original publicado en la revista Itogui

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