En la lucha por la defensa de los monumentos arquitectónicos de Moscú se está constituyendo un movimiento social. Foto de Alexandra Gurkova
Érase una vez una casa
En los últimos años, debido a la política urbanística de Yuri Luzhkov, exalcalde de Moscú, la capital rusa ha perdido alrededor de 700 edificios históricos. Los motivos están claros: una nueva construcción siempre sale más barata que una restauración. A finales de 2010 cambió la administración de la ciudad. El nuevo alcalde, Serguéi Sobianin, interrumpió la nuevas construcciones en el centro histórico. “Sin embargo, los monumentos arquitectónicos siguen siendo demolidos”, dice Yulia Mezéntseva.
Uno de los ejemplos más claros de la arbitrariedad de las constructoras es la finca de los Shajovskiye. En el territorio de este complejo histórico está situado el teatro-ópera Guelikón, al que últimamente le quedaban muy justos sus anteriores locales. La administración del teatro decidió construir una nueva sala demoliendo un pabellón antiguo situado en el territorio de la finca. Los activistas del movimiento Arkhnadzor pudieron demostrar en la fiscalía que la demolición de este antiguo edificio era ilegal. La decisión de la fiscalía fue apoyada también por la Cámara Pública de la Federación de Rusia.
Sin embargo, en marzo de 2011 el comité asesor adjunto a la nueva alcaldía de Moscú aprobó un proyecto de reconstrucción que preveía la demolición de edificios históricos del siglo XVIII y la consiguiente construcción de unas salas más modernas para el teatro, todo ello financiado por el presupuesto capitalino. A partir de aquel momento, los activistas de Arkhnadzor empezaron a hacer guardia junto a la finca. Se estuvieron turnando en la puerta del teatro durante tres meses, día y noche. “La demolición empezó inesperadamente a las 6 de la mañana, la noche del 17 al 18 de junio”, cuenta Yulia Mezéntseva. “Los obreros se percataron de que sólo había dos de nuestros voluntarios al lado del edificio y demolieron el pabellón en diez minutos”. Ahora la tarea de Yulia y sus compañeros consiste en no permitir que se lleve a cabo la reconstrucción del edificio principal.
Hacia los orígenes
El movimiento cívico Arkhnadzor fue creado en febrero de 2009. En aquel entonces, los activistas de diferentes grupos moscovitas dedicados al estudio del patrimonio local decidieron aunar esfuerzos y unieron varias organizaciones dedicadas a la protección y el estudio del patrimonio cultural de Moscú. Hoy en día, alrededor de cinco mil personas se consideran miembros de Arkhnadzor.
“Hace tan sólo diez años parecía que el estudio del patrimonio local no era más que un pasatiempo para niños o mayores, mientras que toda la gente activa se volcaba en la política”, recuerda Natalia Samover, coordinadora de Arkhnadzor. “En cambio, ha habido suficiente tiempo para que aparezca una nueva generación educada en condiciones de libertad. Hoy en día se unen a nosotros personas con estudios, desde estudiantes a directores de empresas, que reclaman el derecho a tener una patria y una cultura”.
Los organizadores del proyecto llevan a cabo reuniones mensuales con los nuevos miembros, para explicarles cómo pueden ayudar a la causa común. “Tanto los participantes de acciones aisladas, como los coordinadores de Arkhnadzor son voluntarios”, explica Natalia. “La gente tiene que entender que si se quiere unir a nosotros, tendrá que trabajar”.
Los voluntarios con estudios de arquitectura o historia del arte examinan el centro de Moscú para detectar monumentos arquitectónicos. Los abogados preparan demandas para presentar ante la fiscalía y el Comité para la Protección del Patrimonio Arquitectónico de Moscú. La sección de proyectos sociales organiza eventos socio-culturales. El equipo de la sección de operaciones, encabezado por Yulia Mezéntseva, participa en las acciones directas. “De momento, la columna vertebral de nuestro proyecto está formada por unas 150 personas, y el número crece día a día”, dice Yulia.
Cultura para las masas
Pável Konoválov tiene 25 años y se enteró de la existencia de Arkhnadzor por pura casualidad. Fue esta primavera, mientras paseaba con su mujer y su hijo pequeño por las antiguas calles de la capital. Aquel día, 17 de abril, Arkhnadzor organizó un evento de promoción llamado “Historias moscovitas”. “Soy una persona pasiva, a mí que no me saquen de mi pesca, pero es imposible esconderse de una multitud formada por mil personas”, se ríe Pável recordando su primer contacto con los defensores del patrimonio local. “Al lado de cada casa se podían ver carteles informativos con fotografías colgadas con pinzas y guías con altavoces. Los chicos organizaron un magnífico museo al aire libre”.
Según Natalia Samover, los moscovitas no conocen bien su ciudad. “Para llegar a defender los monumentos arquitectónicos hay que quererlos, y para quererlos, hay que saber que existen”, comenta convencida la coordinadora de Arkhnadzor. El movimiento organiza distintos eventos: fiestas, visitas guiadas, exposiciones y conferencias, para que los habitantes de la capital puedan, no sólo conocer su patrimonio histórico, sino también conseguir información acerca de los problemas de la metrópolis. “No calculamos cuántas personas han participado en nuestras actividades culturales, pero muchas de ellas acuden a nosotros cuando emitimos las señal de emergencia y bloquean el acceso de las máquinas a los monumentos históricos”, afirma Natalia Samover. Por cierto, Pável no se mete en el territorio de las obras, pero ha prestado su coche en varias ocasiones a los voluntarios que hacen guardia ante los edificios. “Es que pasan mucho frío cuando tienen que vigilar los edificios por la noche”, explica justificándose.
A la defensiva
La victoria más brillante de Arkhnadzor hasta la fecha se logró el verano pasado. En un distrito antiguo de Moscú, Zamoskvorechye, a finales de mayo de 2010 dio comienzo la demolición de varios edificios del siglo XVII ubicados en el barrio de Kadáshevskaya slobodá. La empresa inversora Torgproduktservice no contaba con el completo apoyo de la administración local. “El plan para la construcción de un complejo de viviendas de lujo infringía tanto la legislación federal como la local. Las fuerzas empresariales intentaron apropiarse de una forma salvaje del patrimonio público”, cuenta Natalia Samover.
El Comité para la Protección del Patrimonio Arquitectónico no hacía nada, así que los voluntarios de Arkhnadzor decidieron ocuparse del asunto. Durante un mes representantes de distintos movimientos políticos, religiosos y sociales, todos ellos con ideas muy diversas, defendieron día y noche los edificios históricos impidiendo el paso de las excavadoras. Los simpatizantes les llevaban empanadas y té en termos. Por primera vez en veinte años, los mítines en defensa del patrimonio arquitectónico reunieron a unas 700 personas. Finalmente, la fiscalía emitió una orden que puso fin a la obra.
Perspectivas poco claras
Aún así, en los próximos años, está prevista la demolición de unos cuarenta edificios en el centro histórico de Moscú. Algunos de ellos contienen elementos reconocidos como patrimonio cultural. Arkhnadzor no se rinde y sigue patrullando las calles y recogiendo documentación.
Las velas situadas en la balaustrada junto al descampado donde estaba el pabellón del siglo XVIII se consumen. Yulia Mezéntseva tiene prisa por volver a casa. Hoy, cuatro días después de la aniquilación de este edificio histórico, en el registro del Ministerio de Cultura ha aparecido una línea que confirma que el pabellón demolido constituía un monumento de importancia federal. Eso significa que Arkhnadzor volverá a escribir solicitudes, pedir citas con la administración y a luchar por la reconstrucción del edificio demolido. “No podemos abandonarlo porque una excavadora haya pasado por encima”, dice Yulia a la hora de despedirse. “Ahora se trata de una cuestión de honor para nosotros, llevaremos nuestro trabajo hasta el final”.
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