Idilio para la clase media

El festival “Usadba Jazz” se ha popularizado y ya no es solo para los expertos. Foto de Nikolái Koroliov

El festival “Usadba Jazz” se ha popularizado y ya no es solo para los expertos. Foto de Nikolái Koroliov

Por primera vez el festival moscovita de música llamado “Usadba. Jazz” (Finca. Jazz) se desplaza a San Petersburgo. En sus ocho años de existencia, este festival destinado en un principio a unos pocos expertos se ha transformado en una macrofiesta. Durante las primeras ediciones celebradas en Arjánguelskoye sólo iban los aficionados a la música, mientras que hoy en día se acerca gente que quiere pasárselo bien y escuchar música en directo. El jazz se ha convertido en la seña de identidad del ocio de la “gente culta”; no es tanto la música lo que se vende a los espectadores, sino un estilo de vida.

En la carretera de Ilyínskoye hay un atasco de un kilómetro formado por coches caros, de importación. Resulta difícil creer que toda esta multitud esté formada por expertos en jazz: seguramente en todo Moscú no haya tantas personas con un gusto tan refinado. El festival está dividido en diferentes áreas. La más popular se llama Parter (Platea), también hay otro escenario llamado Aristokrat (Aristócrata), que cuenta con un jazz más vanguardista y menos conocido; la zona bautizada como Livejournal cuenta con música que es popular en la red. En Bereg (Orilla) está la música para bailar, y, por último, en Kapriz (Capricho) los aficionados bailan salsa y boogie en una tarima de madera.

El prado que se abre ante el escenario del Parter parece más bien una playa: la gente está sentada y sobre toallas y mantas, sentada en sillas plegables y almohadas. Hay cientos de picnics separados entre sí por medio metro. A mi derecha hay una carpa infantil en la que una joven madre con un largo vestido baila con un niño en los brazos. Huele a tabaco con aroma de frutas del bosque para la pipa de agua y también a chocolate caliente.

Detrás del Parter hay una especie de mercadillo de arte: libros, jabón hecho a mano, fundas de fieltro para el iPhone, camisetas con inscripciones, objetos de adorno, ropa de tejidos indios, zapatos de piel hechos a mano y ropa de diseño. Luego le tocará el turno a las diversiones: talleres artísticos para niños, Twister y ajedrez.

No hay borrachos en todo el festival y apenas se pueden encontrar fumadores. Tampoco hay policía. Solamente unos guardias de seguridad a la entrada, bien educados, con camisas blancas y corbatas.

Consumismo cultural


Hace ocho años María Sémushkina creó el festival “Usadba. Jazz” como evento cultural para una empresa tabacalera. El segundo año, el patrocinador desapareció porque según la ley de publicidad no se pueden promocionar cigarrillos en una finca museo. Sin embargo, el evento siguió celebrándose.

“Cuando creé el festival tenía 25 años”,cuenta Sémushkina. “Tenía muchos amigos que escuchaban todo tipo de música improvisada. Todos iban a clubs y a conciertos. Pero no había ni un solo acontecimiento de gran envergadura para este tipo de música”. Sémushkina describe el público potencial hacia el que se ha dirigido el festival desde el principio:

“Era un grupo de personas muy reducido, podía ser más o menos acomodado, pero debía contar con muy buen gusto. En realidad, los ingresos no desempeñan un papel importante.”

En ocho años este público, variado socioeconómicamente pero unido en la búsqueda de nuevos valores en la cultura actual, se ha triplicado. El primer “Usadba. Jazz” se celebró en 2004 y asistieron 10.000 espectadores; al octavo, casi 30.000.

“Antes venía gente que estudiaba atentamente el programa y conocía prácticamente cada nombre. Creo que en la actualidad un 70% de los asistentes conoce, como mucho, dos o tres nombres”, dice Sémushkina. “Son gente que simplemente quiere pasarlo bien de una forma civilizada, con vecinos que no les molesten”.

Del cuplé a hip-hop


Elena Moiseénko, directora, explica que “mezclan a artistas muy diversos. Nos interesa que la gente pueda escuchar lo que le gusta y que también que conozcan a intérpretes nuevos e interesantes que se acaben convirtiendo en sus músicos preferidos”.

El escenario Aristokrat está rodeado de columnas. Ante el escenario hay filas de butacas. Es el único escenario del festival donde hay sillas porque, según los organizadores, la gente que viene aquí “sabe escuchar”.

En Aristokrat se reúnen los músicos profesionales y los amantes del jazz clásico. Aquí todo el mundo espera que salga al escenario el grupo de Robert Glasper, pianista de jazz norteamericano que últimamente trabaja con estrellas del hip-hop del estilo de Erykah Badu y Kanye West.

“El jazz ha cambiado tanto que es imposible encasillarlo en un marco demasiado rígido”, comenta Elena Moiséenko. “Esta tendencia es global, y también se da en Rusia: estrellas del pop, del rap y del hip-hop contratan a los mejores músicos, y estos músicos normalmente provienen del jazz. De modo que se da una gran influencia mutua”.

Música popular de calidad

Muestra de una serie de grupos musicales que son populares en la Rusia de hoy


Robert Glasper

Jazz experimental

Es el pianista más vanguardista y más de moda. Ha grabado canciones con los cantantes de hip-hop y R’n’B más conocidos. En 2009 publicó su cuarto disco titulado “Double Booked”, en el que el músico utiliza el vocoder (instrumento electrónico que transforma la voz humana) y la declamación.

Ninó Katamadze e Insight

Jazz étnico

Esta cantante georgiana de jazz interpreta penetrantes canciones en su lengua materna acompañada por el grupo musical Insight. La característica principal de su música es que se mezcal el estilo étnico con el jazz de manera mesurada. En 2003 (después de publicar su primer disco), el grupo obtuvo el premio Ovación al mejor grupo del año.

Billy’s Band

Alcojazz

La definición de “alcojazz romántico” fue inventada por los propios músicos, que antes se autodenominaban “mierdojazz”. El grupo comenzó interpretando canciones de Tom Waits. Poco tiempo después resultó que las creaciones del Billy Novik, integrante del grupo, sonaban también a swing y blues. En 2003 obtuvieron gran popularidad en Rusia sin hacer un gran esfuerzo publicitario ni de promoción. Participa constantemente en festivales de jazz europeos.

Piano-boy

El pop alternativo

El dotado pianista Dmitri Shurov forma parte de los grupos ucranianos de rock Okeán Elzy y Esthetic Education. Combinan las modulaciones minimalistas del piano a lo Yann Tiersen con una voz extraordinaria. Nadie había hecho nada parecido en Rusia.

Amsterdam Klezmer Band

Klezmer, el folk balcánico

Este grupo klezmer comenzó a actuar en las calles de Ámsterdam y acabó publicando discos con discográficas neoyorkinas. Alik Kopyt, emigrante de Odessa, canta en ruso canciones tradicionales de su ciudad natal vestido con una camisa muy colorida. Las canciones tienen aire de bar y de hachís.

Zhenia Liubich

Bossanova, la chanson

Es un misterio que las chanson francesas acaben convirtiéndose en rusas. Teóricamente, Zhenia Liubich tendría que ser inmune a este virus, ya que durante varios años cantó en Nouvelle Vаgue ( grupo francés que hace versiones en bossanova de los hits de la new wave) y este año ha empezado a actuar como solista en Rusia.

Obe Dve

Indie-pop

La canción “Mily” (Amado) ya suena en el canal musical A-One, aunque hasta hace poco el grupo no era conocido más que en su Ekaterimburgo natal. Su primer disco, “Sabes lo que hice”, suena mejor que cualquier disco pop producido en Rusia en los últimos diez años. Tiene toques que lo asimilan a las últimas tendencias del indie-rock occidental.

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