Dos cabezas piensan mejor que una

Dmitri Medvédev y Vladímir Putin. Foto de Kommersant

Dmitri Medvédev y Vladímir Putin. Foto de Kommersant

La actividad empresarial rusa siempre ha sido dependiente del gobierno y de las buenas relaciones con las autoridades. Esa interrelación entre las empresas y el estado no es nueva. Existía hasta en la Rusia imperial, cuando la empresa privada crecía, no tanto como consecuencia de la iniciativa y las habilidades personales sino gracias al permiso del zar.

Las empresas rusas se muestran tan temerosas del estado y de los funcionarios gubernamentales. En la mayoría de países los empresarios evitan perjudicar al estado, y en los que hay un sistema legal efectivo se sienten protegidos de los abusos que puedan cometer los funcionarios gubernamentales.

En cambio, en Rusia esa protección no existe. Si un empresario trata de llevar a un alcalde o un gobernador ante la justicia, sabe que podría perder su compañía y hasta terminar en la cárcel. En Rusia, las grandes empresas siempre buscaron protección, no a través de la justicia o el estado, sino siguiendo instrucciones directas de los ”directores ejecutivos” del país.

Sin embargo, en la situación actual hay dos directores: el presidente Dmitri Medvédev y el primer ministro Vladímir Putin. ¿A quién prefieren los empresarios como próximo presidente, y en quién confían a la hora de proteger sus intereses?

La respuesta obvia parece Medvédev. Después de todo, fue él quien dijo que “la libertad es mejor que la falta de libertad” y que las autoridades deberían dejar de “aterrar” a las empresas con inspecciones innecesarias. Fue Medvédev el que sugirió moderar las penas para los delitos económicos y el que ha hecho de la lucha contra la corrupción uno de sus principales objetivos. Por otra parte, Medvédev nunca ha lanzado un ataque personal contra un oligarca.

En las últimas semanas, el Kremlin y la Casa Blanca (sede del gobierno) han discrepado en relación a la necesidad de reducir los impuestos a las empresas. La presidencia considera que la decisión gubernamental de aumentar el impuesto social del 26% al 34% asfixiará a las empresas y ha exigido que el gobierno encuentre una forma de reducirlo. Este ha ignorado la demanda. Al mismo tiempo, ambas partes no logran llegar a un acuerdo sobre una propuesta para elevar el impuesto a las ganancias un 4% a cambio de reducir el impuesto social al 26%.

Mientras tanto, Putin se ha mostrado muy activo en los últimos meses. Se ha reunido con pequeñas y medianas empresas y ha asistido a foros empresariales. A juzgar por las declaraciones que hizo en esas reuniones, Putin parece un liberal que apoya la economía de mercado. Por otra parte, ha creado un equipo de destacados economistas liberales encabezado por Vladímir Mau y el presidente de la Escuela Superior de Economía, Yaroslav Kuzminov. Irónicamente, se confía la economía nacional a personas a la que no hace mucho las propias autoridades calificaban de “Yegores Gaidar modernos”.

Por lo que parece, las dos partes del tándem hacen campaña y tratan de posicionarse como candidatos “a favor de las empresas”.

¿Cuál de ellos es mejor para las empresas?


Es probable que la respuesta sea que ninguno. La principal razón es que ninguno ha sido capaz de poner fin a la corrupción. Ambos se han mostrado impotentes a la hora de enfrentarse a un leviatán burocrático corrupto que suele ignorar las instrucciones superiores, entre ellas las órdenes directas del presidente y del primer ministro.

Ni Medvédev ni Putin son capaces de cambiar el actual sistema sin reformar y reestructurar de forma drástica todo el método de gobierno mediante la introducción de mayor competencia y el establecimiento de una justicia independiente. Ninguno de ellos tiene la disposición política –ni las herramientas necesarias- para implementar esas reformas.

Dado que ninguno de los dos es mejor que el otro para las empresas, es probable que el sector salga más beneficiado si el tándem actual permanece intacto de una u otra forma. Ello se debe a que la competencia entre el presidente y el primer ministro dota a las empresas de una libertad que ninguno de los dos podría proporcionarles por sí solo. Cuando se desarrolla una competencia entre ambos, ésta motiva a cada una de las partes a superar a la otra para obtener el apoyo de los votantes.

En realidad, sin embargo, el tándem no sobrevivirá más allá de las elecciones a la Duma de diciembre, y mucho menos a las elecciones presidenciales de marzo. Pronto descubriremos cuál de ellos queda fuera y quién será el candidato presidencial. Por desgracia, la comunidad empresarial sólo desempeñará, en el mejor de los casos, un papel menor en esta decisión.

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