Historias de albergues

Abrir un albergue es fácil. Foto de Lori/Legion Media

Abrir un albergue es fácil. Foto de Lori/Legion Media

En Rusia aumenta el número de albergues juveniles. Se trata de un negocio con un capital inicial reducido, mínimas formalidades burocráticas, 50% de rentabilidad sobre las inversiones y que, además, conlleva estar en contacto con gente creativa y viajera.

"Aquí se han hospedado los músicos de The Klezmatics, que hace poco consiguieron un premio Grammy, y también miembros de un grupo de música folklórica del Congo. Ahora hay un grupo de estudiantes argentinas”, Román Sabirzhánov abre la puerta de una habitación con tres literas, por todas partes hay camisetas, champúes y adornos para el pelo. Estamos en el albergue Fabrika, propiedad de Sabirzhánov.

El espacio personal está reducido al mínimo; por ejemplo, las habitaciones son mixtas. Aunque el precio también es mínimo. Una cama en una habitación para seis personas cuesta 750 rublos (18 euros) por noche. Es dos veces más barato que las habitaciones individuales en el centro de Moscú, cuyos precios, según Booking.com, empiezan a partir de 1500 rublos (37 euros).

En Europa hay más de 4.000 albergues, mientras que en Rusia sólo existen alrededor de cien, cada día se abre uno nuevo el algún lugar del país. Sólo en Moscú, en los últimos cinco años el número de albergues creció un 900%, hasta llegar a los 45. Aunque el flujo de turistas durante el mismo período sólo aumentó en un 10%. Sin embargo, a causa de la crisis las soluciones hoteleras de bajo coste empezaron a ser cada vez más demandadas y los propietarios de pisos comenzaron a alquilarlos por un módico precio. Los nuevos lugares empezaron a llenarse rápidamente.

Abrir un albergue es fácil. Hay que alquilar de un piso (tres habitaciones, como mínimo), hacerle un lavado de cara y comprar los muebles: la inversión inicial oscila entre 2 y 4,5 millones de rublos (50.000 – 112.500 mil euros), y se recupera en un año. Al siguiente, uno puede contar con una rentabilidad del 20% al 50%, en función de la ocupación. Aunque para que las plazas no queden vacías, hay que crear una atmósfera correcta. Y es ahí donde habrá que esforzarse.

Un albergue como un objeto de arte

Sabirzhánov tiene 25 años y llegó a Moscú hace dos años desde Omsk, donde había trabajado como constructor. Sus amigos le hablaron de los hostales, y a Sabirzhánov le gustó la idea. Vio por casualidad un anuncio en el que se decía que alquilaban 300 metros cuadrados en el territorio de la antigua fábrica Krasni Oktiabr. Se trata de uno de los lugares de moda de la capital. Hace un año y medio, el multimillonario Alexánder Mamut compró esta fábrica abandonada y abrió aquí un bar llamado Strelka que se convirtió en un lugar de moda para jóvenes artistas. Les siguieron los yuppies y los restauradores.

Desde el tejado del albergue hay una bonita vista sobre el río Moscova y la catedral de Cristo Salvador. En un principio, Sabirzhánov tenía planeado invertir en el albergue un importe no superior a 3 millones de rublos (75.000 euros), pero al final tuvo que gastarse un 50% más de lo previsto. La mayor parte de la inversión se destinó a pagar el alquiler. Con el resto del dinero, Sabirzhánov construyó siete habitaciones para cuatro personas, dos para seis y tres habitaciones dobles, así como dos duchas, una para hombres y otra para mujeres y la recepción. Contrató a los administradores, compró muebles blancos y pintó las paredes de blanco para que los huéspedes pudieran dibujar en ellas todo lo que les apeteciera.

La inspiración puede darse en los sitios más inesperados. Por ejemplo, en las duchas masculinas alguien ya ha esbozado un personaje de dibujos animados y empezó a dibujar otro al lado, pero se fue sin haber terminado la obra. Sabirzhánov introdujo una regla según la cual los autores de los mejores dibujos, al juicio de los propietarios, pueden hospedarse gratuitamente. "Hay que hablar el mismo idioma que los clientes", asegura el empresario. Espera que con el tiempo su albergue se convierta en un verdadero club creativo para pintores, músicos y escritores, un lugar donde se organicen todo tipo de conferencias e incluso conciertos caseros. Para atraer el público creativo, el empresario llama a los organizadores de distintos festivales y se pone de acuerdo con ellos para hospedar a los participantes.

Los precios de Fabrika son un cincuenta por ciento más altos que los del mercado, pero no tiene problemas de ocupación. Según los cálculos de Sabirzhánov, los gastos serían cubiertos con una ocupación del 60%. El propietario tiene prácticamente garantizado que recuperará su inversión antes de que termine el año. De paso, parece que quiere ganarse la fama de mecenas.

Los orígenes y las novedades


Los primeros albergues en Rusia surgieron en San Petersburgo hace unos ocho años. En un principio, se trataba de pisos grandes donde por un precio módico podían hospedarse los músicos que llegaban a la ciudad para actuar en los clubs. Poco a poco, la información sobre estos sitios “con ambiente” se fue propagando entre amigos y conocidos y, de esta manera, los sitios cerrados “para los de casa” se fueron convirtiendo en albergues normales y corrientes. En este sentido, hace cinco años el albergue Off era un lugar de encuentros artísticos en la avenida Nevski, con un estricto control de entrada. Hoy en día, los propietarios promueven bajo el mismo nombre un albergue abierto a todo el mundo y una tienda de ropa.

"Un buen albergue implica, en primer lugar, tener una atmósfera correcta. Lo que ocurre es que todas las tendencias europeas llegan primero a San Petersburgo y, más tarde, a Moscú", cuenta la gerente de Location Hostel, Nadezhda Makárova. Dos de los albergues de los que se ocupa son la encarnación viva del sueño de Román Sabirzhánov, de Krasni Oktiabr. En su interior minimalista, con techos sin estucar, hay sillones franceses de Philippe Starck y lámparas del diseñador alemán Ingo Maurer. Makárova no revela cuánto costó la obra de acondicionamiento del local, pero asegura que en un año los gastos se amortizaron. En cuanto a los beneficios del año siguiente, Location Hostel los invirtió en editar una guía propia de sitios bohemios de San Petersburgo y en organizar una serie de exposiciones y performances de artistas rusos y europeos. Makárova tiene 31 años, pero todos los administradores de Location Hostel no superan los 25, debido a su movilidad, capacidad de comunicarse con los clientes y un horario de trabajo que les conviene más a los estudiantes. El mundo de los albergues no se reduce a ambas capitales. En enero se abrió el primer albergue de Novosibirsk y, tres meses después, el de Krasnoyarsk. La mayoría de los huéspedes son estudiantes que llegan a pasar unos días desde Novosibirsk, Tomsk e Irkutsk.

Los funcionarios no bajan la guardia

El hecho de que las barreras burocráticas que hay que superar para abrir un albergue sean relativamente pequeñas se explica con que su estatus jurídico está poco definido, ya que en la legislación rusa no existe el concepto de “albergue”.

Aunque, los propietarios de los albergues tienen que tratar regularmente con los inspectores de prevención de incendios y de control sanitario, hacienda, etc. Por eso han planeado crear una asociación de propietarios de albergues. "Hemos llegado al acuerdo de reunir dinero entre todos para pagar la publicidad televisiva de los albergues como establecimiento hotelero", cuenta Iván Xenofóntov, propietario del hostel Taganka. Por ahora, alrededor de treinta establecimientos tienen intención de formar parte de la asociación. Sin embargo, de momento en Moscú no hay ningún tipo de control, y el recién nombrado jefe del Departamento de Turismo, Serguéi Shpilko, ha prometido prestar todo tipo de apoyo al desarrollo de los albergues, ya que en la capital existe un déficit importante de plazas hoteleras para los visitantes de la capital. Según la agencia estatal Rosstat, la ciudad recibe alrededor de cuatro millones de turistas al año, mientras que las plazas hoteleras son tan sólo setenta mil, de las que únicamente dos mil corresponden a albergues.

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