Foto de Kommersant
— La manifestación está organizada por los accionistas estafados dice una voz femenina al otro lado del cable telefónico. -O algo así. Dígame su apellido y edad. Ya está. Ahora apunte: al lado de Mc Donalds, en la plaza Púshkinskaya le esperará una mujer con un cartel en el que estará escrito “Victoria”. A la una y media. Diga que va de parte de Lilia.
Esta conspiración es bien comprensible. Ningún partido y ningún movimiento político va a reconocer públicamente que está pagando a los extras.
El mecanismo de un evento pagado funciona de la siguiente manera: el partido encarga un número determinado de gente a un intermediario, que se compromete a proporcionárselo. Normalmente se dedican a ello las mismas personas que reclutan extras para los rodajes de cine, para campañas de publicidad o eventos de relaciones públicas.
En el foro “massovki.ru” ha sido creada una sección especial para la política llamada “Moscú. Extras políticos. Se paga”. En vísperas de las fiestas estatales hay un verdadero boom de ofertas de trabajo, momento en el que los partidos intentan demostrar que aún están vivos. Incluso los movimientos más insignificantes intentan hacerse notar.
Día de la hipocresía popular
Está lloviendo. Una señora entre cuarenta y cincuenta años, rechoncha y con la provocadora mirada de una burguesa ebria del siglo XIX pregunta al jefe:
— ¿Por quién bailamos hoy?
— Ni idea- se encoje de hombros el muchacho.
— ¿Cómo que ni idea? ¿Habéis convocado a la gente y ni siquiera sabéis para qué es? A mí me han dicho que por los accionistas.
— ¿Nikolái, por quién estamos hoy? -frunce el ceño el jefe de los extras.
Nikolái, que nos ha traído aquí, responde:
— Parece que por la Unión Juvenil Euroasiática. Pero yo no tengo nada que ver con ellos.
La mujer se llama María. No tiene estudios y tampoco trabaja. Se gana la vida participando en encuestas y haciendo de extra en el cine.
Poco después llega gente muy rara, no se sabe si la han sacado de las estaciones de tren o del callejón de al lado. Hombres apestando a vodka con cazadoras y caras arrugadas. Un grupo de vietnamitas, ancianas que parecen gitanas con bolsas enormes.
Después, otros dos chicos traen una multitud de estudiantes de la Universidad Técnica de comunicación e informática. En total somos alrededor de cien.
Entonces se acerca a la plaza una furgoneta que trae un escenario y un micrófono. La gente que va en la furgoneta desenrolla una gran pancarta en la que hay pintada una chica con un pañuelo en la cabeza y una ametralladora en las manos. Si no fuera por el tradicional pañuelo ruso, se podría pensar que se trata de una terrorista suicida . Entregan una pancarta a los estudiantes que reza “¡Muerte a los espías!” y tiene dibujada una horca.
— ¡Bienvenidos, queridos amigos!- suena finalmente desde la tribuna. “¡Hoy es el día de la Unión Popular! Muy poca gente recuerda el sentido de esta fiesta. Pero hace 400 años Minin y Pozharski…”
A nadie le interesa ni el nombre ni el cargo del joven que grita desde la tribuna. Algunos fuman, otros simplemente están pasando frío, forman grupos pequeños. Los lemas son repetidos, como mucho, por una decena de voces. Me acerco a los que han venido aquí desinteresadamente.
Una señora jubilada limpia cuidadosamente su pancarta de las gotas de lluvia. Al lado hay una niña de unos seis años, tiene frío y se está calentando las mejillas con las manos.
— A mí me han prometido doscientos rublos por la manifestación, ¿y a usted?
— ¿Qué dice? Yo… no me creía eso que decía la gente de los doscientos rublos. No me diga que es verdad.
Nada personal, sólo dinero
Según los politólogos, hoy en día hay extras pagados en casi todos los eventos.
— No se puede decir que un movimiento paga siempre y que otro no lo hace nunca. Incluso la oposición parlamentaria es capaz de reunir a gente desinteresada para una manifestación, si ésta estuviera dedicada a un problema social importante que concerniera a mucha gente. Asegura el politólogo Yevgueni Mínchenko que continúa diciendo que “el criterio por el que se puede adivinar si se trata de una manifestación voluntaria o pagada, es la actualidad de los problemas que plantea”.
En efecto, no he podido descubrir pagando a los organizadores de protestas a favor de la ecología, a los participantes de las marchas de la oposición extraparlamentariani a los activistas de los movimientos para proteger la arquitectura. Además, la gente está dispuesta a seguir a los líderes carismáticos, por ejemplo, a Eduard Limónov.
“No les importa que el apoyo de un centenar de personas resulte poco sincero. En la actualidad los eventos públicos no se organizan para atraer a nuevos partidarios. Lo más importante son las relaciones públicas y los medios de comunicación”, afirma el director del Centro de Información Política, Alexéi Mujin. Según él, no hay nada amoral en una multitud pagada si los objetivos de la manifestación en sí son positivos y la única manera de atraer la atención es esa. Actualmente, la gente no está dispuesta a manifestarse y ha desaparecido el apoyo ideológico.
Según el politólogo, se suele pagar alrededor de 500 rublos “por cabeza”. El dinero pasa a través de una cadena de intermediarios, por lo que al final la persona que se va a manifestar tan sólo recibe entre 200 y 250 rublos. Estoy de acuerdo con Mujin y considero que la gente reunida en la plaza Púshkinskaya desacredita una manifestación, en vez de elevar su importancia.
El politólogo responde que ”normalmente los extras suelen tener una pinta más decente”. “Por lo visto, el contingente que usted ha visto es el resultado de la mala calidad del intermediario. Los organizadores intentan no acudir a los intermediarios que traen a las manifestaciones a la gente tan asocial”.
Las abuelas de los años noventa
Tras recibir los honorarios prometidos por la primera manifestación, me meto en McDonalds a la espera la segunda. Un grupo de ancianas con bolsas y paraguas entra en el aseo de mujeres. Intentan comprender cómo poner en marcha los grifos automáticos y preguntan cómo se apaga.
En la entrada veo a una anciana de cara arrugada. El paraguas encima de la cabeza de la dueña está roto y arrugado, como si fueran alas sin abrir, por lo que la protege poco de la lluvia. Al lado hay un señor de grandes ojos asustados en los que se reflejan su acorralada alma y las ofensas sufridas. Estas miradas en los ancianos eran muy frecuentes en los años noventa, pero acabaron desapareciendo.
Los “talones” distribuidos resultan ser folletos de publicidad de un concesionario de coches. En realidad, se trata de un documento importante ya que serán canjeados por el sueldo correspondiente a la participación. Son necesarios para distinguir a los participantes de los intrusos. La siguiente etapa de la preparación de la acción de protesta consiste en distribuir pelerinas azules del partido demócrata liberal. Inesperadamente estalla una encarnecida lucha por llevar estos atuendos. Todavía está lejano el cobro, mientras tanto los ancianos se alegran si consiguen algo de provecho.
El “director” es empujado a un lado y se le caen las pelerinas. Tal vez las haya tirado voluntariamente a la multitud, no se sabe muy bien. Las mujeres meten las cabezas en los agujeros y se atan los cordones en los costados con alegría infantil. Nos ponen en parejas, como en la guardería, y nos llevan a la plaza Púshkinskaya.
El “concierto de rock” prometido en la página web “massovki.ru” ha resultado ser la marcha militar “La despedida de una eslava” interpretada por una orquesta.
Pienso que si los estudiantes de hace una hora han vendido su presencia, esta gente también ha vendido sus votos. Me entran náuseas al pensar que la vida puede forzar a estos ancianos a pasar dos horas bajo la lluvia por 200 rublos, gritando hurra, y encima votarán a este partido porque al menos les ha dado algo.
Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: