La inseguridad de las centrales nucleares

Foto de Ria Novosti

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Vladímir Sliviak, copresidente de la organización ecologista Ecodefense, ha concedido una entrevista a Rusia Hoy. El experto analiza diferentes aspectos de la compleja cuestión nuclear. Entre otros, expone la postura de la población rusa en materia de política nuclear, la reciente decisión de Alemania de potenciar las energías renovables y las consecuencias de la catástrofe en Japón. Según el ecologista, casi tres meses después del el accidente de Japón todavía resulta difícil calcular las consecuencias de la catástrofe en su totalidad. Entretanto, la situación no mejora en la devastada Fukushima y la radiactividad continúa aumentando.

En su opinión, no es ninguna exageración comparar este suceso con el terrible accidente de Chernóbil. “La diferencia radica en que en Japón la carga radiactiva cayó principalmente al océano, mientras que en Chernóbil se liberó a la atmósfera en forma de nube”.

El sushi en peligro


Sliviak no duda en que la industria alimentaria del país asiático será una de las principales perjudicadas y considera que “sería necesario imponer restricciones a la importación de cualquier producto alimenticio procedente de Japón o, al menos, someterlo a un cuidadoso examen de radiación”.

Rusia anunció el pasado abril que habrá controles más estrictos sobre los productos japoneses tras descubrir algunos automóviles contaminados con radiactividad en el puerto de Vladivostok. En cambio, estas medidas son insuficientes para Sliviak porque “el pescado y el plancton marino procedentes del extremo oriente ruso también podrían estar contaminados. La verdad es que es poco probable que alguien se ponga a controlar la radiactividad de los productos rusos”. Sin embargo, “todo el sector del sushi del país depende del plancton marino. De modo que, si se detectaran productos contaminados sería el fin de todos estos restaurantes”.

Más allá de las fronteras niponas

Además de las terribles consecuencias para el medio ambiente, la catástrofe de Japón ha tenido un fuerte impacto en la industria de la energía nuclear.

Alemania acaba de declarar oficialmente: “Energía atómica, no gracias”; Suiza ha abandonado su plan de desarrollo de energía nuclear, al igual que Japón; es muy probable que Italia haga lo mismo dentro de poco. Sliyvak cree que “habrá más países que sigan estaos pasos. Hace algunos años esta situación no era más que el sueño de los ecologistas y jamás hubiéramos pensado que pudiera hacerse realidad”. Sin embargo, no es un iluso e inmediatamente subraya que estas medidas no van a resolver todos los problemas que plantea la energía nuclear; todavía queda por resolver la delicada cuestión de los residuos radiactivos a escala mundial. Lo cierto es que no se ha encontrado una solución.

La dificultad de los residuos

Según datos de Rostejnadzor (Servicio Federal para el control ecológico, tecnológico y atómico) los depósitos de residuos atómicos de las centrales tienen una ocupación media del 60%, aunque en algunos casos llega hasta el 85%. Si se tiene en cuenta que lo más probable es que no haya una reducción considerable, en un futuro cercano estarán completamente llenos y no se sabrá lo que hacer con ellos. También es importante señalar que algunos depósitos que al principio eran provisionales se han convertido en permanentes. Aunque el ecologista puntualizó que lo más alarmante no es esto sino la permanente violación de las normas de seguridad en los almacenes de barras de combustible utilizadas. El único objetivo de esta gravísima acción es ahorrar espacio. Las barras de combustible se depositan en una piscina para su enfriamiento y es necesario que guarden una determinada distancia entre ellas para evitar el recalentamiento. Lo cierto es que en las centrales no se respetan estas normas y las barras se colocan una al lado de la otra. Entonces se da un terrible encadenamiento: el combustible se funde, el agua de la piscina se evapora y las barritas no se enfrían. Esto implica que se liberen al aire partículas radioactivas en forma de gas.

Por su parte, Rosatom, organismo ruso de energía nuclear, afirma poder resolver este problema para 2020. La suma que baraja para ello asciende a 400.000 millones de rublos (9.926 millones de euros). Entretanto, a finales de mayo Greenpeace se dio un peuqueño susto. Encontró gran cantidad de residuos radiactivos en la propia capital, en Moscú, no muy lejos de un parque natural situado a orillas del río Moscova. Los ecolgistas declaran que es posible medir una radiación 100 veces superior a los límites permitidos en un lugar que simplemente está separado por una cinta de plástico roja y blanca. Según Vladímir Sliviak, no es tanto el riesgo para la salud lo que es preocupante sino que sea la enésima muestra de irresponsabilidad en un asunto tan serio.

Diferentes conceptos de seguridad

“Vivimos un momento histórico de la industria de la energía atómica en conjunto. La mayor parte de las centrales nucleares del mundo están llegando a su ‘edad de jubilación’. Este fin de ciclo ha precipitado la necesidad de cambio y ha planteado una disyutiva: o se cierran o se prolonga su vida útil. Me parece que incluso sin el accidente de Fukushima habría llegado la hora de tomar una decisión”, así de tajante se muestra Vladímir.

Según datos de Ecodefense, en el año 2010 el 47% de todos los reactores de Rusia habría agotado su ciclo de vida. En 2015 ese porcentaje ascenderá al 75%. Sliviak opina que en la actual situación la única elección posible es volcarse en las fuentes de energía alternativa y renovable. En cambio, no parece que la situación vaya a tomar tal dirección. La industria rusa de energía atómica tiene planeado construir 32 nuevos reactores hasta 2020 y nada indica que vayan a rectificar esa intención ni tampoco que se vayan a cerrar de definitivamente las centrales nucleares anticuadas. “Si sometiéramos nuestras centrales nucleares a los mismos controles de seguridad y con los mismos criterios que Alemania, cerraríamos de golpe 22 de las 32 centrales existentes”, asegura Sliivak. El ecólogo se basa en un informe preparado por Rostejnadzor para el Consejo de Estado dirigido por el presidente Medvédev en Nizhni Nóvgorod y donde se han tratado temas de ecología. El documento describe cómo en algunas centrales nucleares “no se cumplen las normas de resistencia y solidez”. Según Sliviak esto significa que “las construcciones de las centrales no son lo suficientemente sólidas”. También se muestra escéptico y muestra profundas dudas ante un hipotético escenario similar al de Fukushima, en el que sería necesario asegurar la refrigeración del reactor. El ecologista apuntilla que «no existen ni cálculos ni testimonios propios».

“Tenemos un concepto diferente de la seguridad y de la evaluación de los riesgos si lo comparamos al resto de Europa”, sostiene. “Parece que no vamos a preocuparnos mientras no haya un accidente”. En este sentido, Vladímir Putin anunció en abril que las centrales nucleares de Rusia eran totalmente seguras, de modo que no era necesario realizar ningún desmantelamiento. A pesar de ello las encuestas del centro Levada muestran que el 40% de los ciudadanos rusos se declara a favor del desmantelamiento de las centrales nucleares que se encuentran en funcionamiento o, al menos, está a favor de un cambio de política. Vladímir Sliviak no tiene ninguna duda de que esa cifra continuará aumentando.

Vladímir Sliviak es el fundador de la organización ecologista «Ecodefense», reclama desde hace veinte años el abandono de la energía nuclear en Rusia.

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