"Doy las gracias a nuestros hermanos rusos"

Alexánder Lukashenko. Foto de Ria Novosti

Alexánder Lukashenko. Foto de Ria Novosti

Las relaciones ruso-bielorrusas en la actualidad se caracterizan por ser una confrontación pseudo-encubierta, como consecuencia del desarrollo producido a partir del desmoronamiento de la Unión Soviética. Tras la firma del tratado de disolución de la URSS en el bosque de Belovezhye en diciembre de 1991, cada país empezó a desarrollarse de forma independiente, sin una orientación política común, aunque manteniendo una intensa cooperación económica. En 1997 surgió el proyecto de un Estado Federado entre Rusia y Bielorrusia, con un espacio político y económico común. Sin embargo, en los últimos años el presidente bielorruso Alexánder Lukashenko ha mostrado su escepticismo respecto esta posible unión, y ha culpado a Rusia de tener una posición económica demasiado rígida. También hay que tener en cuenta la dimensión política: sin el apoyo de Rusia, Minsk no podría soportar las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea.

El presidente de Bielorrusia, Alexánder Lukashenko, exigió "una actitud de guerra" al país. En una reunión dedicada a la crisis de la economía bielorrusa, declaró que ésta había sido provocada por factores externos, en particular, por los “desenfrenados” medios de comunicación rusos. De modo que prácticamente ha exigido la expulsión de los periodistas rusos del país. Como respuesta, el Kremlin ha amenazado con "revisar su posición respecto a la concesión de un crédito a Bielorrusia". Lukashenko también acaba de recibir otro golpe desde Washington. Ante la propuesta del presidente de Bielorrusia de "mejorar las relaciones con EE UU", el presidente Obama ha prometido aumentar la presión.

Lukashenko declaró que no veía motivos internos para el detrimento de la economía bielorrusa, y que sabía quién y cómo se había provocado la crisis. El problema proviene del aumento de los precios del petróleo, del gas natural, las materias primas y otro tipo de productos "que Bielorrusia se ve obligada a comprar", así como al comportamiento de los "hermanos rusos", es decir, su administración y medios de comunicación. Lukashenko se quejó de del precio del gas y señaló que durante el año el gas le sale a Bielorrusia más caro que a Alemania. "Tenemos que agradecérselo a nuestros hermanos rusos. Además, hoy en día tenemos que afrontar grandes gastos para adquirir petróleo. Nos prometieron que no íbamos a pagar aranceles después de haber ratificado la documentación de la Unión Aduanera, pero los han conservado. Se llaman de otra forma, como si fuera un premio para la empresa, pero este premio constituye más de un tercio de los aranceles que se pagaban anteriormente”, exclamó el presidente bielorruso. “Esta situación genera condiciones de desigualdad en comparación con los productores rusos, kazajos y de otros países".

Alexánder Lukashenko también acusó a los medios de comunicación rusos de ser “los más desenfrenados” e “histéricos”, después de lo cual exigió a sus subordinados "hacer todo lo posible para que estos dejasen de estar presentes en nuestro territorio. “No es que queramos taparles la boca. No. Los he estado observando atentamente y toda la agitación empieza con ellos", explicó.

Vsévolod Bogdanov, presidente de la Unión de Periodistas de Rusia: "Es una decisión absolutamente irracional, que desprestigia a las autoridades bielorrusas, incluido el propio presidente. Si la administración bielorrusa llega a prohibir algunos de los medios de comunicación rusos, perjudicará al pueblo de Bielorrusia y a las relaciones entre nuestros países".

El Ministerio de Exteriores ruso ha comunicado que estas declaraciones han sido percibidas “con profunda tristeza". Un alto cargo del Kremlin apuntó que la decisión "no podría dejar de reflejarse en una revisión de la posición rusa respecto a la concesión de un crédito".

En cualquier caso, el líder bielorruso no está satisfecho con las condiciones actuales para la concesión del crédito por parte de la Unión Económica Euroasiática (cuyo patrocinador principal es Rusia). Según el ministro de finanzas ruso, Alexéi Kudrin, de acuerdo con las condiciones del programa crediticio de la Unión, Bielorrusia tendría que privatizar activos por un importe de 7.500 millones de dólares para obtener un crédito de 3.000-3.500 millones de dólares en los próximos tres años. Sin embargo, Alexánder Lukashenko afirmó que no permitiría una privatización masiva a cambio de créditos. "Excesivamente agitados, los medios de comunicación y algunos políticos extranjeros han empezado a dar la voz de alarma y a decir que mañanа mismo Lukashenko va a empezar a vender los activos más factibles de las empresas estatales. Incluso llegaron a poner un importe: 7.500 millones de dólares. ¡No venderé ni un solo activo!”, previno. “No va a haber ninguna rebaja que resulte desleal al país. Nadie, ni Belkali, ni MAZ, ni BelAZ, ni BMZ, ni otra empresa que quiera comprar algo, ¡nadie va a comprar nada sin que yo me entere!"

Alexánder Lukashenko llamó al país a resistir con su propia fuerza. "¡A trabajar como durante la guerra!” ordenó el presidente. “¡Si faltan camiones BelAZ, trabajad 28 horas diarias, si faltan zapatos, trabajad 30 horas, si falta ropa, trabajad 50 horas diarias!".

Tras emitir estas declaraciones, Lukashenko se dirigió a los ciudadanos: "¡Dejad de crear almacenes en los pisos y en los sótanos! ¿Qué necesidad hay de sacar toda la sal de las tiendas y esconderla debajo de la cama y en los garajes? ¿Para qué hay que llevarse a casa diez televisores o frigoríficos? ¿No veis que estáis agravando la situación?" El presidente exigió que el gobierno y los gobernadores garantizasen la provisión del inventario completo de los artículos de las tiendas durante una semana, "para llenarlas hasta el techo", indicando también "que se reprima drásticamente cualquier incremento en los precios". Según Lukashenko, a los infractores habría que aplicarles “todo tipo de medidas”, para puntualizar que se refería a "quitarles licencias y meterlos en la cárcel". Al final de su discurso, el presidente bielorruso estableció un plazo: "Durante el mes de junio se tienen que resolver todos los problemas".

El politólogo bielorruso Ales Logvinets declaró a Kommersant que sería imposible cumplir con esta orden y que, a partir ahora, se podía constatar el fracaso del modelo económico bielorruso. Según el politólogo, el comportamiento agresivo del régimen respecto a la oposición interior ha conducido a un aislamiento internacional, mientras que la intención de mantener un control total sobre la economía asusta a los inversores extranjeros.

Minsk tampoco puede contar con la ayuda de Washington. Alexánder Lukashenko manifestó recientemente su intención de "mejorar las relaciones con EE UU, en cambio, este mismo sábado el presidente Obama prometió aumentar la presión sobre el régimen. El mismo día, la Casa Blanca declaró que Estados Unidos aplicaría sanciones adicionales a las empresas bielorrusas en caso de que en la república se continuara con "el retroceso de la democracia".

El politólogo Ales Logvinets considera que si la crisis en Bielorrusia se agrava, algo que resultará inminente en caso de que Rusia no conceda los créditos y no llegan las ayudas de Occidente, el siguiente paso podría ser la imposición de un “lukashismo militar”, es decir, una dictadura que implique la aniquilación de cualquier resto de heterodoxia, oposición y de los medios de comunicación independientes.

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