El regreso del zar

Entre los muros del Teatro Bolshói yace el corazón de la cultura rusa. En el curso de su magnífica historia, este lugar ha sido testigo de la danza de Maia Plisétskaia, del canto de Feodor Chaliapin y de los discursos de Lenin. Hace seis años comenzó el proyecto de renovación del deteriorado teatro, aunque los esfuerzos sólo comenzaron a dar frutos a partir de mayo del 2009, tras la dura presión del presidente. De esta manera, e volverá a abrir sus puertas en octubre de este año

Fotos de Ruslan Sujushin

Las recientemente renovadas columnas de piedra caliza brillan bajo el sol de mayo que ilumina la entrada al Bolshói, mientras Apolo permanece sentado en su cuadriga y vigila desde lo alto. Muchos moscovitas pasan su hora de almuerzo en el pequeño parque ubicado frente al teatro y casi se tiene la impresión de que el Bolshói ya ha abierto sus puertas. Aunque habrá que esperar unos pocos meses más para que así sea, tras seis largos años de trabajos de restauración. La fecha prevista para la reapertura es el 28 de octubre.

Fundado en 1776, en el transcurso de las décadas posteriores fue sometido a varias modificaciones y en 1853 un incendio lo destruyó por completo. El mundo asocia el Bolshói con la arquitectura rusa clásica a pesar de haber sido diseñado por el arquitecto ruso-italiano: Alberto Camillo Cavos. Era hijo de un compositor por lo que otorgó mucha importancia a la acústica del nuevo diseño. No sólo recubrió las paredes con madera resonante, sino que también utilizó madera para los techos y el suelo. Los adornos, entre ellos el Atlas, no fueron construidos en yeso, sino en papel maché, para evitar entorpecer las ondas sonoras.

La restauración del edificio era necesaria desde hacía mucho tiempo. Durante la época soviética, nunca fue posible realizar una restauración profunda ya que el teatro no sólo abría sus puertas para representaciones de ópera y ballet, sino que también era la sede de reuniones y congresos del Partido Comunista. Muchos de los materiales de alta calidad utilizados originalmente fueron reemplazados por material de menor calidad. Estas reformas provocaron daños que fueron más allá de lo acústico. “Había inmensas grietas en las paredes principales, de hasta 30 centímetros de largo”, explica Mijaíl Sídorov, representante de Summa Capital. Desde el año 2009 esta empresa ha estado a cargo del proyecto de restauración. “Existía un peligro real de que el edificio se derrumbara”, añadió.

Por ello, la primera fase de reconstrucción consistió en el rescate del edificio. Se colocaron siete mil vigas de acero junto al edificio y posteriormente se cambiaron los antiguos cimientos. “Entonces, todo el edificio quedó suspendido en el aire”, recuerda Sídorov. Los nuevos cimientos no se terminaron hasta septiembre de 2009, momento el el que se pudieron quitar las vigas de acero. Desde entonces, este lugar en construcción ubicado en el corazón de Moscú, a menos de cinco minutos a pie del Kremlin, se ha convertido en un hormiguero. Tres mil doscientas personas trabajan simultáneamente en el proyecto. Mientras se colocan los tapices de seda restaurados, bajo tierra, es un auténtico hervidero: se está construyendo una sala de conciertos completamente nueva para que sea usada en los ensayos por la orquesta y el coro.

En cuanto al diseño interior, se están realizando esfuerzos de restauración con el fin de recrear el estado del teatro en sus días de gloria del siglo XIX. Los símbolos soviéticos se han retirado y han sido reemplazados por emblemas zaristas. Asimismo, se ha sustituido el parqué por suelos de roble. Además, se ha reducido la cantidad de asientos en la sala principal, de 2.100 butacas se ha pasado a 1.700.

Por el momento, nadie se atreve a desvelar el coste final del trabajo de restauración. Ciertos cálculos apuntan que el gasto ha sido de unos 1.500 millones de euros, aunque el ministro de Cultura estimó hace poco que la reforma costaría alrededor de 500 millones.

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