Foto de Reuters/Vostock Photo
En vísperas del desfile, sus organizadores declararon que iban a llevarlo a cabo de la misma manera que hace seis años: haciendo una ofrenda floral en la Tumba del Soldado Desconocido en los Jardines de Alexánder y desplazándose hacia el edificio del ayuntamiento en la calle Tverskaia. “No tememos a nadie ni vamos a escondernos” dijo en la rueda de prensa Nikolái Alexéev, jefe del comité de organización quien, según lo previsto, no fue visto ni en los Jardines de Alexander ni al lado del ayuntamiento.
En una céntrica plaza de Moscú, la del Manezh, el día del desfile fue igual que durante los intentos previos. Leonid Simonóvich, líder de los ortodoxos radicales, bendecía a los fotógrafos. De vez en cuando, sus compañeros de armas se ponían a cantar himnos eclesiásticos y las ancianitas con pañuelos en la cabeza contaban a todo el mundo que el país lo gobernaba el diablo. Entre la muchedumbre se veía gente joven con camisetas con el lema “Soy Ruso” y con caras tapadas con mascarillas que miraban detenidamente a los transeúntes. Los Jardines de Alexander fueron cerrados con barreras protegidas por gente con ropa deportiva pero con intercomunicadores policiales.
Este año se cumplió el sueño de muchos homófobos: el Desfile de Orgullo Gay coincidió con el Día de la Guardia Fronteriza, lo que desencadenó la ira de los militares. Muchos de ellos acudieron a la plaza del Maniezh para pegarles una paliza a los gays. “Las autoridades ya nos han quitado todo - comentó uno de los guardias fronterizos a Kommersant- y ahora les han regalado nuestra fiesta a los gays. Se burlan de nosotros”.
Los participantes del desfile se fueron infiltrando poco a poco en la plaza, se agruparon, sacaron la bandera del arco iris, símbolo del movimiento LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) y carteles, y reclamaron la protección de sus derechos. Pasados unos instantes, fueron atacados simultáneamente por la policía, los guardias fronterizos, los “deportistas”, los ortodoxos y los periodistas. Les arrastraron y derribaron. La policía les esposaba y les metía en sus vehículos, los guardias fronterizos y los ortodoxos les golpeaban. Un gordo con una camiseta blanca le propinó un puñetazo en la sien a la corresponsal especial de Nóvaia Gazeta, Elena Kostiuchenko, quien participó en el desfile con el cartel “Odiar es aburrido”. Desde la comisaría, la periodista fue ingresada en el hospital Botkin con un traumatismo craneoencefálico.
Detención de un participante en el Desfile del Orgullo Gay no autorizado en la plaza del Manezh.
Los policías intentaron formar un cordón para controlar a la gente de la plaza, pero todo fue inútil, no había suficientes policías. Mientras tanto, llegaron los participantes extranjeros del desfile: el presidente del Día Internacional Contra la Homofobia, Louis-Georges Tin, y el defensor de los derechos de los homosexuales en el ejército de EE.UU., Dan Choi, acompañados por el transexual Ana Komarova (un día antes el “Sr. Komarova” pidió que el trato fuera masculino). A ellos también les detuvieron y golpearon. El Sr. Komarova cayó al suelo y no permitió que la policía se lo llevara al coche, agarrándose con uñas y dientes al asfalto. El Sr. Choi protestaba en voz alta. Mientras tanto, los turistas se reían y en la plaza sonaba la publicidad de excursiones por la ciudad: “¡Bienvenidos a Moscú! ¡Esta ciudad quedará grabada en su memoria!”.
“Ha sido el mejor desfile del orgullo gay en mi vida” – escribió Choi en su twitter desde el recinto policial. Después se puso a cantar el aria del Torero de Carmen y le pasaron a una celda individual.
Las partidas de homófobos y nacionalistas patrullaban la calle Tverskaia buscando a los homosexuales. En la esquina de Tverskaia y Kamerguerski Pereúlok rodearon a un extranjero con una camiseta blanca y verde. Le interrogaron, preguntandole si era maricón y qué hacía en Moscú. El extranjero, sin entender ni una palabra, buscaba con la mirada a los policías. Al final, dejaron que se fuera.
Leonid Simonóvich-Nikshich, jefe de la Unión de Ortodoxos Radicales y presidente de la Unión de Hermandades Ortodoxas, en la plaza del Maniezh el día de Desfile del Orgullo Gay.
En la plaza Tverskaia, frente al ayuntamiento, a los gays les esperaban los ortodoxos y los guardias fronterizos con las caras tapadas. Se oía el lema “Moscú no es Sodoma”.
“La homofobia es una enfermedad, como cualquier otra fobia. Están enfermos”, intentaba explicar a dos hombres con barba vestidos de negro la joven activista de grupo artístico Voiná, Nadia Toloknó. Fue detenida por los policías. Para meterla en el coche se necesitaron cinco agentes de las fuerzas especiales.
- Son ciudadanos de Rusia como nosotros. ¿Por qué se les prohíbe hacer el desfile? – decía un anciano a los homófobos.
- ¿Y si un día tu hijo viene a casa y te dice que tu vecino le rompe el culo? ¿Qué vas a hacer entonces? – gritó un guardia fronterizo.
- Nada… - respondió el hombre. – Está en su derecho.
Sin embargo, hasta este diálogo civilizado (es decir, sin violencia) fue interrumpido por la policía que detuvo al anciano.
La Dirección General de Interior de Moscú hizo una declaración oficial, comunicando que fueron detenidos 18 homosexuales y 16 de los que se manifestaron en contra del desfile. Los encerraron juntos pero ni siquiera fueron capaces de beber de la misma botella. Por la noche, todos a casa.
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