Los típicos criminales de los años 90 en la película de Alexéy Balabanov "Zhmurki", realizada en 2005. Foto de kinopoisk.ru
— “No eran gente que hubiera perdido los estribos. Bueno, al principio evidentemente sí, ya que en aquella época todo el mundo era así. Luego maduraron algo y la cosa mejoró, dejaban vivir a la gente. Mis conocidos dicen que cuando los otros acabaron con ellos y empezaron a “protegernos” los policías, la situación se volvió mucho más tensa, pero no lo sé con seguridad, yo ha me había ido”. Así habla de la banda de Oréjovo uno de los empresarios que en los años 90 tenía una terraza al lado de los estanques de Borísovskiye, en el sudeste de MoscúOréjovo. Se niega drásticamente a revelar su nombre y cuando le preguntamos si está dispuesto a presentarse en el juzgado, sonríe:
— Ya no están y me puedo dar con un canto en los dientes. No me voy a meter en esas historias.
El pasado del grupo criminal organizado de Oréjovo, igual que el de la mayoría de sus “compañeros de armas”, está sumido en el misterio y rodeado de todo tipo de mitos. Incluso los representantes de las fuerzas del orden público no son muy consecuentes en sus declaraciones. Algunos afirman que los de “Oréjovo” eran considerados escoria incluso dentro del mundo criminal. Otros, por el contrario, aseguran que “los chicos de sudoeste” fueron los primeros en civilizarse y dedicarse a los negocios legales abandonando de esta manera su actividad criminal.
La historia del grupo empezó durante la perestroika. Su columna vertebral estaba constituida por musculosos jóvenes procedentes de los gimnasios del distrito de Oréjovo-Borísovo, que decidieron forjarse una vida nueva con la ayuda de hierros, puños americanos y, posteriormente, pistolas. Los delincuentes tradicionales de la época soviética les intentaron encauzar hacia acciones criminales más comunes, pero entonces, en el sur de Moscú rápidamente estalló un conflicto entre “padres” e “hijos” en el que los jóvenes consiguieron una convincente y sangrienta victoria.
Estos “chavales” ganaron su primer dinero asaltando a los camioneros y siguieron extorsionando a los dueños de talleres y restaurantes. Hacia principios de los años 90, el grupo de Oréjovo empezó a controlar a la mayoría de los estafadores y ladrones de coches y de casas. El antiguo conductor de tractores y monitor deportivo Serguéi Timoféev, llamado Silvester por tener unos músculos parecidos a los de Stallone, llegó a superar el feudalismo criminal y consiguió unir a diferentes grupos de delincuentes.
Timoféev no sólo tenía un don “pedagógico”, sino también talento negociador y una sana vena capitalista. Gracias a él, los de Oréjovo establecieron contactos con los de Sólntsevo, otro conocido grupo criminal que había surgido en los años 90 en el distrito moscovita del mismo nombre, y que también se dedicaba activamente a los negocios legales.
— Es verdad que nos exigían mucho dinero,- recuerda el mismo empresario, — pero siempre era la misma cantidad y no se pasaban”.
Aunque el intento de meterse en grandes negocios o un exceso de confianza en sus protegidos le jugó una mala pasada a Silvester. El 13 de septiembre de 1994 fue su “martes negro” ; en el centro de Moscú explotó una bomba en su Mercedes 600. Según una de las versiones, el asesinato fue organizado por gente cercana a Borís Berezovski, cuyo dinero se había quedado “colgado” en el banco de la mujer de Timoféev. Según otra versión, Silvester fue asesinado por su antiguo compañero Osia, que hoy en día comparece ante un tribunal. También se mencionó el nombre de Viacheslav Ivanov, o Yaponchik (uno de los criminales más famosos que murió como consecuencia del atentado de 2009 ).
Sea como sea, después del asesinato de Timoféev en el sur de Moscú comenzó una nueva guerra criminal, esta vez por su herencia. El grupo se dispersó en unas 10-15 pequeñas bandas encabezadas por los delincuentes más insurrectos, algunos de los cuales acababan de cumplir veinte años. No se sabe si entonces Butorin-Osia, antiguo boxeador que había hecho el servicio militar en el batallón de obreros de construcción, fue tan sólo uno de los muchos caudillos presentes o el director de escena de aquel espectáculo sangriento que actuaba según el principio de “cuanta menos gente quede, más para nosotros”.
— Fueron tiempos muy malos, recuerda nuestro interlocutor. “Hoy te viene uno, y le pagas, mañana otro, y le vuelves a pagar. Y así durante varios años seguidos. Cuando a mi socio le pegaron una paliza en la que casi lo matan, me di cuenta de que era hora de marcharse. Estuve unos cinco años sin aparecer por Moscú. Ahora ejerzo de taxista”.
Al final, los propios bandidos hicieron el trabajo de la policía y se fueron eliminando mutuamente. La mayoría de los líderes de Oréjovo murieron en una guerra que ellos mismos habían organizado. Cuando a principios de los años 2000 fueron procesadas varias decenas de militantes de Oréjovo, entre los acusados apenas había auténticos jefes, la mayoría era gente de segundo o tercer orden. En aquel entonces, Butorin ya estaba encarcelado, aunque no en su país, sino en España, donde había sido acusado de utilizar documentación falsa y de posesión ilegal de armas. Tras cumplir condena en la soleada Península Ibérica, finalmente aparece ante el juzgado ruso.
Ya queda poca gente como él, viva y cumpliendo condena. Sólo Vladímir Barsukov (Kumarin), el conocido líder del grupo criminal organizado de Tambov que durante la segunda mitad de los años 90 intentó lavar su imagen haciéndose pasar por un empresario respetable, asegurando que la palabra “Tambov” no tenía nada que envidiar a la palabra “San Petersburgo”. A pesar de estas declaraciones, en 2009 fue condenado a 14 años de cárcel. En cualquier caso, la mayoría de los “héroes” de finales del siglo pasado ya han abandonado este mundo, y algunas de estas muertes están imputadas a Butorin.
Butorin niega categóricamente las acusaciones. Sin embargo, apenas hay dudas de la firmeza de la sentencia. En la acusación figuran varias decenas de asesinatos y raptos, aunque, según la experiencia, vale con comprobar dos o tres episodios para que el juzgado se incline por una cadena perpetua. Si las guerras convencionales, según una popular frase, terminan sólo cuando está sepultado el último soldado caído, las guerras criminales terminan cuando el último superviviente acaba en la cárcel. La condena de Butorin será uno de los últimos pasos para finalizar esta guerra. En el mismo sentido, se espera la extradición desde España a Rusia de Dmitri Belkin, apodado Belok, que dirigió al grupo de Oréjovo junto con Butorin. Estos dos juicios van a cerrar completamente el capítulo de los “turbulentos” años 90 para los tribunales.
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