El quijotismo ruso

“Don Quijote” de Grigori Kózintsev. Imagen de kinopoisk.ru

“Don Quijote” de Grigori Kózintsev. Imagen de kinopoisk.ru

En el Instituto Cervantes de Moscú se ha inaugurado la exposición titulada “Los motivos españoles en el cine soviético”, una exposición pequeña, a la par que cargada de contenido y con muchas y significativas reminiscencias : esbozos, carteles y trajes de cine, todos procedentes de la colección del Museo del Cine. La exposición, organizada en el marco del Año Dual de España en Rusia, da cuenta de la gran fertilidad creativa de los cineastas rusos respecto al “tema español” en una situación en la que no se podía ni pensar en ir a rodar a la Península Ibérica. Es también una ocasión que vuelve a confirmar que llevar a “España en el corazón” es un motivo muy presente en la cultura rusa desde hace mucho tiempo.

El ciclo de bocetos de Yevgueni Yenei para la película de Grigori Kózintsev “Don Quijote”, reconocida como una de las mejores adaptaciones cinematográficas de la novela cervantina, los esbozos hechos para las películas “La leyenta de Till”, “Don Juan”, “Dulcinea del Toboso” y “Envío general a la Tierra” de Veniamín Dorman, los trajes españoles para la “Reina Margot”, los dibujos de Eisenstein para la película “Spain”, que nunca llegó a realizar, todos estos tesoros “españoles” de la colección del Museo del Cine se exponen juntos por primera vez.

En 1957 Grigori Kózintsev presentó la película “Don Quijote” en el Instituto Cinematográfico de Moscú (VGIK) y en el contexto del “deshielo” de la época de Jruschev cobró una actualidad inesperada. El testimonio del director acerca de la forma en la que llevó a cabo la adaptación de “El Quijote” es revelador de una forma de trabajo. Según Naum Kleimanа, director del Museo del Cine, Kózintsev dijo más o menos algo como esto: “Hay dos maneras de representar España en la pantalla. La primera es destacando rasgos “típicamente españoles” en el ambiente, los trajes y el carácter, con el riesgo de caer en un estilo o exotismo “operístico”. El otro camino consiste en buscar cosas en las que España se parece a nosotros, cosas que la hacen más comprensible, conocida y más cercana a la gente de distintos países y épocas. La clave de la adaptación cinematográfica del Quijote la encontré cuando entendí que en el centro de La Mancha había una especie de charco parecido al que describía Gógol en su “Mírgorod”, y que era de ese charco del que quería salir el Quijote, yendo hacia arriba y lo más lejos posible, como el Caballero Pobre de Pushkin. El paisaje ideal para una España severa, no dulzona, lánguida o llena de pasiones, lo encontramos en Crimea, y luego añadimos detalles nacionales e históricos auténticos para que España no desapareciera de la pantalla. Aquello fue para nosotros una expresión de nuestro respeto hacia la cultura española, y está claro que también tuvo mucho que ver nuestro saber hacer, nuestro trabajo y nuestro talento”.

Los objetos expuestos, provenientes de la colección del Museo Central Estatal del Cine, demuestran que en su inmensa mayoría los cineastas rusos se basaban en la filosofía del trabajo formulada por Kózintsev. Al intentar revelar los paralelismos históricos y culturales entre los dos países, los directores de cine finalmente confirman que sus temas y personajes no pertenecen a una realidad transitoria, sino a una verdad que perdura en el tiempo y cuyas raíces se remontan a un pasado remoto. No se trata solamente de los bocetos extraordinariamente exactos y, a la vez, tremendamente poéticos de Yevgueni Yenei gracias a los cuales el Quijote de Lenfilm fue reconocido en el mundo entero y, lo que es más importante, en España. Son también las imágenes lacónicas, auténticas y expresivas de los personajes del “Invitado de piedra”, de Pushkin, dibujadas por Nelli Fominá para la maravillosa adaptación cinematográfica de las “Pequeñas Tragedias” llevada a cabo por Mijaíl Shveitser en los estudios de Mosfilm en 1957; los conmovedores bocetos de Víktor Yushin para la película de Svetlana Druzhínina “Dulcinea del Toboso” basada en el libro homónimo de Alexánder Volodin, una especie de “extensión” de la novela cervantina con una Dulcinea muy rusa interpretada por la actriz Natalia Gúndareva. Las trágicas páginas de la historia de finales del XVI y principios del XVII, la época de la expansión del Imperio Español por el Viejo y el Nuevo Mundo, la época del despotismo y el florecimiento de la literatura, la pintura y el teatro en la propia Península Ibérica se reflejaron en los expresivos bocetos de Serguéi Parjómenko y Yevgueni Cheniáev para la película “La leyenda de Till”, de Alexánder Álov y Vladímir Naúmov. Los motivos españoles de la lucha contra el fascismo se reflejaron en los esbozos de Mark Gorélik para la película de Veniamín Dorman “Envío general a la Tierra”.

La mayoría de esbozos, maquetas y bocetos constituyen una especie de partituras visuales en base a las cuales pudieron cobrar vida en el cine los motivos que no sólo revelaban la riqueza de la tradición histórica y cultural hispánica. Indirectamente, los temas y las situaciones presentes en las películas hacían referencia a peripecias históricas ocurridas en la Rusia tanto prerrevolucionaria como soviética. El cine soviético de vanguardia defendía la postura de que era imposible reflejar la vida en una película sin haberla vivido antes, es decir, que no se podía creer y hacer creer algo que no hubiera tocado el alma al autor limitándose a desarrollar en la pantalla una especie de crónica intelectualista. La idea del Caballero de la Triste Figura de salvar a la humanidad que está a punto de hundirse al perder sus valores morales se ha transformado en uno de los fundamentos de la “idea rusa”. El utopismo y el inconformismo quijotesco, elementos mesiánicos del quijotismo, tuvieron mucha aceptación en Rusia a partir del siglo XIX. Mientras que en el siglo ХХ los intelectuales rusos empezaron a gestar una nueva criatura, un Quijote disidente que piensa de otra manera y es capaz de expresar su creatividad oponiéndose a las fuerzas represoras del estado totalitario. El destino “español” ruso y el quijotismo de su cultura no se reducen a una versión nacional de un proceso general de la cultura universal, sino que constituyen un ejemplo de la transformación de un fenómeno literario propio de un país en uno de los elementos dominantes de la vida cultural y social de otro.

Algunos de los proyectos que aparecen en la exposición en forma de esbozos fueron aplastados, según una expresión de Serguéi Eisenstein, por “el tractor de cadenas del tiempo”, y no se llegaron a realizar. En este sentido, un lugar especial lo ocupan los dibujos de Eisenstein pertenecientes al ciclo gráfico “Las Bombas”, de 1937, una reacción ante la conmoción causada por el salvaje bombardeo de Guernica que resultó ser el prólogo de la Segunda Guerra Mundial. En aquella misma época el director pensó en hacer una película dedicada a la tragedia de la Guerra Civil española, pero no contó con la autorización del gobierno. La película tenía que gritar una especie de: “¡Así no se puede vivir!”. Los expresivos dibujos de Eisenstein muestran la guerra como una histeria sistemática y contienen este grito mudo, una invectiva que nunca llegó a sonar a plena voz. En 1939 Eisenstein creó un ciclo gráfico denominado “El Terror”, en los que añadió la palabra “España” en algunos de los dibujos. “Sin embargo, aquellos dibujos no sólo reflejan la tragedia de la República Española, sino también el horror de aquello que pasaba en la propia Unión Soviética”, señala Naum Kleiman. “No es por casualidad que en otras hojas, que sólo vieron las personas más cercanas al maestro, estuviera escrito en ruso: “¡Dejadme en libertad!”.

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