Nuevas fábricas de creatividad

Fotos de Itar-Tass


Al salir de la estación de metro Kurskaya en Moscú, caminé por el ajetreado parque esquivando perros callejeros y ruinosos puestos dedicados a la venta ambulante. Al final de la calle, entre dos muros, se abrió un espacio que vale la pena conocer, Winzavod. Se trata de un centro de arte contemporáneo que actúa como oasis en el corazón de un lúgubre barrio industrial en la zona este de Moscú. Winzavod, caracterizado por sus rojos ladrillos, sus graffitis y los jóvenes que van a la moda, es uno de los complejos artísticos nacidos con las Bienales de Arte Contemporáneo de Moscú de 2005 y 2009. El proyecto se basa en el modelo occidental de transformación de fábricas abandonadas en espacios culturales. Sin embargo, a diferencia de sus equivalentes británicos y alemanes, los grupos rusos no nacieron como consecuencia de una reurbanización posindustrial. En Europa Occidental, esa tendencia fue una reacción al declive de las industrias tradicionales, a la necesidad de rehabilitar las zonas urbanas y al pujante papel de la producción creativa e intelectual en las economías nacionales.

“Rusia todavía no ha llegado allí”, asegura Elena Zelentsova, directora de Creative Industries Agency de Moscú. “Este país no es tierra fértil para el crecimiento de una economía cultural y una industria creativa en el sentido occidental de la palabra. Tanto desde el punto de vista económico como social, pero, sobre todo, debido a la mentalidad imperante.” El país continúa sufriendo las consecuencias del pasado soviético y la posterior transición. Tras la caída de la Unión Soviética algunas instituciones culturales del Estado fueron transferidas forzosamente a manos privadas. En algunos casos, los nuevos dueños no tenían ni los medios ni la voluntad de restaurarlas y mantenerlas. Son muchos los teatros, los museos, las bibliotecas y las editoriales que no lograron sobrevivir esta transformación. Por su parte, los profesionales del sector cultural se enfrentaron a una dura transición que los llevó de ser empleados estatales asalariados a tener que enfrentarse a una feroz competencia. De hecho, tal como señaló Zelentsova, el sector cultural ruso continúa atrapado en un sistema repleto de instituciones que continúan siendo improductivas y costosas, independientemente de la inadecuada financiación. Además, el Estado aún no ha adoptado una política económica y cultural que permita poder referirnos a una “industria creativa” en el país. Una política de este tipo se centraría en la producción de bienes y servicios creativos por parte de pequeñas y medianas empresas.

Sin embargo, estos problemas no han impedido la aparición de centros artísticos híbridos, multifuncionales y claramente modernos. Solamente en la capital han surgido Winzavod, Artplay, Garage, Proekt Fabrika y Flakon. Todos ellos se han instalado exitosamente en antiguas fábricas y han ocupado cientos de metros cuadrados de depósitos y almacenes para convertirse, en unos pocos años, en el centro neurálgico de la industria creativa emergente y de la vida cultural de la ciudad. Los amplios espacios de exposición son aptos tanto para retrospectivas de autores consagrados (Ilya Kabakov en 2008, en Winzavod) como para espectáculos comerciales de jóvenes artistas ,como la Muestra Estudiantil de Arte anual en Artplay. El propósito de estos grupos, más allá de reunir bajo el mismo techo a creativos profesionales, es sacar a Rusia de su “provincialismo cultural” e integrarla en la escena de creación y arte internacionales. Asimismo, pretenden promover y difundir el arte y el diseño contemporáneos en la sociedad rusa, especialmente en zonas urbanas, mediante el incentivo de la creatividad juvenil.

El año pasado, el Instituto Strelka de Arquitectura, Comunicación y Diseño y su director, Ilia Oskolkov-Tsentsiper, lanzaron un programa de educación superior dirigido a jóvenes profesionales. “Antes de poder hablar de una industria, es necesario formar una franja sólida de profesionales de alto nivel”, explicó, sentado en el opulento bar Strelka. “El sistema educativo ruso no permite el pensamiento global en lo que respecta al diseño y la arquitectura. Tampoco fomenta la solución de problemas de la región o de la ciudad. Por esta razón incorporamos especialistas mundialmente reconocidos, como Rem Koolhaas o Reinier De Graaf”.

Aunque la formación de creadores no es suficiente por sí misma: la sociedad rusa en su conjunto debe estar informada a fin de crear una demanda para estos nuevos productos. “Debemos educar las opiniones y los hábitos. El arte contemporáneo no ocurre por sí solo. La gente es conservadora”, indicó Alena Saprikina, directora creativa del Centro de Diseño Artplay. Fundado en 2003, actualmente ocupa 75.000 metros cuadrados de la antigua fábrica Manometer y hospeda algunas importantes agencias de diseño, arquitectura y planeamiento urbano. Cada uno de estos grupos, desde Garage hasta Winzavod, otorga un tratamiento especial a los proyectos interactivos y educativos. Se buscan espacios abiertos para la enseñanza y el aprendizaje.

A pesar de los obstáculos surgidos a causa de crisis económica de 2008, los centros artísticos de Moscú se enorgullecen del desarrollo que han presenciado y al cual han contribuido. “Percibimos una diferencia respecto a hace dos años, cuando creíamos estar solos en la necesidad de esta aventura. Sentíamos que ni la sociedad ni las autoridades tenían un interés particular en esto”, afirmó Oskolkov-Tsentsiper. “Las autoridades repiten que el país debe evolucionar, modernizarse, pero no saben cómo, y allí es donde entramos nosotros.” Como prueba de ello, el comité asesor de Strelka fue elegido por el alcalde de Moscú con el fin de ayudar a crear y organizar propuestas para la reurbanización del Parque Gorki, en el corazón de la capital.

Según Elena Zelentsova, a Rusia le llevará mucho tiempo abrirse a las industrias creativas, pero la demanda de cultura suele superar la oferta, incluso en tiempos de crisis económica.

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