Imagen de Niyaz Karim
Medvédev ha admitido varias veces que existe la necesidad de atraer inversores rusos y extranjeros, así como que el clima de inversión en el país es sombrío. Esta vez sus acciones han sido realmente consistentes con sus palabras y ha tomado medidas específicas además de establecer plazos para implementarlas. Asimismo, dado que algunas de estas reformas serán el blanco de una dura oposición por parte de poderosos grupos de interés, servirán para poner a prueba la verdadera fuerza de Medvédev y sus planes de presentarse una vez más como candidato a la presidencia. Incluso un éxito parcial le permitiría construir su campaña de reelección sobre la base de la anticorrupción y la transparencia.
Tanto como para la clase media emergente como para los “votantes de protesta”, la corrupción y la responsabilidad gubernamental son temas primordiales que Medvédev debería incluir en su plataforma electoral. El pobre resultado cosechado por el partido “Rusia Unida” en las recientes elecciones regionales muestra que los votantes están hartos de la situación actual y están listos para elegir una alternativa.
El éxito que tiene el principal activista contra la corrupción, Alexéi Navalny, es otra llamada de atención para Medvédev. Curiosamente muchas de las medidas propuestas por el presidente son similares a las que ha sugerido Navalny: cesar a los funcionarios públicos de los puestos de dirección de las empresas estatales, garantizar a los accionistas minoritarios el acceso a la documentación corporativa y brindar una respuesta a quienes denuncian casos de corrupción dentro de las empresas.
El argumento de Medvédev es simple y contundente: aquellos que temen a la transparencia es porque tienen algo que ocultar. No se trata de una acusación abstracta. En reiteradas ocasiones Navalny solicitó las actas de directorio de varias empresas públicas y se encontró con una fuerte resistencia. Dos empresas intentaron incluso modificar la ley, sin éxito, para desestimar las solicitudes de información presentadas por accionistas minoritarios.
En cualquier caso, la medida más controvertida de Medvédev es el cese de burócratas claves de los órganos de dirección de las empresas. En el decreto se enumeran 17 empresas públicas y se incluyen poderosos ministros y viceprimeros ministros que deben abandonar sus cargos antes del primero de julio. El presidente prometió presentar una lista más extensa para octubre.
La lógica de Medvédev es clara y consiste en que un funcionario público a cargo de una petrolera o un banco tiene un conflicto de intereses. El presidente de un consejo ejecutivo debe responder a los intereses de la empresa mientras que los funcionarios gubernamentales deben perseguir el interés público, lo que implica mantener un clima competitivo en los sectores petrolero o bancario.
Durante varios años, el cese de funcionarios públicos de los órganos de dirección de las empresas estatales ha sido un objetivo importante para Medvédev. El presidente planteó esta idea en el discurso de campaña presidencial pronunciado en Krasnoyarsk en 2008 y ha confirmado que decenas de directores independientes han sido designados para ocupar puestos de dirección en los comites ejecutivos de empresas públicas.
Sin embargo, los directores de las empresas siguen siendo burócratas y ninguna empresa pública cuenta con un presidente independiente. Este cargo es de vital importancia porque quien lo ocupa fija el orden del día y supervisa los debates.
Es difícil hablar de estándares de gestión corporativa en las empresas públicas rusas, ya que la mayoría ni siquiera cuenta con un cronograma de reuniones debido a las impredecibles agendas de los funcionarios públicos. Esta situación, que puede parecer una mera contrariedad, tiene una consecuencia grave: cuando no se programan reuniones con regularidad, es habitual que muchos directivos independientes, especialmente extranjeros, no puedan asistir. En cambio, si los presidentes del directorio no fuesen oficiales públicos y pudiesen comprometerse con un cronograma anual, podría atraer a personas altamente capacitadas de todo el mundo.
Sin embargo, como suele suceder con este tipo de iniciativas, lo que realmente importa es su implementación. En primer lugar, no está claro quiénes reemplazarán a los burócratas en la presidencia del directorio. Debido a la gran importancia de este cargo, los nuevos presidentes deben tener las aptitudes y la integridad necesarias. Suele comentarse que Medvédev no cuenta con un equipo propio, pero las personas que él designe demostrarán si esto es cierto.
En segundo lugar, no hay certeza de que los nuevos presidentes sean quienes realmente manejen las empresas. El sistema legal ruso tiene vcarencias y las graves violaciones a la gestión corporativa son difíciles de sancionar. No sería absurdo pensar que las gerencias ignoraran a los directorios.
Por ultimo, mientras que algunos directores realmente son independientes, otros reciben “directivas” del Gobierno. Por lo tanto es importante saber si los nuevos presidentes manejarán los directorios de forma independiente o seguirán las órdenes del Kremlin. En este último caso, los nuevos (y muy costosos) miembros serían representantes del Gobierno, con lo cual toda la gestión pasaría a ser una sencilla burla. La buena noticia es que Arkadi Dvorkovich, principal asesor económico de Medvédev, ha declarado que las directivas del Gobierno también “serán reformadas”.
De modo que, podremos ver con claridad si la implementación de estas iniciativas sobre gestión corporativa se hace efectiva. Pronto sabremos (antes del primero de julio) si Medvédev ha podido implementar al menos una parte de sus objetivos y si ha tenido la voluntad y la capacidad para construir su propia base de poder.
Serguéi Guriev es rector de la Nueva Escuela de Economía de Moscú. Aleh Tsyvinski es profesor de Economía en la Universidad de Yale.
Este artículo fue publicado originalmente en The Moscow Times.
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