Leonid Abalkin. Foto de Itar-Tass
Hoy en día se considera a Abalkin un incondicional del anterior régimen, un defensor de la economía “socialista” soviética, pero esto no es del todo cierto. El mismo Abalkin consideraba la perestroika como un “mecanismo de desarrollo y perfeccionamiento del socialismo”. O, más bien, de lo que él llamaba “socialismo”. Por cierto, Gorbachov era de la misma opinión. Al fin y a la cabo, lo primordial no son las denominaciones sino los avances y los resultados reales, y esto no resultó tan fácil. Este académico apenas dispuso de tiempo para implementar política alguna en el gobierno de Nikolái Ryzhkov, gabinete que había pasado por el “purgatorio” de los diputados cuando Gorbachov lo eliminó. El primer y último presidente de la URSS tuvo de realizar juegos políticos que tuvieron como consecuencia el debilitamiento de la economía.
El académico perdió tanto capacidad de influencia en la toma de decisiones como peso político porque era ajeno a los entresijos de la burocracia. Prácticamente fue apartado de la ejecución real de las reformas. Entonces tuvo lugar la intentona golpista y la posterior desintegración de la Unión Soviética. En ese momento Abalkin regresó a su antiguo puesto de director del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias, cargo que ocupó hasta 2005.
Como académico criticó en sucesivas ocasiones y con sólidos argumentos el rumbo de las reformas elegido por Borís Yeltsin y todos sus gobiernos, empezando por el de Gaidar. También participó activamente en la elaboración de un programa económico alternativo que finalmente no fue llevado a la práctica. Más de una vez declaró que Rusia no necesitaba el modelo de mercado liberal occidental, sino un tipo de economía orientada hacia lo social, semejante a la de China. Se oponía a los economistas que, en su opinión, “se limitaban a copiar las creaciones de los economistas liberales occidentales”.
La máxima favorita del académico era la siguiente frase de Lenin: “si vencemos en el frente de las finanzas, venceremos en todo”. Abalkin consideraba que después de su alejamiento de los resortes del poder no se había conseguido “vencer en todo”. Es difícil decir si Abalkin habría obtenido una victoria o no, pero lo que sí es cierto es que su nombre es ya inseparable de la denominada perestroika, sin la cual no habría surgido el actual Estado ruso.
Publicado de manera abreviada, originalmente publicado en Ria Novosti
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